Ayuda para un hombre bueno
Javier Cantero quiere acabar con la barra brava de Independiente y ayer tuvo que soportar un apriete en el propio club. Aunque reconoce que “tengo miedo”, no piensa retroceder en esta cruzada. Ojalá que la gane. Por el bien de todos.
Del dicho al hecho... Ahí está Javier Cantero tratando de cumplir con lo que prometió al presentarse como uno de los candidatos a presidente de Independiente: terminar con la barra brava. La gente le creyó a Cantero, un socio común y corriente, como cada uno que domingo por medio se acerca hasta Avellaneda o todos los fines de semana se prende a la tele para seguir al club de sus amores. Y a esos socios que le creyeron, Cantero no quiere defraudarlos. Pese a que está metido en un baile bravo, tal vez el más bravo en el que se pueda meter un dirigente del fútbol argentino, el titular de Independiente está dispuesto a bailar. Y eso significa correr riesgos. Ya lo sabe Cantero, lo tiene asumido. Y seguirá yendo al frente. Porque, al revés, de lo que creen los violentos de todos los clubes, tener aguante es poner la cara y el cuerpo como lo está haciendo el presidente y no ir a apretar en patota. “Yo le tengo miedo a esas 150 personas, pero más miedo le tengo al castigo social de que me digan que no cumplí con lo prometido”, reconoce Cantero y habría que aplaudirlo de pie ante semejante declaración.
Treinta de esos 150 a los que Cantero le tiene miedo, fueron el jueves a la tarde a apurar al presidente en su oficina. Le pidieron entradas, micros para los traslados y poder guardar las banderas grandes en el estadio. Cantero, como ya lo había hecho otras veces, volvió a decirles que no. No hubo agresión física (“son bastante inteligentes para no hacerlo cuando hay cámaras de seguridad”, explicó), sólo verbal. Y aunque desde el gobierno le ofrecieron ponerle guardaespaldas, Cantero no aceptó porque pretende seguir con su vida normalmente.
Lo que hay que ofrecerle a Cantero es ayuda. Si estos delincuentes llegaron a ser lo que son dentro del club fue gracias a la complicidad de Julio Comparada, de Julio Grondona y hasta de la policía. El ex presidente de Independiente “contrató” a los barras como guías acomodadores del estadio y, un par de años después, los puso directamente a colaborar con la seguridad en la cancha. A los pocos días de cumplir con este “servicio”, el arquero de Defensor de Montevideo no perdió un ojo de milagro por un proyectil que partió desde el sector de la barra en un partido por la Sudamericana que Independiente iba a ganar en el 2010. El monstruo ya era incontenible.
Ahora llegó un hombre bueno para tratar de detenerlo. Lo mínimo que nos debemos pedir, cada uno desde el lugar que pueda, es que Cantero no se quede solo.
 

Del dicho al hecho... Ahí está Javier Cantero tratando de cumplir con lo que prometió al presentarse como uno de los candidatos a presidente de Independiente: terminar con la barra brava. La gente le creyó a Cantero, un socio común y corriente, como cada uno que domingo por medio se acerca hasta Avellaneda o todos los fines de semana se prende a la tele para seguir al club de sus amores. Y a esos socios que le creyeron, Cantero no quiere defraudarlos. Pese a que está metido en un baile bravo, tal vez el más bravo en el que se pueda meter un dirigente del fútbol argentino, el titular de Independiente está dispuesto a bailar. Y eso significa correr riesgos. Ya lo sabe Cantero, lo tiene asumido. Y seguirá yendo al frente. Porque, al revés, de lo que creen los violentos de todos los clubes, tener aguante es poner la cara y el cuerpo como lo está haciendo el presidente y no ir a apretar en patota. “Yo le tengo miedo a esas 150 personas, pero más miedo le tengo al castigo social de que me digan que no cumplí con lo prometido”, reconoce Cantero y habría que aplaudirlo de pie ante semejante declaración.

Treinta de esos 150 a los que Cantero le tiene miedo, fueron el jueves a la tarde a apurar al presidente en su oficina. Le pidieron entradas, micros para los traslados y poder guardar las banderas grandes en el estadio. Cantero, como ya lo había hecho otras veces, volvió a decirles que no. No hubo agresión física (“son bastante inteligentes para no hacerlo cuando hay cámaras de seguridad”, explicó), sólo verbal. Y aunque desde el gobierno le ofrecieron ponerle guardaespaldas, Cantero no aceptó porque pretende seguir con su vida normalmente.

Lo que hay que ofrecerle a Cantero es ayuda. Si estos delincuentes llegaron a ser lo que son dentro del club fue gracias a la complicidad de Julio Comparada, de Julio Grondona y hasta de la policía. El ex presidente de Independiente “contrató” a los barras como guías acomodadores del estadio y, un par de años después, los puso directamente a colaborar con la seguridad en la cancha. A los pocos días de cumplir con este “servicio”, el arquero de Defensor de Montevideo no perdió un ojo de milagro por un proyectil que partió desde el sector de la barra en un partido por la Sudamericana que Independiente iba a ganar en el 2010. El monstruo ya era incontenible.

Ahora llegó un hombre bueno para tratar de detenerlo. Lo mínimo que nos debemos pedir, cada uno desde el lugar que pueda, es que Cantero no se quede solo.