Panquequear el paradigma
Abusamos de la palabra `paradigma’, y cuando digo ‘abusamos’, el nosotros es gente relacionada con la ciencia. Abusamos posta, y no hablo de usarla mal o de usarla demasiadas veces. No hablo de excedernos en frecuencia o de quitarle peso, hablo de abuso. Abuso flagrante y evidente. Abuso como el de Tim Burton por las medias rayadas.
Lo bueno es que nadie entiende el chiste de las medias rayadas, salvo alguien que disfruta el cine de Tim Burton, y un poco así piensa la ciencia: ‘Yo voy a decir que cambié el paradigma las veces que sea necesario, porque it’s my paradigma and I cry if I want to’.
Un paradigma es algo enorme, algo que no entra en un ascensor cuando te mudás y que sí o sí sube por escalera, principalmente porque no es una cosa sino es una forma de ver las cosas. Pasan todo el tiempo por la calle, pero un día miraste distinto, levantaste los ojos, la viste y pum, qué linda es, qué distinta: paradigma nuevo. Porque ese cambio violento en la forma de entender una misma cosa, le pasa igual al científico que al enamorado, más que nada porque, la única diferencia entre la forma obsesiva y caprichosa de pensar difiere, a lo sumo, en el objeto de su afecto.
La ciencia cambia, muta, evoluciona en los términos más darwinistas, que quiere decir que no necesariamente va para mejor, sino simplemente, siempre para adelante. La pregunta es, si un paradigma puede ser tan grande como la forma de entender el mundo en su naturaleza plana o esférica, en entender que los continentes alguna vez fueron uno o que el hombre viene del mono, o ni siquiera eso, que el mono y el hombre vienen de OTRO bicho, un antecesor común, que no fue ni mono, ni hombre, pero abuelo, seguro, ¿cómo se cambia?
A ver, cambiar un paradigma implica iniciar una revolución, y no hay revolución sin sangre. O sí. Todavía se están matando por eso. Algunas de las discusiones más intensas de la historia se dieron entre científicos, llegando rara vez a las manos, pero no por eso implicando menores rispideces. Uno asumiría que Einstein no le hubiese caído bien a Newton, al llegar con su chaleco progresista y ese pelo sucio de estrella de rock, para explicar un montón de las cosas que Newton no había podido. Nadie quiere al nuevo novio de la ex.
El tema es ver si es tan fácil convencer al mundo de que el que tiene razón sos vos, porque a ALGUIEN se le tiene que ocurrir esa idea nueva. Es ese ángulo que crece después en un ‘ojo que si en vez de verlo como siempre, lo mirás así, de golpe se pueden explicar todas estas cositas que antes no podíamos’. Pero ese es el primer paso, que no es nada sin el que sigue: contagiarle esa idea a otros, y sí, el uso de la palabra ‘contagio’ es completamente deliberado, pero es lo que pasa con una buena idea.
Una buena idea prende, se expande, invade. Va tomando terreno en forma de adeptos, pero para eso va desplazando ideas anteriores, formas de ver el mundo. La resistencia es férrea porque está cimentada en la historia, y hay pocas cosas más difíciles de torcer que a la gente que escribe la historia, o peor, la verdad, o peor peor, la forma en la que entendemos el concepto mismo de ‘verdad’.
Hay una parábola india eternamente vieja pero que, de forma bastante simpática, no pierde vigencia. En ella, ponen a seis sabios ciegos a tocar un elefante (porque el procedimiento normal en la búsqueda de la verdad, es la caricia paquidérmica), y los hacen describirlo, sólo para llegar a la conclusión de que el bicho era una vasija, una cesta, una reja de arado, un granero, una columna y una pared. Todo al mismo tiempo, y todo dependiendo de la parte arbitraria del elefante que les tocara acariciar.
Max Planck decía ‘Una nueva verdad científica no triunfa convenciendo a sus oponentes y haciéndoles ver la luz, sino más bien porque sus oponentes eventualmente mueren y crece una nueva generación que está familiarizada con ella’.
Cambiar la forma de entender la verdad, saberla frágil, leve, inalcanzable y sobre todo, efímera. Coquetearle cada vez más de cerca, permitirle al paradigma que cambie. Redescubrir, reimaginar y aceptar que siempre estamos mirando un pedacito de elefante en una de esas nos lleve a disfrutar más el hacer las preguntas que seguir esperando tener todas las respuestas juntas.
*Si después de esto todavía tenés ganas de leer ciencia, podés ver si la curiosidad mata o no al gato en elgatoylacaja.com.ar.