Diversas investigaciones científicas demuestran que los niños comienzan a decir groserías especialmente a partir de los 6 años aunque también pueden aparecer antes dependiendo de cuánto las escuchen en su círculo cercano. 


Los adultos tienen un porcentaje de entre el 0,5 y el 0,7%  de presencia de groserías en su habla cotidiana que al contrario de lo que se cree suele mostrarlos más persuasivos y mejor preparados para ayudar a mitigar el dolor. 

Utilizar un lenguaje soez implica usar una parte diferente del cerebro, un área más rudimentaria y antigua. "Las personas afásicas (afectadas por una pérdida o trastorno del habla) generalmente presentan daño en el hemisferio izquierdo y tienen dificultades para hablar. Pero hay muchos casos registrados de afásicos que pueden usar el lenguaje estereotípico de manera más fluida, es decir, pueden hacer cosas como cantar o decir palabrotas en forma fluida", plantea Richard Stephens, psicólogo y autor de Black Sheep: Thehidden Benefits of Being Bad ("Oveja negra: los beneficios ocultos de ser malo").

Además decir groserías muchas veces ayuda a comunicarse de manera más directa y persuasiva. Por ejemplo, un estudio publicado en 2014 en el que se creó un blog de un político ficticio permitió analizar que  se usaban groserías en un posteo se incrementaba la informalidad percibida y mejoraba la impresión que la gente tenía de la fuente (aunque si se les preguntaba directamente, las groserías no cambiaban la probabilidad de que las personas votaran por el político en cuestión). Las groserías online suelen estar mejor vistas dada la informalidad que les otorgo el medio. Por ejemplo, los usuarios de Twitter dicen groserías el 1,15% de las veces; un 64% más que en el lenguaje oral.

Otro de los beneficios es que decir palabrotas permitiría sobrellevar mejor el tema del dolor. Por ejemplo, en un experimento un grupo de estudiantes que repetía una grosería fue capaz de mantener la mano en un cubo de agua helada más tiempo que aquellos que pronunciaban una palabra neutral.

Cuando uno dice groserías se eleva el ritmo cardíaco generando una respuesta emocional a la situación que se está atravesando o incluso pueden generar mayor empatía y solidaridad en ambientes laborales. 


Una investigación de la Universidad de Lancaster, en Inglaterra, que fue publicada en 2004 destaca que aunque decir palabrotas se reduce a medida que incrementa la clase social, las clases medias altas- al contrario del cliché-  dicen groserías en forma significativamente más frecuente que las clases medias bajas.

Fuente: BBC