Si Julio Mahárbiz lo hubiera entendido o no, nadie podrá decirlo. Pero aunque nunca en su vida hayan ido a Cosquín –o si por edad o afinidad, no saben quién fue Mahárbiz, lo que quizás constituya una bendición–, lo cierto es que en la Ciudad de Buenos Aires también se está haciendo folklore y del bueno. Sólo es cuestión de saber dónde buscar y a quiénes escuchar. Con un nombre que remite a la combinación de sabores, Ensamble Escabeche  es justamente uno de los nuevos grupos que de a poco comienza a hacerse conocido, a fuerza de mucho y de proponer un repertorio algo atípico donde se conjuga lo tradicional y lo moderno, lo urbano y lo autóctono.

Todo comenzó en Enero de 2014, cuando Julián De Santis (percusión y voz), que venía de Charango en Trío, convocó a un grupo de músicos con el plan de darle una vuelta de tuerca a la música popular que se hace en estos pagos. La consigna era clara: no ir tanto por el lado de la pureza como de celebrar el cancionero folklórico tradicional, a partir de adaptarlo y volverlo contemporáneo. De inmediato, aparecieron Hernán Zelaya (piano, arreglos y voz) y al poco tiempo se sumaron Francisco Aller (guitarras) y Marcelo De Simone (bajo), para completar este cuarteto que ya anduvo haciendo de las suyas en La Paila, el Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori, el Museo de los Inmigrantes, en la Puerta del Medio y varios espacios más.

En sus espectáculos hay lugar para todo, siempre y cuando tenga raíz argentina y latinoamericana: desde Jaime Dávalos a Chico Novarro, pasando por Juan Falú y Guillermo Klein. Los que vayan a escucharlos podrán disfrutar de chacareras y zambas, pero también de candombes y, cada tanto, algún bolero, pues como diría Zelaya, quien hace de la falta total de filtro su marca de estilo y uno de los atractivos extra-musicales de la banda, “en la variedad está la diversión”.

—¿Cuándo y cómo se forma Ensamble Escabeche?

Hernán Zelaya (H) — Bueno, fue en una terraza de Villa Pueyrredón, una noche de verano de 2014, convocados por Julián De Santis (baterista) para armar una banda de folklore argentino y latinoamericano. Él llamo a un grupo de gente con la que le interesaba trabajar y con la que había trabajado antes y al poco tiempo, empezamos a ensayar. Julián había estado tocando en “Charango en trío” y tenía ganas de seguir con el folklore. Como conmigo ya había hecho algunas fechas en La Paila y otros lugares y  la habíamos pasado muy bien, nos juntamos con la idea de hacer música latinoamericana, con cierto foco en la música argentina, pero con ganas de diversificar y agrandar. A mí, me convocó porque tenía ganas de arreglar los temas y pensaba que yo podía aportar desde ese lugar y también con composiciones propias.

—¿Y la idea del nombre tan “gastronómico”?

Francisco Aller (F) — Estuvimos un tiempo buscando el nombre, pero las propuestas que surgían no eran demasiado satisfactorias. Hasta que en un momento apareció este concepto del escabeche, como una especie de mezcla de elementos adentro de un frasco, que vendría a ser el grupo. Las diferentes personalidades están reflejadas en el producto final, cada uno desde su óptica y su mirada.

— Entre ustedes hay músicos más cercanos al rock, al jazz y a otras músicas populares, ¿cómo se combina eso dentro de la banda?

F.— Yo creo que cada uno va aportando y resolviendo según sus experiencias con la música. La sonoridad un poco más jazzera, por ahí, va por más por el lado de la producción al meter otros instrumentos no estrictamente tradicionales, y quizás también cuando metemos otros ritmos que no tienen que ver con los géneros de acá, argentinos. Cuando estamos tocando algún candombe, a veces, se escuchan más las influencias jazzeras que en otros estilos. Quizás mi función en el grupo es marcar más la presencia de la música tradicional argentina, en la forma de rasguear la guitarra y no perder ese elemento.

H.— A mí me parece que cada músico no sólo viene de determinado estilo, sino que cada músico tiene una trayectoria singular. En mi caso, siempre toqué música popular y en algún momento profundicé en el folklore. Pero por laburo, he tocado otras músicas, jazz, boleros, música brasileña, y me siento bastante ecléctico. Siempre lo viví así y a Julián también lo veo muy ecléctico, abrevando de diversas fuentes. El folklore nos encanta pero la banda no es solamente eso y queremos atravesar esa frontera. De hecho, creo que esa es también una decisión política.

