River perdió más que un partido
Atlanta se vengó de aquel 7 a 1 y le ganó 1 a 0 al equipo de Almeyda, que desbarrancó con sus decisiones tanto como el equipo. Cavenaghi falló un penal regalado y Quilmes ya lo emparejó en la tabla.
River repitió errores ya cometidos y estrenó otros. Lo mismo que le sucedió contra Ferro le volvió a pasar con Atlanta: fue un equipo apurado, casi desesperado, como si el torneo terminara en cada partido y la victoria fuera necesaria para ascender. Así es muy difícil que logre manejar un concepto fundamental para ganar: la paciencia. No tienen paciencia los jugadores ni los hinchas, que pretenden que los de adentro metan dos goles antes de arrancar a jugar. Ante un mal pase, inmediatamente un murmullo. Y el caso emblema fue el de Alejandro Domínguez. Es cierto que el Chori falló varios pases, pero fue él el que puso las únicas dos pelotas de gol del primer tiempo, una a Cavenaghi y otra a Trezeguet, en ambas los goleadores definieron por arriba. 
La sorpresa fue que, tras el descanso, Almeyda (¿se dejó llevar por la gente?) puso a Aguirre y sacó a Domínguez. El único jugador capaz de darle fútbol al equipo miró el segundo tiempo sentado en el banco. Y así le fue a River. El técnico, que venía acertando en la mayoría de sus decisiones, en ésta falló. 
¿Qué hizo Atlanta para irse ganando el primer tiempo? Fue práctico y aprovechó la oportunidad que se supo inventar. Tras una pelota parada bien trabajada, los de arriba se movieron para que Lorefice apareciera solo. Hasta ahí el trabajo, después el talento del volante para colgarla en el ángulo izquierdo de Vega. Golazo. Atrás, Atlanta intentó mantener la compostura y no hacer locuras ante un River que sólo inquietó por los pases ya mencionados del Chori. Bien paradito, apenas pasó un sobresalto: un tiro desde lejos de Funes Mori que reventó el travesaño. Y, además, tuvo mala y buena suerte en un mismo minuto. Fue cuando el árbitro decidió ver en el área un agarrón a Trezeguet que nunca existió. El francés miró como para hacerse cargo del penal pero Cavenaghi le dijo que no. Y, como diría algún niño, “la mula se reconoce” y el 9 pateó el penal a la tribuna.
Para rematar una primera parte nefasta, Ramiro Funes Mori bajó a Abel Soriano como último hombre y River debió afrontar el segundo tiempo con 10. Almeyda desarregló en vez de arreglar y, de no haber sido por Vega y por alguna definición apurada de los jugadores locales, River se podría haber llevado un resultado todavía más doloroso. Igual, ya tiene mucha carga encima. Por lo pronto, Quilmes ya lo igualó... 

River repitió errores ya cometidos y estrenó otros. Lo mismo que le sucedió contra Ferro le volvió a pasar con Atlanta: fue un equipo apurado, casi desesperado, como si el torneo terminara en cada partido y la victoria fuera necesaria para ascender. Así es muy difícil que logre manejar un concepto fundamental para ganar: la paciencia. No tienen paciencia los jugadores ni los hinchas, que pretenden que los de adentro metan dos goles antes de arrancar a jugar. Ante un mal pase, inmediatamente un murmullo. Y el caso emblema fue el de Alejandro Domínguez. Es cierto que el Chori falló varios pases, pero fue él el que puso las únicas dos pelotas de gol del primer tiempo, una a Cavenaghi y otra a Trezeguet, en ambas los goleadores definieron por arriba. 

La sorpresa fue que, tras el descanso, Almeyda (¿se dejó llevar por la gente?) puso a Aguirre y sacó a Domínguez. El único jugador capaz de darle fútbol al equipo miró el segundo tiempo sentado en el banco. Y así le fue a River. El técnico, que venía acertando en la mayoría de sus decisiones, en ésta falló. 

¿Qué hizo Atlanta para irse ganando el primer tiempo? Fue práctico y aprovechó la oportunidad que se supo inventar. Tras una pelota parada bien trabajada, los de arriba se movieron para que Lorefice apareciera solo. Hasta ahí el trabajo, después el talento del volante para colgarla en el ángulo izquierdo de Vega. Golazo. Atrás, Atlanta intentó mantener la compostura y no hacer locuras ante un River que sólo inquietó por los pases ya mencionados del Chori. Bien paradito, apenas pasó un sobresalto: un tiro desde lejos de Funes Mori que reventó el travesaño. Y, además, tuvo mala y buena suerte en un mismo minuto. Fue cuando el árbitro decidió ver en el área un agarrón a Trezeguet que nunca existió. El francés miró como para hacerse cargo del penal pero Cavenaghi le dijo que no. Y, como diría algún niño, “la mula se reconoce” y el 9 pateó el penal a la tribuna.

Para rematar una primera parte nefasta, Ramiro Funes Mori bajó a Abel Soriano como último hombre y River debió afrontar el segundo tiempo con 10. Almeyda desarregló en vez de arreglar y, de no haber sido por Vega y por alguna definición apurada de los jugadores locales, River se podría haber llevado un resultado todavía más doloroso. Igual, ya tiene mucha carga encima. Por lo pronto, Quilmes ya lo igualó...