Salió a pasear perros y se encontró con un cráneo de la Edad de Hierro
Roger Evans es un paseador de perros de Langport, en Somerset, Inglaterra que en uno de sus habituales paseos se topó con una verdadera joya antropológica.
Un paseador de perros inglés estaba en uno de sus habituales camines cuando en una zona cercana al río Sowy, en Inglaterra, vio un objeto que le llamó la atención.
Al acercarse quedó sorprendido al notar que se trataba nada más y nada menos que de un cráneo. Inmediatamente llamó a la policía creyendo que eran los restos de un crimen relativamente reciente. Lo que nunca pensó es que era el cráneo de una mujer que vivió en la zona durante la Edad de Hierro, entre el año 380 y el 190 antes de Cristo, según informó la South West Heritage Trust.
“Las cabezas cortadas no son un hecho inusual para esa época, pero la colocación del cráneo en un humedal junto a una estructura de madera es muy rara. Posiblemente refleja la práctica de hacer rituales ofrendas en ambientes acuosos“, señala el arqueólogo Richard Brunning.
La Agencia de Medio Ambiente se interesó por el caso a finales de 2017. Tras meses analizando los restos encontrados, los expertos determinaron que pertenecían a una mujer de unos 45 años que vivió hace más de 2.000 años, varios siglos antes de la primera invasión romana de Gran Bretaña. Convencidos de que este descubrimiento podía ser solo la punta del iceberg, Medio Ambiente redujo el nivel del agua en diciembre para poder analizar el área en profundidad.
El resultado fue que no se encontraron más huesos humanos, aunque lo que sí apareció fueron una serie de postes de madera redondos, hundidos en el lecho del río. Los investigadores creen que podrían formar parte de una calzada o una pasarela elevada y que podría haber más postes escondidos en el barro.
Mientras se analiza la madera en el laboratorio para saber si es de la misma época que el cráneo, la Agencia ha devuelto el nivel del agua a la normalidad para proteger los postes y cualquier otro resto arqueológico que pudiera quedar en el lecho.
La mujer de la Edad de Hierro sufrió considerablemente por culpa de una osteoartritis severa, una enfermedad que afecta a las encías. Los arqueólogos apuntan que la cabeza parece haber sido deliberadamente extirpada durante o poco después de la muerte de su propietaria.