La de anoche fue la derrota más ‘boluda’ que recuerdo en mucho tiempo, y les pido perdón por mi vulgaridad. Me cuesta encontrar un término que se adecue a lo que vimos en el Monumental.
Tranquilamente se puede hacer un paralelismo con un típico partido de Copa: River arranca con todas las pilas, consigue la ventaja temprano y luego le empatan a través de un gol absurdo. Acto siguiente, la gente presiona al equipo, este se pone nervioso y comete todo tipo de errores.

El desenlace lo conocen todos. River termina perdiendo el partido de la manera más insólita. Eso ocurrió este miércoles por la noche ante Godoy Cruz. Durante los primeros quince minutos, el equipo de Ramón parecía el equipo de Ramón de los gloriosos 90’s: triangulaciones, toques de primera, pases al vacío y una notable superioridad ofensiva en cada ataque.

Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos llegó el primer baldazo de agua fría. Todo River se durmió en un córner en contra y Leandro Grimi (aunque les parezca un mal chiste, ese muchacho jugó en el Milan), nos empata el partido. Más allá de la falla grupal en la gestación de la jugada, Barovero y Ponzio fallan en el momento determinante.

Como comentamos antes, inmediatamente la gente comenzó a empujar enfáticamente (no a apoyar) y el equipo perdió la brújula (un claro defecto de los futbolistas). Pese a que el gol de la visita fue un accidente –el ‘Millo’ jugaba bastante mejor hasta el momento–, los dirigidos por Ramón Díaz se desesperaron precipitadamente. Y con el apuro, llegaron los errores conceptuales.

Para colmo, tampoco tuvimos suerte ni con las lesiones ni con el arbitraje. Mercado salió lesionado en el primer tiempo, y Éder Álvarez Balanta fue expulsado muy equivocadamente en la segunda etapa.

Como ocurre el 90% de las veces, jugar con un hombre de más se siente y bastante. En un principio, daba la impresión de que el conjunto mendocino manejaba con sabiduría la situación, sin embargo, sobre el final del partido River “se le fue al humo” y el que pareció con uno menos fue el ‘Tomba’.

Peeero… evidentemente no era la noche del Más Grande. En la última jugada del partido, Ponzio pierde a un jugador ‘bodeguero’, éste encara al arco ‘millonario’ como si estuviera en el patio de su casa –nadie sale a presionar–, descarga  para el compañero mejor ubicado –Pezzella falla en la marca– y River pierde un partido insólito, el cual tuvo todo para ganarlo ante un equipo que pelea por no descender.

Salvo los primeros momentos del partido, los de Ramón Díaz no pueden repetir una actuación como esta si pretenden ser el mejor equipo del torneo y darle una alegría a la gente. El nerviosismo y los errores conceptuales (grupales e individuales) fueron la clave de la derrota. El ‘Pelado’ deberá tener una profunda charla con sus jugadores donde les deberá exigir más compromiso y concentración dentro y fuera de la cancha.