Medalla de plata que vale oro para Del Potro en Río de Janeiro

Todo tiene un límite, incluso el enorme corazón de Juan Martín del Potro, derrotado este domingo en la final de tenis de los Juegos Olímpicos de Río 2016 en una noche que le dejó dos certezas: una brillante medalla de plata colgando de su cuello y la seguridad de que está de regreso en el primer plano del deporte que lo vio brillar.

Del Potro cayó hoy en una dura final ante el británico Andy Murray, un 7-5, 4-6, 6-2 y 7-5 en el que dos factores fueron decisivos, el gran momento del escocés, por un lado, y el agotamiento físico y emocional del tandilense, por el otro.

Cuatro horas y dos minutos de un tenis por momentos abrumadoramente emotivo. Y luego de haber dejado en el camino, y en ocho días, a Novak Djokovic y a Rafael Nadal.

La final, que comenzó bajo un sol brillante en una luminosa tarde veraniega del falso invierno carioca y terminó en noche cerrada, no se jugó a estadio lleno. Varias butacas estuvieron vacías, lo que no impidió que cientos de argentinos le impusieran color a fuerza de cantitos y apoyo a Del Potro. Aunque en el final hubo tensión, la obsesión de muchos brasileños por apoyar a cualquier que juegue contra un argentino se fue diluyendo con el correr del partido: Del Potro, bronce en Londres 2012 y ausente del circuito dos años y medio de los últimos cinco debido a lesiones, les mostraba demasiada nobleza deportiva. No se podía maltratar a alguien que estaba dando lo que daba tras haber estado con un pie y medio fuera del tenis.

Y tampoco había razón para que los argentinos maltrataran a Murray, el primer oro en la historia en ganar dos oros olímpicos en individuales. El abanderado británico confirmó lo que es: un jugador con una muñeca que atesora todos los secretos del tenis y del que se sospecha que incluye plantadores de caucho en su árbol genealógico. Sí, porque Murray es de goma, capaz de devolver un tiro sí y el otro también, casi siempre uno más que el adversario, excepto cuando el que está enfrente es Novak Djokovic, su némesis.

El fuerte abucheo que recibió Del Potro al pisar hoy el estadio central del Parque Olímpico se transformó en 30 segundos en ovación para Murray, que entró al cemento con un raquetero verdeamarillo que incluía la leyenda "Boa sorte".

El primer set fue denso, embarullado, con un Del Potro al que parecía faltarle el aire y pesarle las piernas en exceso. Nada para extrañarse, venía de una épica victoria ante Nadal en casi tres horas de batalla. Inevitablemente eso debía sentirse hoy.

"Me asombra lo que está jugando con la deuda física que tiene", dijo a LA NACIÓN uno de los integrantes de su cuerpo técnico poco antes de la final.

Y el asombro creció cuando Del Potro comenzó a soltarse, lanzar su derecha y complicar a Murray. Del 4-1 abajo pasó a 4-4. Era ya otro partido, y pudo haber sido diferente el set también si el argentino no cedía un saque que, de haberlo ganado, lo llevaba al tie break.

Una hora y 15 de juego para sólo un set presagiaba una final extensa. Lo sería.

Del Potro abrió el segundo set quebrando el saque de su rival y no desperdiciaría esa ventaja, aunque Murray lo desesperara por momentos devolviendo todo y planteando un juego en el que el gasto casi siempre era del tandilense.

Visiblemente agotado, Del Potro se jugó a todo o nada, lanzó palo tras palo y se llevó el set con una derecha paralela desde la posición del revés, una de sus nuevas señas de identidad. Dos horas y 15 de juego, set iguales.

"Come ooooon!", gritó Murray al quebrar para 4-2 en el tercero y llevarse enseguida el set por 6-2. Del Potro parecía fundido.

¿Perdón? El tandilense abrió el tercer parcial quebrando a Murray para decir "acá estoy yo", pero a partir de entonces la final entró en un subibaja, porque el escocés -¡albricias!- dio el brazo a torcer y señales de ser de cara y hueso. Estaba cansado, sentía la presión. Cuatro juegos, cuatro servicios quebrados, 2-2.

Se entraba ya en la fase del a todo o nada, y Del Potro borró de su mente la palabra cansancio: era una noche para llevarse el oro olímpico, y no estaba dispuesto a dejar pasar la oportunidad. Por eso llegó con ventaja de 5-4 y saque a la definición del cuarto set. Apareció entonces el que, cuando llegue diciembre, se repetirá una y otra vez por televisión en la selección de "puntos del año". La pelota pasó 30 veces sobre la red a velocidades supersónicas por momentos y alturas inverosímiles en otros gracias al revés con slice de ambos. Era set point para Del Potro o alivio para Murray. Fue alivio para el escocés, porque terminó siendo 5-5.

Entonces llegó el momento más escandaloso de la noche: un espectador argentino le gritó a Murray en medio de un punto, que el británico perdió. Enseguida la seguridad se llevó a dos hincas argentinos mientras medio estadio les gritaba "¡maricones!".

Eran las 21:02 de una final que debió comenzar a las 15:30 y se retrasó una hora y media por el dobles mixtos. Cuatro horas de juego y Del Potro que salva un match point con un primer saque. Ya no sobreviviría al siguiente: su revés, extenuado tras ocho días para el recuerdo, chocó con la red. El cierre con un Murray que lloraría luego un buen rato -lo mismo Del Potro-, fue el broche perfecto para la noche: un abrazo del alma entre un argentino y un británico.


La Nación deportes