Las parejas homosexuales son más flexibles a la hora de adoptar
Según el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos, dependiente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, las parejas homosexuales tiene menos exigencias a la hora de adoptar.
Según una nota del periodista Sebastián Lalaurette y con los datos que maneja el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos, dependiente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, las parejas homosexuales son menos exigentes a la hora de adoptar. Según especialistas, dichas parejas entienden que la adopción es darle a un chico una familia que no tiene.
Aseguran que, en Argentina y a partir de las estadísticas, las parejas de gays y lesbianas están dispuestas a hacerse cargo de niños más grandes y con alguna patología.
El estudio indica que las parejas del mismo sexo son once veces más propensas a aceptar la guarda de chicos de entre seis y diez años y si se trata de chicos de esa misma edad con patologías, que pueden ser leves o graves: un 8,45% de los aspirantes homosexuales afirman que podría ser posible.
El problema a la hora de adoptar es que la mayor parte de las parejas que buscan hacerlo, quieren a un bebé, utilizando el término de la "adopción" como una solución a la imposibilidad de tener un hijo y no para darle al niño una familia.
Así lo explica también la abogada Cecilia Lopes, coordinadora el Programa de Diversidad Familiar en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). "Las parejas homosexuales y las heterosexuales parten de imaginarios distintos al plantearse el tema. En nuestra sociedad, la maternidad está muy arraigada como sinónimo de completitud. Muchas veces el hijo que no pueden tener por algún problema reproductivo es sustituido por la posibilidad del hijo adoptado. En cambio, las parejas homosexuales pueden ver de manera más sencilla cuál es su verdadera función, ya que la adopción consiste primariamente, no en obtener un hijo para la pareja, sino en darle una familia a un chico que no la tiene", sostiene.
Este problema hace difíciles las cosas y Gustavo Herrero, director del Registro que coordina los datos de los aspirantes de casi todo el país, sostiene que en la Argentina, el proceso de adopción es largo. Una de las razones principales es porque se tarda mucho en decidir la separación del chico de su familia biológica. "Por eso los chicos usualmente quedan en estado de adoptabilidad cuando ya son más grandes. Es decir, entran al sistema por la parte superior, mientras que casi todos los aspirantes quieren adoptar a chicos ubicados en la franja inferior", explicó.
Por su parte, Pedro Paradiso, titular del área jurídica de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), coincide: "Tiene que ver con los modelos y mandatos sociales. En nuestra sociedad toda mujer heterosexual quiere ser madre y el hijo tiene que ser suyo, de la misma sangre. Si no puede, busca reemplazarlo con un chico 'equivalente'. Para una pareja homosexual el modelo es distinto. No es que los gays somos mejores papás o las lesbianas son mejores mamás, sino que no tenemos esa presión social", explica.
Herrero además indicó: "Que sean más inclusivos no significa que debamos utilizarlos como familias 'residuales'. No tienen que transformarse en la forma de resolver los casos que no acepta el resto. El desafío es que todos estén informados y puedan rever su perfil adoptivo. Por eso organizamos charlas informativas."
La homofobia aún es habitual en ciertos sectores y la abogada y especialista Karina Bigliardi indica que, a la hora de elegir una familia para un niño, "muchos jueces, de tener la opción, van a optar por darle el chico a un matrimonio heterosexual religioso".
"Aún hay mucha homofobia en el sistema judicial. Y también en la sociedad en general. Este año le dieron en adopción dos hermanitos a una pareja gay y empezaron a recibir denuncias de vecinos que decían que esos chicos estaban en peligro", cuenta Paradiso, militante de la CHA.
Tal vez esta mirada distinta de una adopción que gire más en el niño y menos en las expectativas de los padres, genera conciencia sobre el tema y permite que un niño de ocho años tenga la misma suerte que un bebé aunque haya llegado un poco más tarde.