Toda competencia extrema tiene sus consecuencias pero en este caso son demasiado furas. En sus 35 años de historia, el Rally Dakar acumula 62 muertes de las cuales 23 corresponden a pilotos y copilotos. El resto de las víctimas ni siquiera forman parte de los participantes, y se distribuyen entre espectadores, periodistas y asistentes.

En el 2014 a tan solo seis días desde el inicio, el Dakar se cobró tres vidas. Dos corresponden a los periodistas Daniel Diambrosio y Agustín Mina y una al piloto belga Eric Palante. En primer caso perdieron la vida cuando se desbarrancó el vehículo en el que viajaban mientras cubrían el evento, el otro fue encontrado muerto en el kilómetro 143 de la etapa especial número 5.

El Rally Dakar, anteriormente Rally París-Dakar, desde 1979 hasta 2008 llevaba a los corredores desde alguna ciudad de Europa hasta Dakar, la capital de Senegal pero desde el 2009 se mudó a Sudamérica. Comenzó corriéndose en Argentina y Chile y después también se sumaron Perú y Bolivia. Desde sus inicios se lo catalogó como uno de las competencias más duras.

La historia de esta competición también fue trágica incluso para su creador ya que en 1986 falleció al estrellarse el helicóptero en el que viajaba. En ese mismo accidente además de Thierry Sabine murieron el cantante francés Daniel Balavoine, la periodista Nathalie Odent, el piloto suizo Francois Xavier Bagnoud y el técnico de la radio y televisión de Luxemburgo Paul Le Four.

Desde que se corre en Argentina la tragedia continúa muy cerca de la competición. En 2009 dos personas murieron al colisionar un vehículo particular con un camión de asistencia en el tramo entre La Serena y Ovalle y el piloto Pascal Terry que corría en motocicleta falleció por edema pulmonar.

Al año siguiente sucedió un extraño caso. Jean-Michel Baron murió luego de estar en estado vegetativo durante 24 años ya que su accidente correspondió a 1986. Esa misma competición la espectadora Natalia Sonia Gallardo, muerió atopellada en cercanías de Alpa Corral en una zona irreglamentaria de Córdoba por la camioneta Desert Warrior que era conducida por el alemán Mirco Shultis y navegado por el checo Ulrich Leardi.

En 2011 Marcelo Reales, de 42 años, manejaba un Rastrojero hasta que fue embestido por una Toyota Hilux número 410, conducido por el piloto Eduardo Amor, en un tramo de enlace en cercanías de la ciudad catamarqueña de Tinogasta. En esa carrera también perdieron la vida dos trabajadores mientras montaban una carpa antes que iniciara la competencia.

Al año siguiente, el piloto de moto Jorge Martínez Boero sufrió un traumatismo de tórax durante la competición. Además un hombre de 37 años y su hijo de 11 años fallecieron al estrellarse con su avioneta con la intención de seguir el trayecto de los pilotos. La última muerte de ese año corresponde a un motociclista colombiano que fracasó en el intento de seguir el Rally Dakar en Perú tras perder el control de su vehículo.

En 2013 Thomas Bourgin, un joven piloto de motos de 25 años, murió cuando colisionó de forma frontal con un vehículo policial cuando realizaba el enlace entre Calama y Salta en el kilómetro 140 de la ruta 27, cerca del Paso de Jama.

Con estos números uno podría llegar a preguntarse ¿vale la pena una competencia si el daño colateral son tantos muertos?