El mismo Boca
Sin Riquelme, sin Clemente y sin Erviti, el equipo de Falcioni no extrañó a nadie: le ganó 2 a 0 a San Lorenzo con goles de Sánchez Miño y Mouche con la fórmula de siempre: efectividad en ataque y solidaridad en defensa.
Cuando un equipo tiene muy claro lo que quiere, a veces no importan los intérpretes. Y este Boca sabe lo que quiere como ninguno. Por supuesto que se extrañó la pausa de Riquelme y sus habilitaciones para los delanteros, y también las trepadas de Clemente Rodríguez, pero Boca lo resolvió de otra manera. Con más vértigo, pero, eso sí, con la contundencia y efectividad de siempre. El cuadro de Falcioni no necesita que suban sus laterales ni generar muchas situaciones para meter un gol. Y cuando lo mete... que el rival se olvide. Y más si se encuentra con un equipo impotente como San Lorenzo. Fue ni más ni menos que lo pasó en el Nuevo Gasómetro.
Boca fue el Boca de habitualmente. San Lorenzo, un equipo nervioso, angustiado por la situación que vive y nublado para jugar. Un solo jugador tuvieron los de Boedo que siempre entendió lo que había que hacer: Néstor Ortigoza. Claro, no fue suficiente. Porque Bueno, el uruguayo que le había cambiado la cara al equipo, estuvo más preocupado por pelear que por jugar. Fue justo él el que desperdició el empate en la única jugada que la defensa de Boca se desconcentró: centro de Salgueiro y cabezazo afuera.
Al cabo, San Lorenzo iba a sufrir esa falla, porque ni antes ni después pudo volver a ver a Orión de cerca. A esa altura, Boca ya había aprovechado un mal control de Kalinski y una gran maniobra de distracción de Silva para que Sánchez Miño la pudiera clavar abajo de zurda. Ahí empezó a cerrarse el partido. Porque eso es lo que hace precisamente Boca una vez que mete un gol: baja la cortina.
Desesperado, Madelón mandó a la cancha a Romagnoli y a Nahuel Benítez y, pese a contar con un enganche y tres delanteros, San Lorenzo no tuvo más peso ofensivo. Y, a cambio, se regaló atrás exageradamente. Sólo era cuestión de que Boca acertara un contraataque y chau. Lo manejó Chávez y lo cerró Mouche.
Fue el final perfecto para el presente de cada uno. Boca, feliz, con el invicto al borde del record. San Lorenzo, al borde del abismo, con Méndez y Bueno haciéndose echar y complicando un poco más el futuro.