Justo en la Copa Libertadores no, habrán pensado los hinchas de Boca. ¿Qué nos importa ahora el invicto si lo venimos a perder nada menos que en el partido que menos debíamos perderlo? Ya está: la marca del equipo de Falcioni llegó a 36 partidos sin derrotas. Y cuando cayó la derrota, fue de las más dolorosas: en la mismísima Bombonera, una Bombonera repleta, y contra el Fluminense, que lo obliga ahora a ganar todo lo que le queda en la Copa para pasar de grupo sin sobresaltos.
A Boca se le presentó el partido exactamente al revés de cómo le gusta jugar: con la necesidad de remontarlo. Un centro de Deco a la cabeza de Fred le permitió al Fluminense adelantarse y pasar un primer tiempo más o menos tranquilo. Recién al borde del final, Boca aceleró y estuvo a tiro del empate. Primero con Silva, que no aprovechó un rebote del arquero tras un disparo de Insaurralde. Después Riquelme con un derechazo esquinado y, finalmente, Caruzzo, tras otro rebote.
Con la misma tónica arrancó el segundo tiempo. Pero esta vez, Boca acertó: el rebote en el palo de un tiro libre de Riquelme le cayó servido a Somoza para empujarla al arco libre. Paradójicamente, el equipo de Falcioni no se tranquilizó con el empate. Y lo pagó. Un gran desborde de Wellington, un wing de los de antes, terminó en los pies del mejor de la cancha: Deco, que metió el 2 a 1 por debajo de Orión.
A partir de ahí se vio a un Boca desconocido: impotente, impreciso, desequilibrado. Claro, la virtud de Boca pasa por bajar la cortina cuando va ganando. Y en este caso fue perdiendo casi todo el tiempo. A Boca lo sorprendió un rival que lo salió a atacar, que no tuvo en cuenta el invicto y no lo trató como a un equipo invencible. Sólo Riquelme, y nada más que de a ratos, estuvo a la altura de la circunstancias.
Seguramente, ahora se lamentará Boca por aquel empate con Zamora en Venezuela, en donde lo más probable es que vayan a ganar tanto Fluminense con Arsenal. Seguramente, ahora en Boca no estará todo color de rosa. Y Falcioni tendrá que chapear con algo diferente al invicto cuando se diga que el equipo en algunos partidos no juega bien. Porque ahora, además de no jugar bien, le tocó perder. 

Justo en la Copa Libertadores no, habrán pensado los hinchas de Boca. ¿Qué nos importa ahora el invicto si lo venimos a perder nada menos que en el partido que menos debíamos perderlo? Ya está: la marca del equipo de Falcioni llegó a 36 partidos sin derrotas. Y cuando cayó la derrota, fue de las más dolorosas: en la mismísima Bombonera, una Bombonera repleta, y contra el Fluminense, que lo obliga ahora a ganar todo lo que le queda en la Copa para pasar de grupo sin sobresaltos.

A Boca se le presentó el partido exactamente al revés de cómo le gusta jugar: con la necesidad de remontarlo. Un centro de Deco a la cabeza de Fred le permitió al Fluminense adelantarse y pasar un primer tiempo más o menos tranquilo. Recién al borde del final, Boca aceleró y estuvo a tiro del empate. Primero con Silva, que no aprovechó un rebote del arquero tras un disparo de Insaurralde. Después Riquelme con un derechazo esquinado y, finalmente, Caruzzo, tras otro rebote.

Con la misma tónica arrancó el segundo tiempo. Pero esta vez, Boca acertó: el rebote en el palo de un tiro libre de Riquelme le cayó servido a Somoza para empujarla al arco libre. Paradójicamente, el equipo de Falcioni no se tranquilizó con el empate. Y lo pagó. Un gran desborde de Wellington, un wing de los de antes, terminó en los pies del mejor de la cancha: Deco, que metió el 2 a 1 por debajo de Orión.

A partir de ahí se vio a un Boca desconocido: impotente, impreciso, desequilibrado. Claro, la virtud de Boca pasa por bajar la cortina cuando va ganando. Y en este caso fue perdiendo casi todo el tiempo. A Boca lo sorprendió un rival que lo salió a atacar, que no tuvo en cuenta el invicto y no lo trató como a un equipo invencible. Sólo Riquelme, y nada más que de a ratos, estuvo a la altura de la circunstancias.

Seguramente, ahora se lamentará Boca por aquel empate con Zamora en Venezuela, en donde lo más probable es que vayan a ganar tanto Fluminense con Arsenal. Seguramente, ahora en Boca no estará todo color de rosa. Y Falcioni tendrá que chapear con algo diferente al invicto cuando se diga que el equipo en algunos partidos no juega bien. Porque ahora, además de no jugar bien, le tocó perder.