—Eso se ve en los temas: hay una raíz folklórica fuerte, pero no se privan de explorar otras músicas latinoamericanas, composiciones propias. ¿Cómo elijen los temas que van a tocar?

F. — Yo creo que cada uno trae los temas que le van gustando, porque le representan algo en especial. En algún momento, uno se siente reflejado en un tema. Cuando un músico toca un tema que es de otro y le moviliza cosas, eso lo lleva a proponerlo. Nosotros nos manejamos así. Los temas que llevamos y arreglamos y metemos en el repertorio, son temas que nos movilizan y por eso lo queremos retransmitir. A veces, con nuestra identidad más marcada, a veces respetando las formas tradicionales. Pero la elección va siempre por ahí.

—¿Cuáles son los desafíos, las particularidades, las satisfacciones de hacer música popular?

F. —Tiene que ver un poco con representar una arista de nuestra cultura, como pueden serlo las artes plásticas, la literatura, etcétera. El hecho de tocar música popular vuelve a poner en tela de juicio la función de la música para la gente. O sea, cómo la música representa el sentir popular. Muchas veces, nos pasó tocar temas, por ejemplo, la zamba La Nochera, que es un tema muy conocido, que nos lleva a una tradición popular que a mí me gusta representar. Como volver a ese sentimiento. Yo suelo referirme a las “músicas puente”, cosa que a veces charlamos con mis alumnos. De golpe, la gente llega al tango más viejo por Piazzolla. Gente que por ahí no está habituada a escuchar música latinoamericana, quizás con una estética más actual, se acerca y puede llegar a disfrutarla y seguir indagando.

H. — De hecho, nuestra versión de La Nochera retoma la introducción original que no la toca nadie y está en la partitura tal cual fue escrita por el compositor.

—¿Cómo perciben la escena del folklore en la Ciudad de Buenos Aires? ¿Cómo está esa situación?

H. — Pasan varias cosas. En primer lugar, hay cierta política dentro de la Ciudad que atenta contra la proliferación de espacios donde hacer música. Y esa política viene desde hace varios años. Y por otro parte, no creo de ninguna manera que el folklore o cualquier otro género sea algo homogéneo, es siempre múltiple. Hay fronteras medio lábiles y lo que nosotros hacemos, que llamamos folklore así rápidamente, puede no entrar en determinados circuitos porque estamos yendo por otro lado. En el folklore existen las peñas y nuestro repertorio no es todo bailable y de hecho, ese es un debate interno en la banda: incluir temas bailables y otros que no lo son y que nos aportan una identidad singular.

—O sea, alguien que no conozca o no le interese tanto el folklore, puede llegar a apreciar su música también.

H. —Ahí hay algo interesante para decir. El rol que la música puede jugar en Buenos Aires es distinto al que juega en el interior. Realmente, la función del folklore en el interior del país, donde hay muchísimas variedades de folklore, está en contacto diario con la cultura. Acá, es una situación mucho más indirecta, no es tanto parte de la cotidianidad de la gente, no es una presencia constante. Por suerte, el folklore, empujado mucho por la danza se está haciendo popular, está creciendo, aunque el circuito, sobre todo en la Ciudad, es un poco más acotado, por decirlo así. Nuestra música trata de ubicarse en un espacio intermedio, donde puede haber composiciones para bailar y también para escuchar sentado, en un teatro.

— Cuéntenme los planes para el futuro.

F. — El año arranca y pronto empezaremos a grabar, pero todavía estamos definiendo los temas.

H. — Ese es el paso siguiente, después de hacer unos vídeos que salieron muy lindos y tuvieron buena repercusión, queremos seguir y arrancar con el disco. Ese es el proyecto para este año. Al mismo tiempo, está dando vuelta alguna gira por el interior, algo que a mí me entusiasma.

— ¿Qué le dirían a alguien que todavía no fue a ver la banda?; ¿Cuál es la propuesta?

F. —En principio, la gente que nos viene a ver pasa un buen momento y nosotros que estamos arriba del escenario, ni te cuento. Por lo general, en los shows hay mucho intercambio con el público. Es un show muy dinámico.

H. — Hay dos cosas. Primero, una propuesta musical diversa ya que, como todo el mundo sabe, en la variedad está la diversión. Y luego, está la performance escénica, digamos. Las locuras tipo Les Luthiers que a veces hacemos en el escenario. A mí me encanta hablar y si a la gente le divierte, yo sigo hasta que me censuran. Dialogamos con la gente, hacemos chistes y siempre se arma algo muy lindo, que es lo musical y un algo más que es más amplio, muy rico y que a nosotros nos gusta hacer y que la gente lo disfrute.

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