Leila Guerriero inicia su libro Zona de Obras, editado para América Latina por Anagrama, de una manera ontológica. Elige comenzar con una posición clara: "Soy periodista".


En esa presentación que diferencia -pero no separa- de manera sutil el ser y el hacer- está el devenir de la recopilación de textos en los que expone su oficio desde las preguntas "¿Para qué se escribe, por qué se escribe, cómo se escribe?" atravesados por sus experiencias.

Casi treinta artículos que le escapan a la idea de pastiche y que fluyen entre apreciaciones, viajes, dualidades, reflexiones en lo que se combinan los géneros y dan lugar a cierta prosa poética en la que "la zona de obras, ese espacio destripado por la maquinaria pesada donde los cimientos todavía no están puestos y la cañería a cielo abierto parece la tráquea de un dinosaurio sin esperanzas" se despliega.

Guerriero muestra su afán por reflexionar sobre lo que hace, racionalizar el oficio pero sin perder lo espontáneo de la narración como en "El Bovarismo, dos mujeres y un pueblo de La Pampa" y sin ánimos de aleccionar. Ella narra; el lector elige hallar pistas, intereses, sensaciones, posibilidades, oportunidades. No hay intenciones de consejos.

Con algunas repeticiones -dado que son artículos que fueron presentados en diversos ámbitos para públicos diferentes- los textos llevan al lector a ahondar sobre el periodismo desde adentro- tras bastidores- pero al mismo tiempo con un espíritu superador que busca ir más allá de la obra en sí. Una zona de obras que se afianza en los procesos.

— ¿Cómo surgió la idea de publicar esta selección  de artículos?; ¿Cuándo viste un corpus?

— La primera edición del libro se hizo en una editorial que se llama Círculo de Tiza en España, fue una publicación a dos orillas ya que ahora la publica Anagrama de este lado del Atlántico. El libro surge porque en su momento me llamó Juan Cruz Ruíz, periodista español, editor de Alfaguara y me dijo que estaba empezando a trabajar con la editorial Círculo de Tiza; un entusiasta y me contó que querían hacer una serie de libros de escritores contando sobre su escritura. Los bastidores, cómo lo hacen, qué hacen. Y cuando Juan Cruz me dijo esto yo hacía mucho tiempo que venía viendo la posibilidad de reunir todos estos textos, que estaban un poco dispersos, que estaban publicados en distintos medios de comunicación como El País, el Mercurio...y también una serie de conferencias. Hacía tiempo que veía, que había- como vos decís- un corpus; una línea que los unía, que eran textos que reflexionaban sobre la escritura periodística, sobre la manera de ejercerlo. Y no encontraba el impulso para hacerlo hasta que Juan Cruz me lo propuso y fue clarísimo. Era un libro que yo quería, en lo posible, que tuviera un alcance en este lado del charco.



— ¿Modificaste algo de la edición o es exactamente la misma que la del 2014?


— La edición es absolutamente la misma, no tiene nada cambiado ni los textos, ni el orden. La selección de textos la hice yo, por mi cuenta. No es que tuve una curaduría. Traté de buscar con las columnas, las conferencias todo aquello que tuviera que ver con la escritura, que pensaran el oficio y darle después una disposición orgánica que no fuera un pastiche. La idea era que los textos dialogaran entre sí, que fuera escribir una autobiografía de la escritura, de cómo uno escribe desde un lugar súper personal y sin pretender que esto sea la verdad revelada.



— Justo ahora que planteás este carácter de autobiografía, hay cierta tara con el tema de la modestia con esto de "no querer hablar de una misma" y sin embargo escribís sobre vos, sobre tu escritura, pero también sobre qué te pasa en términos más íntimos, se me ocurre el listado que hacés sobre qué te ayuda a escribir. Hay una tensión que podría leerse entre esa modestia que planteás y luego publicar un libro del quehacer periodístico al que ves como una cuestión ontológica...

— La contradicción no es tal, en tanto y en cuanto que cuando señalo lo de la modestia me estoy refiriendo a no hablar de uno sino al oficio cuando estamos contando historias de otros. Claramente está mi propia experiencia personal intransferible, se apuesta a contar una experiencia de escritura. El punto es desde dónde te parás, desde dónde lo decís. El exponerse, el decir yo en el libro está dicho desde un lugar de cierta humildad, es decir que digo a mí me parece esto. No bajo desde el monte Sinaí con las tablas de los Mandamientos. Creo que los textos dejan en claro que es mi experiencia personal con la escritura. Cuando leés las crónicas, no hay un narrador presente todo el tiempo. Creo que uno puede hablar de uno desde un lugar de modestia.



