Un niño de seis años está atravesando la separación de sus padres. A partir de sus observaciones cotidianas nos adentramos en las variaciones en su rutina, en la diferencias de vivir con mamá o con papá.

La necesidad de escribir está latente en el pequeño desde un comienzo y se acrecienta más cuando le dicen que van a ir a "visitar" a Chato, su primo que escribe bellas historias pero que está enfermo.

Comienza la adrenalina de un viaje, en el desierto pampeano, en el que la familia vuelve a ser de a tres. Un hecho mágico, un nombre que al pronunciarlo hace cosquillas y la pregunta de quién enseña a quién a la hora de enfrentar la vida y la muerte.

Una novela que atrapa no solo por su lenguaje claro, que en ningún momento resulta condescendiente ante la mirada infantil sino que la representa con ese mundo lleno de preguntas y sinceridad. Chacharramendi- con ilustraciones de Rocío Alejandro-  es de esos libros infantiles que dan ganas de leer una y otra vez aunque hayamos dejado la infancia hace rato.

Hablamos con su autor...

- ¿Cuál fue el disparador- si es que hay- para escribir Chacharramendi?

Juan Guinot (JG)- Tenía muchas ganas de meterme en la cabeza de un niño para saber qué podría pensar y decir un chico que está viviendo el proceso de separación de sus padres. En ese sentido, jugué la idea de lo no dicho, los vínculos empantanados y cómo eso repercute en el niño. En Chacharramendi el narrador no puede leer ni escribir cuando sus compañeros de segundo grado si lo hacen.

- ¿Conociste ese pueblo pampeano que le da nombre a la historia?

JG-Me encanta visitar El Bolsón y siempre pasé por Chacharramendi, pero nunca entré. Solo una vez se rompió el micro en el que iba y pasamos 24 hs en el desierto, a una hora de Chacharramendi, esperando a que traigan el respuesto.

- Y ¿qué te atrajo entonces? Es un nombre muy musical...

JG-Definitivamente. Hace unos días Valeria Tentoni me dijo que es una "palabracanción" y me encantó. Lo primero que escribí fue Chacharramendi. Hice punto y aparte y empecé con la novela.


- Si bien la trama está pensada para un público infantil también está muy presente el universo del adulto  ¿cómo fue manejar el equilibrio entre uno y otro mundo considerando que trabajaste desde la mirada del pequeño?

JG-Justamente la mirada del chico me permitió esa perspectiva, la del narrador que está en el medio, sin tomar partido más que por su pulso vital. A su vez, el niño como un emergente de la trama vincular, con manifestaciones que dan cuenta de proceso de duelo que trae una separación en los tres integrantes de la familia.


- Hay un momento en el que la trama hace un quiebre hacia la ciencia ficción, uno de tus caballos de batalla como escritor ¿lo tenías pensando desde un primer momento o es algo que se dio en el devenir de la escritura?

JG-Creo en la sensibilidad de los niños y en el estado de conciencia ampliada que portan, una especie de antena que agarra todas las señales de múltiples dimensiones. Cuando crecemos mandamos la orden que la antena  se imante y se le pegan todas las pavadas; la capacidad de percibir languidece. La entrada de lo fantástico en Chacharramendi tiene que ver con esto, este chico de seis años que puede entrar a una nueva  dimensión, hacer una especie de viaje astral y dar un salto de crecimiento.

Ilustración de Rocío S. Alejandro

- El tema de la muerte está presente de una manera bastante particular al hablar de un cielo pero no en términos religiosos ¿qué te llevó a incluir la muerte de un niño?

JG-Es mi registro de la muerte, el que tuve de niño. A los tres y a los doce años experimenté la perdida de amigos. A uno de ellos le dedico el libro, un compañero de banco que se fue a jugar a otra placita y me dejó en séptimo grado con su lado del pupitre vacío.
La "poética" religiosa para hablar de la muerte me resulta antipoética.

En gran medida, entiendo a la muerte como lo cuenta mi personaje de Chacharramendi y creo que los chicos la tienen más clara que nadie, el problema es que los adultos se dan poco tiempo para enterarse que piensan los chicos de la muerte porque tienen miedo (los adultos) de oír la respuesta. Y el miedo está en el top ten de las pavadas que se pegan a la antena y la hace perder sensibilidad perceptiva.

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Chacharramendi de Juan Guinot

Editorial Sigmar, Colección Telaraña 2015

Juan Guinot nació en Mercedes en 1969. Sus relatos fueron publicados en libros y revistas en Argentina, Brasil, Bolivia, Francia, Puerto Rico, México y España. Escribe obras de teatro y colabora en diversos medios de comunicación. Chacharramendi es ganadora del Primer Premio Sigmar 2015 de Literatura Infantil y Juvenil.