Ai Weiwei, nacido en 1957, es actualmente una de las figuras en el mundo del arte contemporáneo más reconocidas no solo por sus obras y estilo de performance sino también por su activismo que lo llevó a ser casi un refugiado en su propio país luego de estar preso por 81 días- sin juicio alguno- y después de tener su pasaporte retenido por cuatro años. 

La libertad, un grito del que se hace eco cada vez que puede, y los derechos humanos son dos de las grandes banderas de Weiwei a la hora de pensar su arte; el cual debe provocar algún tipo de movilización, que funciona como "un virus de empoderamiento" como lo llamó el curador brasileño Marcello Dantas en la conferencia de prensa de la que participó junto al artista que visita por primera vez nuestro país. 

Lado A y B de la misma escena

Como es habitual, Ai estuvo pendiente de su teléfono para tomar imágenes de los periodistas, fotógrafos y camarógrafos que no dejaban de apuntarle con sus dispositivos creando un ecosistema particular donde el estar conectado en el mundo de los átomos y el digital parecía algo tan natural como artístico. 

Si el New York Times alguna vez lo llamó "una celebridad warholiana" no se debe solo a su capacidad para eclipsar con sus ideas simples y reflexivas sobre la condición humana y la sensibilidad artística, como cuando en 2005 inició su blog- en el que comenzó a volcar sus experiencias y denuncias sobre corrupción tras el terremoto de Sichuan en 2009 y el desarrollo de los Juegos Olímpicos de Beijing que le valieron la vigilancia del Gobierno chino- sino también por su amabilidad y encanto particular de modales pausados y atentos. 

Con un auditorio colmado en Fundación Proa, en una brumosa tarde en el barrio de La Boca, Weiwei respondió primero a las preguntas del curador Marcello Dantas acompañado por la presidenta de la institución, Adriana Rosenberg, quien no intimidó al artista a la hora de asegurar que "los museos realmente no le importan" en términos de entender cómo el arte debe llegar a la gente. 

Esta conferencia fue el primer paso de una próxima exhibición - en noviembre- que tendrá lugar en Proa tras siete años de trabajo, aseguró Dantas que indagó sobre el interés de Weiwei por los desamparados y en especial los refugiados;  cuya crisis actual en términos de desidia y movilización de personas es comparada por muchos analistas con las grandes migraciones forzadas durante la Segunda Guerra Mundial. 

Weiwei explicó que "nació en una sociedad en la que todo es político y muchos se han sacrificado por sus ideas". Hijo del poeta chino Ai Qing- que fue perseguido en su propio país y mantuvo una cordial relación con el poeta Pablo Neruda que lo llevó a visitar América del Sur-, Ai explicó que después de lo que atravesó en su nación "nunca imaginé que iba a poder expresarme tan abiertamente". 

Si el material para expresar su arte está en "la vida, mi propia vida" como afirma el creador de la exhibición “Sunflower Seeds” en el Museo Tate Modern ( 100 millones de pequeñas semillas de girasol realizadas en porcelana); el miedo se halla en la falta de conciencia sobre la misma por parte de la humanidad y de allí la necesidad de militar por los derechos vulnerados. 

"Me siento muy cercano a esas personas que están en una situación desesperante", afirmó Weiwei y dio cuenta sobre su proyecto que lo llevó a rodar y producir el documental Human Flow que será estrenado el próximo 1 de septiembre en el Festival de Cine de Venecia. 

Para el proyecto, Weiwei visitó unos cuarenta campos de refugiados en distintas naciones del globo para obtener una mirada subjetiva y cercana del infierno que viven miles de personas que pierden todo aunque mantienen el deseo de iniciar una nueva vida. "Como artista pensé que podía hacerles un documental", reflexionó Ai y aseguró que en su caso "Desde que nací soy vigilado, mi familia ha sido vigilada. Es un Estado [el de China] tan poderoso de vigilancia (...) que me acostumbré a vivir con él". 

A la hora de referirse a su país de origen, el artista no ahorró en críticas a la falta de libertades de acción y de expresión y comparó al régimen chino con una dictadura "como la de Corea del Norte".  Y aseguró que "China nunca podría ser un modelo" para otro país dado que es una sociedad construida a partir de la vigilancia y la falta de tolerancia hacia la disidencia como demuestra la historia personal de Weiwei y la del premio Nobel de la Paz de 2010, Liu Xiaobo  -recordado por la silla vacía en el galardón internacional en su honor- y que murió recientemente tras desarrollar un cáncer de hígado en la prisión en la que se hallaba. 

"Como hijo de un poeta, creo que la poesía es la forma más pura de arte", planteó Weiwei que también ve al arte como una militancia y espera sorprender- una vez más- con su próxima exhibición en nuestro país donde destacó la conciencia que hay sobre la democracia y las libertades; en una sociedad que ha cambiado "dramáticamente en los últimos años".