"El horizonte es, pues, aquello que asegura la identidad del objeto en el curso de la exploración", planteó el filósofo Maurice Merleau Ponty en Fenomenología de la percepción (1945); una exploración que el carioca João Paulo (J. P.) Cuenca inició con su primera novela Cuerpo Presente escrita en 2003 y que recién ahora llega a nuestro país a partir del trabajo de Dakota editora, con traducción de Martín Caamaño.

Una edición en castellano que trece años después "viene a cerrar un ciclo", como afirma este autor que en 2012 fue elegido por la revista británica Granta como uno de los 20 mejores escritores brasileros menores de 40 años y que recientemente presentó su primer largometraje A morte de J.P. Cuenca - proyectado en la última edición del BAFICI- en el que nuevamente el cuerpo y su "conciencia perceptiva" vuelven a estar palpables.

La novela erótica y fenomenológica nos revela- la elección de este término no es azarosa -  personajes (Carmen, Alberto, el hijo, el narrador)  cuyas voces e interacciones funcionan como velos intercambiables en las percepciones de la historia.  Una trama con continuidades y rupturas donde el sexo batalliano desborda y quiebra los escenarios de los cuartos y las calles de Copacabana en Río de Janeiro.

Carmen, se siente sucia, dio a luz un bebé al que le hará probar su bombacha empapada tras masturbarse. Alberto, que a veces es marido y otras ¿hijo?, iniciará una travesía buscando a Carmen en ella, "en una pija flácida", en un muslo "como poste de cemento grueso y rígido", "en una mulata con calzas" y en cuerpos expectantes, calientes, vivos. Una madre y una puta que adquieren una irrealidad ubicua y una lucha entre presencias y ausencias en la vida de los otros.

El narrador, que a veces intenta asumirse como escritor (¿Cuenca presente?) tiene la voz de un panóptico en sus intercambios e intimidades con las sensaciones y los deseos de quienes circulan en la trama. Un triángulo de diosa, padre/ hijo y espíritu contemplativo que le dan a Cuerpo presente (Dakota, 2016) la búsqueda a conciencia de la ambigüedad como herramienta para transitar la vida y su fin. 

— ¿Cómo es enfrentarse con tu primer trabajo más de diez años después?; ¿Cómo es leerte en otro idioma?

— Me parece que en este punto estoy cerrando una especie de ciclo que empezó con esta novela y que termina con la película y  la novela "Descubrí que estaba muerto" que sale ahora en Brasil. La última escena de la película se conecta, es como una remake, del primer capítulo de este libro para completar mi círculo perfecto de la muerte. Vuelvo a muchas imágenes de este libro y me resulta simbólico. Mi padre es argentino, yo debería haber sido argentino. Soy un argentino frustrado (se ríe) Tengo todo un rollo con mi literatura y eso; mi identidad empieza fragmentada. Es muy fuerte esto que pasa  ante la traducción de Martín (Caamaño) que me tradujo otra novela (El único final feliz para una historia de amor es un accidente, 2010 editada por la española Lengua de Trapo)  que tiene una historia de vida parecida a la mía. Porque el padre de él (Caamaño) es argentino y se fue a vivir a Brasil pero Martín no. Hay una especie de espejo distorsionado entre él y yo, él tiene el recuerdo de su padre en Copacabana... entonces la traducción me parece muy transparente ¡mantiene incluso las malas cosas del original! (vuelve a reírse). Es una traducción honesta. Martín conoce las cuerdas, el clima del lugar, las palabras específicas.

La otra novela (El único final feliz...) fue escrita para ser leída como una traducción. Una historia de japoneses, había un juego de escribir en un tono como si hubiera un original por detrás. Debería haber sido escrita en japonés. Y yo no lo soy.  En cambio en Cuerpo presente hay una mimesis con el espacio, está Río siempre. Soy un escritor brasilero ahí, cien por ciento.

— ¿Quién o qué es Carmen? Un personaje cuya humanidad parece estar en duda por momentos...

—Es el mito de lo femenino, del deseo pero también de la narración de la ficción. Hay un entrecruce de cosas. El libro habla mucho del erotismo vía George Bataille en la forma de acercarse a la muerte, la conciencia de ella; lo que nos despierta la violencia inesperada del erotismo. Si nosotros no supiéramos que nos vamos a morir estaríamos teniendo sexo como los perros. Creo que Cuerpo Presente está en el cruce entre deseo y muerte, como en la película. Carmen es como un arquetipo de mujer, que yo utilizo, para crear esta experiencia.

— El género de Carmen se va transformando, a veces es como un puro vehículo...

— Cuando Carmen tiene pija es un transexual pero sigue ocupando el lugar de femenino. O cuando está con varios hombres al mismo tiempo funciona como un hilo conductor de deseo.

