"La llave, la escuadra, la regla, el nivel/brillaban en el suelo./El nivel de Teodoro/ tenía su lágrima adentro", escribió José Pedroni en El nivel su lágrima (1963). Unas líneas elegidas, entre otras, que llevan a pensar en la medición desde distintas perspectivas. Perspectivas en las que las voces se escribe a lo largo de las páginas de Chuan y Mil galletitas. 

En la primera novela de Luciana Czudnowski, Chuan (Editorial Conejos, 2016) se cuenta la historia de una chica que está enamorada del chino que atiende el supermercado cerca de su casa. Con capítulos breves, como un formato destinado a niños, Czudnowski inicia el relato con el cumpleaños número once de la protagonista y una dramática desaparición. 

El sentimiento de enamoramiento se desarrolla con habilidad a lo largo de las páginas donde no solo el duelo con lo tanático aparece ante cada frustración-como una bola de arroz asesina "hasta matarle el bebé" - sino que la pubertad va modificando las sensaciones entre los descubrimientos propios: "Yo tenía un solo jean. Cuando lo usaba mucho, el cuadradito, del lado de adentro, olía" y la necesidad de "actuar como una mujer".  

El desarrollo temporal de Czudnowski, a través de los cumpleaños, no funciona como único foco ya que resalta también lo que los chicos escuchan, repiten y entienden a su manera: "La palabra cáncer no se decía en casa. Se decía: el abuelo tuvo «un problema »" o "Una vez en séptimo me dijeron  «judiíta», me dibujaron una estrella en el brazo y se rieron. Yo no soy como ellos. Yo respeto a los negros y a los chinos" y las propias fantasías sobre lo que es el amor: "A veces algo me parece tan lindo que me gustaría romperlo". 

El uso de la primera persona genera dramatismo en este caso y la sensación de una lectura honesta, de un personaje posible, que no busca ser malo o bueno sino obtener lo que cree que desea.  

Otro de los puntos a destacar en Chuan es cómo el personaje pone de relieve cuestiones de género, por ejemplo sobre cómo cree que debe comportarse una mujer pero al mismo tiempo cuándo elige ignorarlo y ser nena. Czudnowski utiliza esa mirada de limbo entre la niñez y la adultez para introducir tópicos, posiciones, clichés, prejuicios, situaciones familiares- como un padre ausente- y esa idea de viaje corporal y mental que implica crecer.  

En el caso de Mil galletitas (Hojas del Sur, 2016), también primera novela de Diego Tomasi la voz del niño llega como un segundo personaje a partir de la necesidad de un hombre mayor de "escribir una novela en una semana". Son las manos de Emilio Aráoz, las del "temblor extraño", las que darán vida- en una historia dentro de otra- a la de Nahuel "Bichito", un nene de seis años,  que se plantea el desafío de comer mil galletitas en un día. 

Tomasi apunta a dos historias que se unen ante la necesidad de un mandato autoimpuesto- terminar una novela, deglutir bestialmente galletitas- y que se van conectando sentimentalmente. Es el texto que parece complementario, la novela que va escribiendo Aráoz, la que permite conocer al personaje que lo presenta a partir de las inseguridades, tachaduras y la necesidad de entender cómo escribir aquello que se está relatando, casi como un juego escheriano de manos que se superponen pero al mismo tiempo crean. 

Elsa, la amiga de Aráoz, funciona como una voz de conciencia que hace preguntas, que insiste, que sopesa y que ayuda a Aráoz a avanzar ante los estancamientos sobre cómo escribir y que permiten pensar en el proceso que atravesó el propio autor para manejar el momento de terminar la novela propia y la de terminar la del personaje que escribe su historia. 

A lo largo de la trama, el autor mezcla ciertos registros y por momentos es Emilio el que parece un niño y Nahuel el adulto. Las voces que hacen a los personajes, sus posturas y decisiones adquieren una sinergia que termina con cierta poesía siendo una especie de oda a la necesidad de saber cómo contar una historia.  

Utilizando datos complementarios que apuntan a lo posible de la misión: "Dostoievski escribió El jugador en una semana", Mil galletitas funciona como un cierre y un reencuentro personal y sentimental. 

Las dos primeras novelas Chuan y Mil galletitas hacen uso de la iniciación y la despedida como un viaje- donde cierta idea de amor es un factor decisivo- que puede empezar por un extremo o por otro pero que no debe desconocer que siempre habrá distintos niveles; aunque por algún punto hay que empezar a contar una historia. 

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