Víctor Frexianes: "El editor es un mediador y, al mismo tiempo, un estratega"
Con Santiago de Compostela como ciudad invitada de honor en la 42 Feria del Libro; Mar Maior se abre camino en nuestro país para recuperar a los clásicos de Galicia y de autores- y descendientes de- gallegos en la Argentina.
Mar Maior con presencia en España, Brasil y Argentina es una nueva editorial que se considera a sí misma como "una ventana gallega abierta al mundo". Nace y se desprende de Galaxia, sello clásico que nació en Santiago de Compostela en 1950 que cuenta con "un fondo editorial de 2.000 volúmenes entre los que están las obras más representativas de la literatura gallega".
"MAR MAIOR/Argentina es una editorial argentina creada por gallegos en la Argentina. Gallegos residentes en la Argentina y gallegos de Galicia. Para nosotros Argentina es una parte de Galicia, la memoria de nuestros abuelos, el cariño de sus nietos, con los que nos sentimos unidos, y creemos también que no se puede entender la Argentina sin los gallegos, en palabras del escritor ensayista Antonio Pérez Prado", explica el escritor en lengua gallega, periodista, editor y profesor Víctor Fernández Frexianes que está de visita en Buenos Aires en la 42a Feria Internacional del Libro.
El catálogo, con el que se inaugura la editorial, incluye la recuperación de clásicos de la cultura gallega (Eduardo Blanco Amor, Álvaro Cunqueiro, Emilia Pardo Bazán, la pintura de Maruja Mallo), junto con autores y autoras contemporáneos (Xavier Alcalá, Begoña Caamaño, Xosé Antonio Neira Cruz, Antón Riveiro Coello), y argentinos descendientes de la estirpe galaica, como María Rosa Lojo y Leonor Beuter.
Al respecto, Freixanes explica: "El lanzamiento inicial de Mar Maior, a modo de presentación, hay que entenderlo así, se apoya en dos líneas básicas: la reivindicación de los clásicos y la presentación de contemporáneos, todos relacionados con la cultura gallega. Tal planteamiento incluye la presencia de autores o autoras argentinos que para nosotros son también parte de Galicia, como es el caso de María Rosa y de Leonor, y de otros que esperamos poder seguir incorporado.
— El año pasado el escritor José Manuel Fajardo estuvo en Argentina y analizó el mundo editorial de su patria en la que remarcó que “condicionar la publicación de literatura a la rentabilidad le está haciendo un daño atroz a la literatura en España” ¿Cree que se existe ese condicionamiento basado en la pura rentabilidad?; ¿O está más relacionado con una retracción en el consumo que afecta al mercado editorial como planteó usted ya en el 2012?
— Giulio Einaudi, el gran editor italiano, diferenciaba en los años 50 y 60 la edición de cultura de la edición de mercado. La edición de cultura se fundamenta en el principio de la calidad y la exigencia crítica, con la intención de contribuir al discurso de construir una sociedad mejor, la libertad de expresión, el debate de las ideas... La edición de mercado sólo aspira al beneficio económico: sólo le da a la gente lo que la gente quiere (o lo que a los que mandan les interesa que la gente quiera, activando apetitos primarios). La edición de mercado es fría, nunca arriesga. Ni que decir tiene que nosotros estamos entre los primeros (la edición de cultura), aunque necesitemos de retornos económicos para subsistir, lógicamente. En los últimos tiempos, la edición de mercado, entregada a la busca y captura del máximo beneficio, se está comiendo a la edición de cultura. Es verdad. Pero no es sólo un fenómeno español o argentino. Ni exclusivo del mundo del libro. Es un fenómeno occidental, que está muy relacionado con los procesos de concentración capitalista y la estrategia neoliberal de crecimiento. Pero todo pasará. Llevan dentro el cáncer de su propia destrucción: el gigantismo.
— ¿Cuál cree que es el rol de un editor?; ¿ Observa diferencias palpables de oficio entre el mundo editorial español y el argentino?
