Le falta alma, personalidad, derrocha pelotazos y algunos de sus jugadores parecen timoratos. Es como si el mundo Boca se los estuviese devorando de a poquito. Algunos solo aprendieron la parte que cualquier jugador hoy día aprende primero: saben con qué periodistas les conviene hablar, a quienes no acercarse, cuándo y qué decir, etc. Dentro de la cancha, poco y nada.

Los hombres de selección no anduvieron, el arquero falló varias veces, el cinco no fue el eje y la revoleó mucho, el capitán es solamente el portador de la cinta que quedó vacante y pierde más de lo que gana, el siete un día va a terminar enredado con sus propias piernas, el nueve que no patea al arco y el nuevito fue el más movedizo y el que más intentó. Todos síntomas de qué algo no anda bien.

Seguramente algunos piensen que “muerto el perro se acabó la rabia”, pero están equivocados. Lo que a Boca le falta son líderes. De los futbolísticos y de los otros. Tipos que sientan la camiseta, que no les pese, que la pidan cuando la pelota queme, que no se la crean, que cuando La Bombonera brame “hay que poner más huevo”, tengan lo que hay que tener para no esconderse. Jugar con la camiseta de Boca no es para cualquiera, y últimamente por esta gloriosa institución han pasado muchos que no estuvieron a la altura.

En el banco se observa un DT que no encuentra respuestas en sus dirigidos, que cambia, que busca variantes y que no logra el rendimiento óptimo. Un rendimiento que esté a la altura de Boca. Independientemente de las estadísticas a las que hizo referencia justamente en la última conferencia Carlos Bianchi, se ve un equipo frágil. Que gana, que empate y que pierde con cualquiera.

Muchas de las fallas individuales de este equipo las solucionaba Riquelme, él tapaba la impericia de otros en muchos momentos. Hoy ya no está, y Boca lo sufre, lo va a sufrir. Cada pase delicioso, gol o lujo que haga con la camiseta de Argentinos es una puñalada al centro del corazón del hincha. Eso está muy claro.

El hincha termina siendo rehén de todas esas cuestiones. De operaciones, de futbolistas que no dan la talla, de gente que pone sus intereses por encima de Boca y de dirigentes que desconocen la historia de la institución más grande de la Argentina y ponen a prueba a los ídolos, que todavía no entienden que hay que estar a la altura de Boca. Y eso no es para cualquiera.