El gesto de Barovero luego del segundo gol fue el resumen de lo que significó para River su experiencia en Oruro. No seremos los primeros ni los últimos en decirlo, pero es casi imposible jugar al máximo nivel a casi 3.800 metros sobre el nivel del mar, por no decir inhumano. Cabe destacar que el plantel 'millonario' venía preparándose hace dos semanas con cámaras hipobáricas, viagra y otras pastillas y proteínas antes del partido. Pero el esfuerzo extraordinario que hizo el equipo no alcanzó.

Como todos saben, River aguantó 80 minutos, algo realmente valorable teniendo en cuenta las condiciones anormales en las que jugó. Hasta ese momento tenía controlado el trámite y el 0-0 era casi un hecho. Con un desdoblamiento sensacional de jugadores como Ponzio, Mayada y Mora, el equipo no había sufrido lo que se preveía. De hecho, San José en ningún momento nos pasó por arriba.

A excepción de los primeros diez minutos, donde el conjunto boliviano tuvo dos claras chances de gol, no nos llegaron con real peligro. Tampoco creamos ni generamos mucho como para ganarlo. Nuestras únicas oportunidades estuvieron en los pies del 'Pity' Martínez, que otra vez demostró estar a la altura de la camiseta, y en el remate de Mora cuando aún el juego no era de nadie (¡Solari entraba solo por la derecha!).

Pero lamentablemente los famosos últimos 15 o 20 minutos en la altura se sintieron. El equipo se quedó –o sintió que ya estaba hecho–, Solari miró como Reyes tiró el centro, Barovero no completó el despeje y Orué le ganó a tres defensores en el área chica (¡Ay, Urribarri...!).

Cavenaghi ingresó para empatar el partido, pero no tuvimos ni encontramos las herramientas para lograrlo. Para colmo llegó ese tiro libre de Valverde que, viéndolo por la televisión es muy fácil sacarla, pero hay que estar en los zapatos de 'Trapito' al ver que la pelota baja a una velocidad supersónica. Esas son las ventajas que tienen los dueños de casa. Y hay que bancársela.

Más que nada, la bronca pasa porque el equipo entregó todo y el partido se perdió por errores propios y no producto de alguna situación extraordinaria debido a los más de 3.700 metros de altura. Pero ya está, no sirve de nada morderse más el labio. San José ya tendrá que venir al Monumental y ahí se verán las verdaderas caras de unos y otros. Ahora hay que poner la cabeza en el partido del domingo ante Quilmes; en la Copa nos quedan cinco finales más para revertir y olvidar esta derrota.