— Pero Carmen es un cuerpo tan presente que , justo como dice el título de la novela, se ausenta... un erotismo sobrenatural

— Es que la novela intenta todo el tiempo traspasarse, el narrador cambia sus puntos de vista. Los personajes buscan ultrapasar las fronteras físicas de su cuerpo, sus límites.

—Recién marcabas la narración y la figura del escritor que está como personaje, un hecho que se une con tu última novela y película. ¿Qué interés hay en esa literatura de la literatura?

— En Brasil está esta discusión sobre la "autoficción" que para mí no significa nada. Es un término abominable. No estoy pensando si pongo mi nombre en una ficción, si tiene una profesión parecida a la mía; es irrelevante. No hace que mi libro sea bueno o malo, tiene que ver con salirse de un lugar. Si el personaje es escritor o no, no me parece una discusión. Desde la antigüedad los filósofos se presentaron como poetas... (se ríe).  Hay libros insoportables sobre sí, un escritor frustrado de clase media, que escribe sobre sí... y hay otros iguales y geniales. No es algo que me haga leer o no una novela. Incluso a veces las novelas son buenas a pesar de sus autores.

—¿Cómo es eso?

— A pesar de lo que ellos querían. No son muy concientes de su propia intencionalidad. Por ejemplo tengo publicadas cuatro novelas y no puedo decir que sabía lo que estaba haciendo. No tenía una tesis previa, no quería agradar al académico X. Quería leer algo que no existía. Y para leerlo, tenía que escribirlo. Tuve que construir un discurso sobre estas cosas. Lo hago con ayuda de críticas, de entrevistas como esta, lecturas, amigos, relecturas. Es un proceso que sigue. Es como enamorarse de alguien, imaginate que sabés cómo va a terminar. La literatura que me interesa es la que está cerca de la vida.

— En tu última novela hay un lenguaje cinematográfico que ya se puede rastrear en Cuerpo presente y que vos mismo marcás al hablar de remake en tu película ¿cómo es ese proceso de escritura?

— Qué se yo. No sé. No sé separar.  Es muy difícil después de que empezó a existir el cine no decir que algo es cinematográfico. Uno puede leer los libros del siglo XIX y todos lo son. Ahora esto es algo triple, están los libros, está la película y estoy yo. Es una especie de performance que está basada en estos tres puntos. Intento ser un escritor de literatura, intento ser cineasta. No tengo formación en literatura, no tengo formación en cine pero leo mucho y veo muchas películas y hago cosas que no categorizo en mi cabeza mientras las estoy haciendo ¿Comprendés? Es un flujo de palabras, imágenes, una performance; un poco raro. Cuestiono el lugar patético del escritor en la literatura.

— ¿Patético?

— A veces me parece que falta un poco de dimensión de la gente del tamaño que ocupa en el mundo. No es un tema de la narrativa central en el arte, en las novelas. Estamos en la periferia del capitalismo, escribiendo novelas. A todos los escritores, mis colegas, les pediría un poco más de irresponsabilidad. Me refiero a salirse de la seriedad como aburrimiento, intento ponerme en lugares nuevos.

—Y de tus contemporáneos ¿quiénes están en esa misma búsqueda?

—Me gustan mucho los textos de (Enrique) Vila-Matas, de (Edgardo) Cozarinsky, de Mario Bellatin. Es mirar la literatura como arte, no como una cátedra de una universidad. No como una carrera en la que tengo que producir tantos textos para estar dentro de un sistema de cultura, dinero, editorial. Pido ser más irresponsable, por eso hago esta locura de la novela y la película que es tóxico (se sonríe).

— También escribís crónicas y ahora en tu estadía en Argentina planteás que el barrio de Parque Chas es el ombligo de Buenos Aires ¿cómo es esa teoría?

— Buenos Aires no es la ciudad más grande del mundo pero parece. Al ser tan plana y geométrica uno puede caminar por días. Ciudades como San Pablo y Tokio son incaminables, en un momento terminan en una ruta, un puente. En Buenos Aires se puede caminar siempre. Mi teoría es que si ponés a distintas personas, en diferentes puntos de la ciudad, todas irremediablemente van a llegar a Parque Chas.

Estoy enamorado del lugar, como un útero Hacía mucho tiempo que no dormía tan bien. Hay tanto silencio a la noche que me tengo que sacar el reloj para no escuchar el tic tac. Está protegido por la propia trama de sus calles. Es como un lugar salido de la ficción.

— Hablando de ficción y volviendo a Cuerpo presente lográs que lo difuso adquiera un valor de dimensión en sí mismo...

— Es intentar hacer un atravesamiento posible. Quiero narrarte tan cerca. Es más que el cíclope de Cortázar,más que la pérdida de foco. Si uno hace el cruce, es imposible ( se ríe) narrar. Esta trama es buscar contar el desaparecer. 

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J.P. Cuenca: "A mis colegas, los escritores,  les pediría un poco más de irresponsabilidad"

Cuerpo presente, de J.P. Cuenca

Novela

Traducción de Martín Caamaño

Dakota editora, 2016

120 p.