El cerebro llegó en abril de este año al laboratorio en las afueras de Boston, en Estados Unidos,  en perfectas condiciones después del suicidio de Aaron Hernandez de los Patriotas, cuyo cuerpo fue donado a la ciencia y así perdió todo aura de "celebridad". 

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Con un peso de 1573 gramos, y perteneciente a un hombre de 27 años, cuando examinaron por primera vez el cerebro, éste se veía saludable, las meninges -las capas de membranas translúcidas que lo cubren y lo protegen- aún lo envolvían. Sin embargo, cuando comenzaron a cortarlo en láminas para estudiarlo, todo cambió. 

"El septum pellucidum (en español, tabique traslúcido), una pequeña membrana entre las dos mitades del cerebro, estaba atrofiado a tal punto que parecía marchito y frágil, incluso perforado", escribe John Branch para The New York Times. En lugar de ser carnoso y firme como el de una persona tan joven, estaba lleno de huecos y cavernas que lo convierten en una muestra única. 

"No podemos tomar la patología y explicar el comportamiento", afirmó la especialista Ann McKee. "Pero podemos decir colectivamente, con nuestra experiencia colectiva, que los individuos con Encefalopatía Traumática Crónica (CTE) –y con CTE de esta gravedad– tienen dificultades para controlar los impulsos, tomar decisiones, inhibir los impulsos de agresión, la volatilidad emocional, los comportamientos de ira", subrayó.

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También había anomalías en el fórnix, un cúmulo de nervios en forma de C, como así también en el hipocampo. “Tenía una patología maravillosa, si se puede calificar así”, había dicho la neuropatóloga excusándose por la calificación pero absolutamente maravillada ante la cantidad de complicaciones que mostraba la muestra. 

Si bien queda por determinarse qué es exactamente lo que provocó los extensos daños en un cerebro tan joven, los especialistas lo ven como el ejemplo del trauma más severo observado por médicos en un hombre menor de 30 años.