Un día de furia en "Farmacia"
La novela de Marcelo Guerrieri logra, en una trama que sucede en poco más de 24 horas consecutivas, transmitir el tedio, los deseos y la desesperación que carcomen a Marisa y a cada uno de los que trabajan en una farmacia en un turno que parece eterno.
"Antes de las siete", "A la mañana", "Al mediodía", "Por la tarde", "Después de las siete" son los cinco apartados en los que Marcelo Guerrieri estructura una novela en la que viene trabajando desde hace varios años y que por momentos permite establecer ciertos hilos dramáticos continuos con Sábado de Ian McEwan (2005) donde las protestas, lo cotidiano y lo ético se llevan al plano de las decisiones espontáneas.
El autor de El ciclista serial (2005; Premio Nueva Narrativa Sudaca Border) solía leer fragmentos de Farmacia (Factotum Ediciones, 2016) en lecturas colectivas y hay una escena puntual -que es el comienzo de la hecatombe personal de Marisa; personaje central y a cargo de realizar los preparados en el laboratorio- que él leyó varias veces en voz alta; cuando, una madrugada de turno, un joven con una herida cortante exige que le vendan agua oxigenada y curitas a través de los barrotes.
Marisa se niega a venderle el desinfectante y pone en juego el juramento hipocrático: "Andá al Evita. Ahí en la guardia te van a curar..."; una frase que al principio queda flotando hasta que el autor comienza a desarrollar los motores del prejuicio y la discriminación- "Un pibe, con una pinta de chorro tremenda"- para transformar ese 14 de diciembre de 2009 en un día con carácter jánico.
Guerrieri- a fuerza de detalles y observaciones- construye personajes con movimientos precisos y diálogos que por momentos parecen no conducir a ningún lado aunque funcionan como parte de un clima de hastío que va in crescendo.
El episodio de discriminación no es lo único que genera conflictos sino también una triángulo amoroso entre Marisa, Roberto y Aníbal que fluye con idas y vueltas, una tibia trama lésbica entre Lara y Amalia, un poco de humor en la relación maquinal entre la déspota Lucía y el Señor Osvaldo (dueño de la Farmacia), y otros personajes que van y vienen- algunos como meros aglutinadores- otros con una relevancia insospechada y determinante.
Guerrieri elige situar la novela en el clima de tensión con el Unasur reunido producto del golpe de estado a Honduras, los titulares de TN "Un muerto en un tiroteo" (¿hay ahí un juego perverso de supuesta absolución que hace pensar que el joven de la madrugada podría realmente ser un ladrón?; ¿modifica algo la situación de Marisa?), Sandro hospitalizado, una manifestación de piqueteros sobre la avenida en la que está emplazado el local y otra vez, el prejuicio.
La presión también está en todo lo que se rompe. Los vidrios- una vidriera que estalla, frascos que se caen, anteojos oscuros que ocultan- funcionan como una metáfora de lo frágil de ese ecosistema de escasos empleados que deben lidiar con la burocracia, jubilados del PAMI, sus morales, elegir el canal de las noticias o documentales de Encuentro en el televisor del salón de ventas, gustos y la idea de "todo lo que había era un constante presente en la farmacia".
La novela tiene la rapidez de lectura que generan los diálogos casi excluyentes y las observaciones mentales de los personajes que transitan ese día que parece eterno; aunque ser un ave fénix no siempre absuelve ni resuelve las tramas.
Farmacia, de Marcelo Guerrieri
Novela, 2016
Factotum Ediciones
136 páginas.