— No veo grandes diferencias. El planteamiento de base en todas partes es el mismo: el editor es un mediador y, al mismo tiempo, un estratega. Mediador entre el creador y la audiencia. Debe saber detectar las posibilidades de un texto o de un proyecto, y adecuarlo en todos los sentidos para que llegue del modo más eficaz posible a los lectores. Pero dentro de una filosofía. No hay editores neutros. Los que se declaran neutros son casi siempre esos que Enaudi define como “de mercado”. Su neutralidad es exclusivamente el beneficio económico, no la responsabilidad social de lo que editan. Les da lo mismo una cosa u otra con tal de vender. El editor , tal y como yo lo concibo, es el primer responsable de los libros que edita (incluso cuando se equivoca) y debe defender también una idea, un proyecto de sociedad, un modelo de relaciones y de convivencia, una filosofía, que se refleja en su catálogo, en sus autores y autoras. Eso es lo que yo llamo una estrategia.
— Uno de los rechazos más habituales en el ambiente de lectores y de la literatura contemporánea argentina es hacia las traducciones españolas prefiriéndose las rioplatenses. Incluso el premio Nobel Coetzee en una mesa en la Feria planteó que las traducciones “no debían pasar por Europa ni el Norte” y realizarlas de sur a sur (Australia- Argentina) ¿Cómo enfrentan el desafío del pasaje del gallego al castellano y la recepción en nuestro país?
— Es un debate muy interesante y muy importante, que se refiere a la circulación de un cierto estándar de lingua en el plano supranacional: el ámbito posible de un hispanismo lingüístico, que tiene sus orígenes en Castilla (España es algo más que Castilla), pero su futuro y su gran pulmón en Latinoamérica, muy fundamentalmente en México y en la Argentina, incluso diría que en los hispanohablantes de los Estados Unidos. Los españoles tienen que aceptar esa realidad, y de hecho me consta que lo están haciendo, desde la Real Academia de la Lengua Española y de la Asociación de las Academias de la Lengua Española en el mundo, instituciones que por cierto preside un gallego, Darío Villanueva. Hay quien no lo ve así, pero en cualquier caso el debate debe ser general y plantea dos concepciones del idioma: el localista y el más universal.
En MAR MAIOR también nos hemos planteado este debate. Cuando se trata de traducir autores contemporáneos que escriben en gallego, lo entiendo. La traducción debe acercar el texto lo más posible a los receptores potenciales. Me cuesta más entenderlo cuando esos autores son clásicos, como Eduardo Blanco Amor, que vivió 40 años en Argentina, escribió en Argentina gran parte de su obra en gallego y tradujo él mismo al castellano (a su castellano) “A esmorga”, o en casos como Emilia Pardo Pazán, Julio Camba, Ramón María del Valle-Inclán o Camilo José Cela, gallegos los tres, que escribieron en castellano. En esos casos convendría respetarlo, porque ¿de que se trata si no? ¿De poner a Borges, a Cortazar, a Ernesto Sábato, a Lugones, a Quiroga en el castellano de Valladolid? ¿O a Jorge Amado en el portugués de Lisboa? La variedad no sólo es una riqueza, también la marca de identidad del discurso.
— Considerando que usted remarcó en entrevistas previas que es un hecho que escribimos y leemos de otra manera desde que existe la computadora/ordenador y que es algo que sigue evolucionando como, por ejemplo la lectura fragmentaria de Twitter, el lema “Un mar para navegar todos” ¿apunta a esos cambios?
— Apunta a esos cambios y a algo más: un mar para navegar todos quiere decir un mar abierto, democrático, en el que se respetan las opiniones (siempre que las opiniones que se emiten también se respeten entre si) y en el que la pluralidad es una riqueza. Una editora que sale el mundo con la marca de Galicia es una editora que debe tener por principio, el respeto a los otros, porque nosotros, los gallegos, hemos luchado mucho para hacernos respetar. Todo el que tenga algo que decir debe tener un sitio es esta navegación.
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