A mediados de 2015, la salida de los referentes del plantel de Vélez Sarsfield conducido en ese entonces por Miguel Ángel Russo y, sobre todo, por sus grandes actuaciones como capitán de la Quinta División, llevaron a Gonzalo Gamarra a formar parte del plantel de Primera División. El sueño de todo jugador estaba ahí, al alcance de la mano.

En junio del mismo año, los estudios médicos de rutina en la previa del comienzo de la pretemporada le detectaron una anomalía en su corazón, algo 'raro' que merecía ser estudiado.

''Me enteré mediante un estudio que nos hicieron cuando empezamos la pretemporada con Primera. Me dijeron que podía tener una posible miocardiopatía hipertrófica y por las dudas no me dejaron entrenar hasta que sepan bien lo que tenia, eso necesitaba un proceso de 6 meses sin entrenar. Ahí fue cuando empezó todo'', contó el joven.

Gamarra arrancó 2016 con la certeza menos esperada: el diagnóstico 'miocardiopatía hipertrófica' le imposibilitaría seguir con su carrera como futbolista, ya que, en caso de que jugadores de alta competencia que sufran esta patología y no detengan su entrenamiento, se corre el riesgo de sufrir una muerte súbita.

La institución de Liniers no sólo no le cerró las puertas, sino que además le propuso sumarse al cuerpo técnico del fútbol infantil y le dio una beca en el Instituto Dalmacio Vélez Sarsfield para terminar el secundario. Hoy en día, trabaja con las categorías 2007/2008 y también con la 2010/2011.

''Si le pasa a otra persona le diría que no baje los brazos, que la vida sigue, que ante cualquier adversidad siempre hay que ir al frente, que cada uno dice hasta donde se puede llegar y que puede hacer y qué no'', sostiene Gamarra.

Marcelo Bravo, ex jugador de Vélez, sufrió exactamente la misma patología hace ya 11 años y, luego de brillar en el primer equipo campeón en 2005 de la mano de Russo, también tuvo que abandonar el fútbol, y fue quien aconsejó y alentó al joven Gamarra.