Cortázar también diseñó su propia lápida
Una escritora uruguaya, que en varias declaraciones dijo haber sido amante de Julio Cortázar y considerada por el autor de Rayuela su amiga, ha declarado (y publicado en su libro del 2001) conocer la enfermedad que le provocó la muerte a su esposa, Carol Dunlop y al propio Julio Cortázar. Los diarios argentinos (Clarín desde temprano) en el 30 aniversario de su muerte lo repiten pero como una novedad. Nada sorprende a los lectores avisados y avezados, pero he visto la nota replicada como una novedad, cuando incluso el mismo diario Clarín ya la había publicado en el 2001. Nada novedoso (insisto) para los que leemos los "refritos" tendenciosos del diario argentino.
Sin embargo, es interesante recordar el gesto de Cortázar, siempre muy atento al diseño gráfico de sus libros como prepara el formato de su propia tumba.
Cuando se van leyendo los cinco tomos de las cartas de Julio Cortázar, se percibe la degradación creciente en ese recorrido que conduce desde la juventud a la enfermedad y a la muerte, este verdadero y definitivo circuito de deterioro y no el que señala David Viñas en su crítica a la obra posterior a Rayuela. Como en los gestos vanguardistas, la vida y la literatura tienen zonas permanentes de contacto. Hemos dicho que las cartas son una novela intermitente; Saúl Yurkievich asegura que se puede leer como una autobiografía de la vida de Cortázar. Y es realmente así.
No importa cuáles fueron las discutidas causas de “las muertes” de Julio Cortázar ni de Carol Dunlop, lo importante es ver cómo en un gesto cargado de Tánatos, el enfermo terminal llamado Julio Cortázar, le encarga a sus amigos artistas, Luis Tomasello y Julio Silva, que diseñen la lápida bajo la que yacerán los restos de Julio Cortázar y Carol Dunlop, en el cementerio de Montparnasse.
Luego de la muerte de su última compañera, Cortázar le escribe dos días después de la Navidad de 1982, a Julio Silva desde París, y le confiesa:
Mon cher Patron,
La cena que nos ofrecieron Catherine y vos la otra noche fue muy hermosa, y me hizo mucho bien estar con ustedes y sentirme por una vez mucho menos solo. Quiero que lo sepas.
He enviado a Schmidt los papeles firmados. Después de pensarlo bien, encontré que “épouse Cortázar” era horrible, y lo suprimí (cambié todas las etiquetas). Pienso que Carol valía por sí misma, por lo que ella era. Y además, Cortázar llegará en su día a agregar su nombre al lado del suyo, de modo que no tiene sentido poner eso. Un detalle importante, que te ruego vigiles. En las etiquetas el nombre de Carol estaba escrito así: Carol DUNLOP, es decir sólo el apellido con todas mayúsculas. Eso tampoco me pareció bien, de modo que las nuevas etiquetas dicen:
CAROL DUNLOP 1946-1982.
Sé que prestarás atención a esto, y te vuelvo a agradecer profundamente —y a Luis también— lo que están haciendo por Carolita y por mí. Un beso a Catherine, y hasta pronto, con un abrazo grande,
Julio
En otra carta a Julio Silva desde Managua (21 de enero de 1983), le asegura: “No te hablo de la lápida, porque sé muy bien que no necesito hacerlo estando en tus manos y las de Luis.”
No tardará demasiado en agregar su nombre a la tumba.