— El planteo de esta tensión viene a partir de que se lee una necesidad de aclararlo de manera continua en los textos...

— Es súper pertinente. Lo que digo es que en el libro la exposición siempre está medida en términos de pensar para qué podía servirle a un lector que yo contara esto que estoy contando. Por ejemplo, el texto de Madame Bovary es para hablar del principio de una vocación y compartir eso con alguien que tal vez lo lee en un pueblo perdido de Salta y se siente menos loco o menos solo.



— Ese es otro tema que se repite, el inicio de tu vocación en el periodismo remarcando esta cualidad de lo narrativo dividiéndolo entre ficción y no ficción, ¿cómo fue ese comienzo y llegada al periodismo narrativo?

— Esto termina siendo una suma de las habilidades e inhabilidades de una. No tengo ninguna capacidad para hacer noticia, por ejemplo. No me llevo bien con esos tiempos, yo soy lenta, me tardo mucho en tener una idea, un enfoque. La verdad es que es reñido; obviamente si me estuviera muriendo de hambre entre poner una verdulería y lo otro ni lo dudo. No es lo mío, pero para ser justa yo arranqué con esto desde el comienzo cuando nadie estaba hablando del periodismo narrativo, la crónica, artículos largos. En Página/30 te daban un mes para hacer las notas. Nunca fue "para mañana". Desarrollé un método de trabajo que tiene que ver con una cosa más lenta, reposada. Luego con el tiempo una empieza a racionalizar, a clasificar un poco lo que uno hace.



— Como cuando decís de manera taxativa que el periodismo cultural no existe...


— En el fondo yo creo que se trata de periodismo bien hecho o periodismo mal hecho.  Es la única forma que se puede clasificar un texto de Gandolfo es como periodismo estupendo. No estamos pensando en periodismo narrativo; la frontera es gestión o no gestión y desde adentro es tratar de hacerlo todo lo mejor posible. No es que ese tipo de periodismo es una etapa superadora, o que si no hacés ese periodismo no sos periodista. Para mi el periodismo no fue una elección es lo que hice siempre.



— Otro de los temas que aparece en el libro es la división entre lo privado y lo público que afecta a la profesión del periodista. En una entrevista previa en el 2014 hablaste de tu nula relación con las redes sociales, ¿cómo te llevás con eso cuando parece que el periodismo y las redes viven un pseudo romance en la actualidad?


— Siento que ya escribo mucho, digo mucho. Tengo una columna semanal en El País, una mensual en El Mercurio, hago notas, doy entrevistas, conferencias, talleres. Me parece que digo demasiadas cosas ya, no siento que tenga la necesidad de tener esas herramientas. Para exponer mi vida siempre pienso primero a quién le puede servir esto, que yo comparta esta experiencia. Tener una red social para subir la foto de mi perro Pancho o que cumplo años o que voy a visitar a mi padre es algo que yo no hago en otro orden de mi vida. Tendría que atender la red social y sería otro punto de distracción para escribir. Ya uno tiene la concentración agujereada, enchufada a los mails, los diarios...


— ¿Cuando escribís estás conectada a Internet o te aislás?


— Sí. Extraño las épocas cuando estabas con el dial up (risas) y no te quedabas conectada todo el día porque el teléfono tenía que estar libre. Es muy difícil desconectarte. Me cuesta; y más al hacer cosas en veinte países tengo que estar online.



— También dijiste que no entendés a aquellos periodistas que no leen ficción, que no compartís que "se pierdan de esa herramienta". ¿Qué estás leyendo ahora?


— Estoy con una novela fantástica de Richard Yates "Jóvenes corazones desolados" y estoy con el tomo de "La isla de la infancia" el proyecto del noruego Karl Ove Knausgård . También estoy con un libro que se llama "Reporteros" de David Remnick editor del New Yorker  y "Esto es agua" una conferencia de David Foster Wallace.  Ah, y también los cuentos de Haruki Murakami "Hombres sin mujeres", las columnas de Juan Forn y leí el libro de Elvio Gandolfo de las columnas de La mujer de mi vida. También me compré los cuentos de Martín Kohan que todavía no ataqué y leí varias veces el de Piglia. Voy leyendo variado, de acuerdo a lo que tenga ganas y los tiempos además de las lecturas laborales.

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Zona de Obras, Leila Guerriero

Anagrama, 2015

Edición original de Círculo de Tiza, Madrid 2014