En enero de 1995, el bolillero de la Lotería Nacional dio los cuatro números que harían momentáneamente felices a dos vecinas de la localidad bonaerense de Lezama, hoy cabecera del partido homónimo: primero el 2, luego el 3 y seguidamente dos ceros.

El premio mayor era para el 2300 que tenían esas dos mujeres: Sonia Della Vedova de Godoy y Clorinda del Carmen Gallego de Sandoni, ambas vecinas del lugar, que habían decidido comprar en conjunto el número de un sorteo cuyo primer premio era un campo de 327 hectáreas.

Se trataba de una lotería escolar con la cual se buscaba paliar la difícil, por no decir terminal situación en la que se encontraban tres escuelas rurales de la zona, la 15, la 20 y la 39, luego de cinco años de tarea destructiva para la educación por parte del gobierno que encabezaba Carlos Menem.

Lograron obtener el boleto de compra-venta del campo ubicado en Lezama, por entonces perteneciente al Partido de Chascomús (logró su autonomía recién en 2009), pero jamás pudieron hacerse con ellos ya que estaban hipotecados y tenían dueño.

Así comenzó el raíd legal de las mujeres, recurriendo a distintas instancias judiciales contra la cooperativa que llamó al concurso, un privado que lo organizó y el Municipio de Chascomús, cuyo Concejo Deliberante había aprobado el sorteo.

Hasta ahora, tres instancias judiciales les dieron la razón, incluyendo la Corte Suprema bonaerense; un caso que seguramente deberá cerrar el Tribunal Suprema de la Nación a favor de esas dos mujeres que podrían llevar a la quiebra a un distrito con las tierras de las más ricas –y caras– de la provincia de Buenos Aires.

Es que con un valor de mercado superior a los 24 millones de pesos (3 millones de dólares), algo así como una décima parte del presupuesto anual del Municipio (252 millones), de tener que afrontar el valor de esas 327 hectáreas llevaría a la quiebra a Chascomús.

Una situación que mantiene a en vilo a 35 mil chascomunenses y, muy especialmente, a los 1.300 empleados municipales.