Yo no creo en las brujas, pero si Riquelme está en la cancha les tengo menos miedo. Inspira respeto, confianza, tranquilidad... En el hincha, en sus compañeros, y hasta en el propio DT.

Le quita responsabilidad al resto del equipo y absorbe la presión propia que implica la camiseta de Boca acentuada por los resultados esquivos. Yo lo quiero en mi equipo, no sé Angelici...

Desde el juego aporta claridad y soluciones para sus compañeros. En lo momentos en que la pelota quema, los botines de Román son ignífugos. Las quejas, insultos y murmullos se apagan cuando el 'Diez' entra en acción. Nos acostumbró a dar la cara en las malas, que es lo que importa, en las buenas aparecen todos.

En lo futbolístico, fue el único que estuvo a la altura en el Superclásico y demostró que estando bien en lo físico es un jugador indispensable para este Boca, para los Boca que pasaron y para los que vendrán. Es único, tiene un carisma especial y cuando se pone la Azul y Oro se transforma en un nene. Todos llevamos uno adentro y si pudiera elegir me gustaría ser ese nene por lo menos un ratito, algún domingo a la tarde en el patio de mi casa.

Otra cosa que admiro de Riquelme es que siempre enfrentó a los más poderosos: Palmeiras, Real Madrid, Santos, Bayern Munich, Macri, Angelici... Está en su ADN, es parte de su personalidad y por eso impone respeto y por eso, creo, se lo juzga más allá de lo que ocurre en el verde césped.

Se es injusto con él cuando se le crítica su cara, sus declaraciones, sus supuestos líos en los vestuarios, etc. En épocas en las que escasean futbolistas que justifiquen el valor de una entrada me quedo con Riquelme, con sus pases de gol, con sus toques milimétricos, su pegada, sus muestras de afecto para con el hincha de Boca, que son caricias a un alma maltratada por estos días. Román, hasta que el retiro nos separe.