Cuatro gritos rojos en el Coco
Racing se puso arriba con gol de Teo pero nunca tuvo sustento futbolístico e Independiente se lo dio vuelta con autoridad y dos de Parra. Al final, ya expulsados Zucculini y Teo, Vidal y Patito Rodríguez pusieron un 4 a 1 que le diría adiós a Basile.
“Es para vos, es para vos, para que sepas que en el barrio mando yo”, alardeaba la tribuna de Independiente mientras el equipo daba una muestra de autoridad ante un Racing que se rendía mansito justo en el partido que sus hinchas menos pretenden que se rindan.
Ya habrá espacio para elogiar a Independiente, pero antes hay que preguntarse qué quedó de aquel equipo que el lunes, aun jugando mal contra San Lorenzo, pareció compenetrado en no perder para que Alfio Basile mantuviera su cargo. El Coco, que se rindió antes de lo debido, ya que antes del arranque de la octava fecha y con apenas cuatro meses de trabajo, anunció que no podía hacer funcionar al equipo (¿trabajó lo suficiente para lograrlo?) y el equipo, creyendo en la palabra de su conductor, no funcionó. 
Y no funcionó Racing aunque le regalaron un gol cuando el clásico recién daba sus primeros pasos y ya pintaba complicado. Milito quiso salir jugando, le regaló la pelota a Hauche y Hauche le regaló el gol a Teo Gutiérrez. Pese a estar arriba desde temprano, Racing nunca justificó esa ventaja. No lo justificó desde lo futbolístico ni desde lo anímico. En el único momento que se vio algo de orgullo fue cuando se quedó con dos menos e intentó llegar al empate a través de alguna pelota parada. No sería suficiente.
Mientras Basile hizo lo que hizo con su equipo, Cristian Díaz, desde su humildad, hizo todo lo contrario. Independiente tiene conceptos de equipo, se ve la mano de su entrenador, desde la formación hasta la manera de jugar. Para el clásico no pudo contar con tres futbolistas fundamentales, uno por línea (Tuzzio, Fredes y Farías, nada menos). Lejos de quejarse, Díaz se arregló con lo que ofrecía su plantel, sin desmerecerlo en ningún caso. 
Independiente no salió a ver qué podía pasar, salió a ser protagonista, a cargar con el peso del partido, con tres delanteros (Villafáñez, Parra y Patito Rodríguez), dos volantes internos con llegada (Monserrat y Ferreyra) y una defensa que achicó hacia adelante para que el equipo siempre fuera corto. Y para que Teo, en su mundo, viviera en offside. Tan firme estaba Independiente que se recuperó enseguida del gol en contra y tan rápido como empató Parra volvió a ser amo y señor del clásico. Nunca iba a dejar de serlo.
Podrá protestar Racing el segundo gol pero aunque fuera un toquecito leve, Zucculini hizo caer a Patricio Rodríguez cuando estaba a punto de meter el 2 a 1: penal, expulsión y segundo de Parra. Enseguida se hizo echar Teo y ahí, los nueve que quedaron con Saja como líder, intentaron lo que no habían intentado 11 contra 11. Pero Independiente esperaba agazapado para el golpe final. Y no fueron uno, fueron dos: uno de Vidal y uno de Patito. Avellaneda tiene dueño.

“Es para vos, es para vos, para que sepas que en el barrio mando yo”, alardeaba la tribuna de Independiente mientras el equipo daba una muestra de autoridad ante un Racing que se rendía mansito justo en el partido que sus hinchas menos pretenden que se rindan.

Ya habrá espacio para elogiar a Independiente, pero antes hay que preguntarse qué quedó de aquel equipo que el lunes, aun jugando mal contra San Lorenzo, pareció compenetrado en no perder para que Alfio Basile mantuviera su cargo. El Coco, que se rindió antes de lo debido, ya que antes del arranque de la octava fecha y con apenas cuatro meses de trabajo, anunció que no podía hacer funcionar al equipo (¿trabajó lo suficiente para lograrlo?) y el equipo, creyendo en la palabra de su conductor, no funcionó. 

Y no funcionó Racing aunque le regalaron un gol cuando el clásico recién daba sus primeros pasos y ya pintaba complicado. Milito quiso salir jugando, le regaló la pelota a Hauche y Hauche le regaló el gol a Teo Gutiérrez. Pese a estar arriba desde temprano, Racing nunca justificó esa ventaja. No lo justificó desde lo futbolístico ni desde lo anímico. En el único momento que se vio algo de orgullo fue cuando se quedó con dos menos e intentó llegar al empate a través de alguna pelota parada. No sería suficiente.

Mientras Basile hizo lo que hizo con su equipo, Cristian Díaz, desde su humildad, hizo todo lo contrario. Independiente tiene conceptos de equipo, se ve la mano de su entrenador, desde la formación hasta la manera de jugar. Para el clásico no pudo contar con tres futbolistas fundamentales, uno por línea (Tuzzio, Fredes y Farías, nada menos). Lejos de quejarse, Díaz se arregló con lo que ofrecía su plantel, sin desmerecerlo en ningún caso. 

Independiente no salió a ver qué podía pasar, salió a ser protagonista, a cargar con el peso del partido, con tres delanteros (Villafáñez, Parra y Patito Rodríguez), dos volantes internos con llegada (Monserrat y Ferreyra) y una defensa que achicó hacia adelante para que el equipo siempre fuera corto. Y para que Teo, en su mundo, viviera en offside. Tan firme estaba Independiente que se recuperó enseguida del gol en contra y tan rápido como empató Parra volvió a ser amo y señor del clásico. Nunca iba a dejar de serlo.

Podrá protestar Racing el segundo gol pero aunque fuera un toquecito leve, Zucculini hizo caer a Patricio Rodríguez cuando estaba a punto de meter el 2 a 1: penal, expulsión y segundo de Parra. Enseguida se hizo echar Teo y ahí, los nueve que quedaron con Saja como líder, intentaron lo que no habían intentado 11 contra 11. Pero Independiente esperaba agazapado para el golpe final. Y no fueron uno, fueron dos: uno de Vidal y uno de Patito. Avellaneda tiene dueño.