Hace ya un tiempo que la Real Academia Española se avivó. Hace años ya que la entidad con sede en Madrid abandonó su papel de policía de la lengua. Lejos de aquellos años en que el habla castellana poco tenía que ver con la tolerancia cero que pregonaba la RAE, hoy la entidad parece haberse convertido a un “siga siga”, que a nadie sorprendería ver sentado próximamente a Francisco Lamolina en el sillón que en algún momento del siglo XX ocupara don Dámaso Alonso.

Entre los cambios que tiene previsto introducir la RAE para su edición número XXIII de su diccionario (que aparecerá en 2014), ya se anunció que estarán los términos “blog” y “libro electrónico”. Pero lo más increíble es el ingreso de la Academia al Mondo Twitter. Así se aprobarán oficialmente los sustantivos “tuiteo”, “tuitero” y “tuit”, así como el verbo “tuitear”.

“Los únicos dueños de la lengua son los hablantes”, expresó José Manuel Blecua, director de la RAE. Y agregó que de esta manera se quiere reconocer “una actividad que ejercen miles de persona a título particular o como representantes de instituciones”. Instituciones  como la propia RAE, que hace un año tiene una cuenta en Twitter que actualmente llega a los 84 mil seguidores.

Blecua pidió calma a los talibanes de la lengua que se horrorizan por las abreviaturas usadas en la red social del pajarito: “Los textos medievales estaban llenos de abreviaturas y la lengua ha sobrevivido sin sobresaltos desde entonces”, reflexionó.

Personalmente no tengo una devoción especial por lo que apruebe o deje de aprobar la RAE. Sí debo confesar que recurro bastante frecuentemente a la edición on line de su diccionario. Sí, formo parte de esos dos millones de personas que día a día consultan la página.

Tampoco estoy demasiado pendiente de los cambios que propone la Academia. Pero más allá de que el uso cotidiano de la lengua supera ampliamente la voluntad de la institución de Madrid, no deja de ser un signo de época la preocupación por el tuiteo.

Si tuviera que ser peortavoz de un cambio en la RAE, si alguna vez me propusieran proponer un cambio, sin dudas no me concentraría en el devenir tecnológico que sacude a la lengua de un modo tan veloz como inevitable. Yo en cambio militaría por el verbo “cojer”.

Tengo que escribir varias veces el término, porque el corrector de Word lo pone una y otra vez con g. Yo hablo de cojer, con jota. Un argentinismo que, a diferencia del “coger” (por “tomar” o “agarrar”, tan castizo), sirve para hablar del sexo, de nuestro sexo, del sexo de los argentinos. Cojer, con jota, en referencia al sexo, es una convención literaria que inventó David Viñas y continuaron varios escritores argentinos de distintas generaciones.

Esa sería mi militancia de la lengua. O la lengua para empezar, si hablamos de cojer. Pero descuento que para eso falta mucho. Por el momento, a tuitear, mi amor. No está mal. Si la RAE quiere que tuiteemos, tuiteemos, pues. Eso sí, sepamos que así como nos dan una cosa, nos están quitando otra.

La Academia propone tuitear. Pero de cojer, ni hablar.