Desde Madrid, uno de los mejores jugadores de básquet de nuestra historia anunció en su cuenta de Twitter con una carta que se retira al final de esta temporada. 

"Me retiro, me voy antes de que me echen", dice el párrafo más fuerte de la misiva en la que el 'Chapu' sorprendió al mundo básquet, un día después de que no jugara ni un minuto en otro triunfo de Real Madrid (ante Fuenlabrada) por la Liga española.

Es que tras 18 años de carrera profesional deja la pelota naranja un ganador total, el alero que todos quisieran tener en sus equipos, uno de los exponentes de nuestra Generación Dorada que cambió el basquét mundial y desafió el poderío de la NBA ¡Y le ganó!

Nocioni, santafesino de 37 años, ganó todo cuanto se propuso pero además, es símbolo y referente, ejemplo a seguir. 

En España alzó tres ligas ACB (dos con el Madrid y una con Baskonia), una Euroliga, cinco Copas del Rey, una Copa Intercontinental y una Supercopa de España.

Con la selección argentina Nocioni logró los mayores éxitos del baloncesto: el oro olímpico en Atenas 2004, plata en el mundial en Indianápolis en 2002 y una medalla de bronce en los Juegos de Pekín en 2008.

Y hasta con Peñarol de Mar del Plata, donde llegó en 2011 para jugar y ganar el Supér 8. 

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Carta completa 


Después de tantas batallas, he decidido dejar de reventar la botella de agua contra el piso cada vez que me sustituyen, mojando a compañeros, asistentes y plateístas de primera fila. De tirar toallas, de patear bancos, de insultar al aire. He decidido madurar, señores. Me cansé de discutir con los árbitros por fallos que nunca sabremos si fueron erróneos.

No quiero que me cobren más faltas técnicas, ni tampoco volver a pagar gimnasios o cenas de equipo a cuenta de mis multas. Debo progresar. Lo he meditado lo suficiente. Basta de pelear con rivales, basta de noches sin dormir por victorias con angustia o derrotas que son puñales. Se terminó... Pretendo mejorar mi conducta, mis hábitos. Y como tengo en claro que no podré cambiar mi temperamento jamás, ME RETIRO. Me voy antes de que echen.

Viví como jugué. Fui siempre honesto y entregué mi corazón en cada club en el que estuve; todos los días, todas las prácticas, todos los partidos. Dejo el básquet de la manera en la que yo quiero dejarlo: compitiendo al más alto nivel de Europa y en un club de máxima jerarquía mundial.

En el camino he cumplido muchísimos sueños. Sueños que ni me imaginaba concretar cuando comencé a jugar en Ceci de Gálvez. Yo tenía como aspiración máxima llegar a Europa y no solo lo concreté, sino que además sumé una etapa en la NBA. No quiero ponerme nostálgico en esta carta, pero es imposible no mirar en restrospectiva y sorprenderme tirando en un arito todo roto de mi ciudad.

Llegué más lejos de lo que esperaba. Compartí camiseta con alguno de los mejores jugadores del año. Y me enfrenté con muchos otros a los que veía en fotos. Me descubrí en lo más alto del podio olímpico con la camiseta que más quise, en una tarde que jamás olvidaré. Grité, sufrí, festejé, lloré: crecí. Nunca me entregué. Ni en los peores momentos, que por supuesto también los tuve.

Debo agradecimientos a muchísimas personas. A mis hijos en primer lugar, que se bancaron tantos cambios de hogar, viajes y ausencias. A mis seres queridos, obviamente: los de mi familia y los de la familia de mi esposa. A distintos compañeros, entrenadores, preparadores físicos, cuerpos médicos. A los árbitros, que con seguridad organizarán una fiesta mañana mismo. A mis agentes. A los amigos que felizmente coseché en cada sitio en el que estuve. Pero sobre todo le debo agradecimiento especial, o absoluto, a mi esposa Paula. Ella fue quien me acompañó durante todo el recorrido, quien me contuvo, me abrazó y me levantó las veces que estuve caído. Yo no estuve solo. Solo no hubiera podido.

Por último, valorar a todos los clubes que me cobijaron en Argentina, España y Estados Unidos. A la Selección, por el enorme orgullo que me generó representarla durante más de 15 años. A la gente de Vitoria (¡cuantos recuerdos de momentos mágicos!) y a la de Madrid, que me demuestra su cariño día a día.

En estos meses por delante daré lo mejor de mí, como siempre, para ganar Euroliga y la temporada de la ACB. Sería una despedida perfecta. Y la última oportunidad de robarme una red. Hasta acá hemos llegado, amigos. Ha sido un camino largo, repleto de piedras, luces, empeño y también grandes satisfacciones. Pero de algo estoy seguro: valió la pena transitarlo.