Hay arte para mirar y suspirar, para sentirse distinto, especial, para pensar en lo efímero, complejo y diverso. Metafísica, colores, pasiones. Pero no nos relajemos tanto que el arte es, ante todo, quilombo y provocación. 

Y acá le damos paso a Barb Pistoia y su mente explosiva que juntó a la religión y el sexo para hacer estas imágenes divinas (nunca mejor dicho).

Polémica: Discusión entre dos o más personas que defienden opiniones contrarias, generalmente por escrito y de forma alternativa y reiterada. Eso dice el diccionario respecto a una de las palabras más usadas por el periodismo. El ochenta por ciento de los casos no está bien aplicada, pero acá, le va perfectamente justa. Porque no hay nada más alejado del sexo que la religión, aunque parezca irónico porque, sin el sexo, la religión no existiría. 

Estas espampitas que la artista llama estamputitas, son la muestra exacta y exquisita de que atrás de cada virgen, hay conchas. Porque todas las mujeres criadas bajo el cristianismo cargamos con una cruz, que no es la de madera pero pesa mucho más: si sos mujer, el placer sexual nos quedó muy lejos. 

Barb Pistoia cree que a estas imágenes les falta algo que ella agrega con collages. La fe y la brutalidad, quedan hermosas juntas. 

Me gustan mucho la estética de las imágenes religiosas, sobre todo las católicas, y las historias de santas o de apariciones de la Virgen que siempre vienen con dragones, fuego, demonios, ángeles. Son toda una literatura fantástica a la que le falta el descontrol carnal, detalle no menor y obvio, porque terminan siempre siendo mártires y nada es más deserotizante que ese punto de origen, recurrente en todas las historias que conforman una religión que a esta altura, más que creencia, sabe a tradición. Pero a la vez sucede eso que decía antes: ¡me encanta la estética! Y en las estampitas clásicas se pueden palpitar esas historias intensas que podrían ser fascinantes si no fueran por ese techo que tiene la carga del relato eclesiástico. Y me gustan tanto que necesito corromperlas, como si fuera un ejercicio de salvación.

Todos deberíamos hacer algo para salvar las tradiciones, y salvar una tradición es cuestionarla y apropiarla. No estoy en contra de las tradiciones, por el contrario, pero hay algo antinatural en el aferrarse a ellas y que no sean ellas las que se aferren a cada uno de nosotros.Si la tradición no se mueve o no remite a quiénes somos, nos termina empujando a la inercia y a una generalidad en la que perdemos bastante el derecho a ser, derecho que asocio directamente con los deseos.

Ante todo soy creyente  y creo que las estampitas “emputizadas” respetan mi creencias a su manera, que es ni más ni menos que mi manera de creer, respondiendo más a un “Yo soy más fuerte que yo” de la (Clarice) Lispector que a un “Bendita tu eres” de la Iglesia. No quiero ser bendita para nadie ni quiero a nadie que aspire a ser bendito a mí alrededor, no quiero relaciones ni vínculos benditos, por decirlo en ese mismo lenguaje religioso.  

No me interesa mucho explicar qué cuentan “mis” Estamputitas, ni los qué / cómo / por qué / para qué / etc, porque me parece que dicen mucho por sí solas y cada uno podrá dialogar con ellas.  

Sí creo que es una serie de piezas que responden directamente a mí, son Barb 100%, porque integran bastante toda la técnica y búsqueda de mi obra pero por sobre todo de los temas que me excitan e incitan a trabajar, a crear: los cuerpos portando energías femeninas y masculinas, empoderando a la sexualidad, entendiendo la sexualidad como punto original y encontrando lo sagrado en lo instintivo, defendiendo la líbido, esa fotosíntesis nuestra tan necesaria - que si no se dispersa, se ve atacada por un mundo infantilizado, moralizador, narcisista, miedoso, especulativo, etc, lo que convierte esa defensa en un laburo diario, arduo y que en el fondo de mis fantasías es mi pequeña guerra contra el mundo. en décadas diré que participé de la guerra contra la libido y que me alisté en el ejercito que la defendió. 

Todos estos temas responden a dos de mis más fuertes creencias que hasta ahora parecen inamovibles, y sí, las cuestiono todos los días y desde hace años pero siempre llego a la misma conclusión. Una es que las historias siempre son de deseo y la otra es que los animales, siendo nuestra versión bruta y salvaje, son la evolución, por eso siempre los tengo de protagonistas, porque más allá del amor hay un respeto a lo animal que se me hace imposible no sentir, y aun sin aparece, como en este caso que no protagonizan, están ahí, están gimiendo en esos cuerpos. Y ahora que digo esto, creo también que no hay verbo que mejor defina a la FE, por encima de creer y de reventar, que ese: gemir.

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