Las mujeres no menstruamos crema del cielo, menstruamos sangre
Una genial publicidad de toallitas plantea un tema interesante a la hora de debatir la concepción de la mujer y su periodo. Porque es hora de que todos entendamos que nuestros procesos naturales no tienen per se ninguna carga negativa más allá de la que se le inventa. De hecho, sin esa sangre, nadie estaría leyendo esta nota.
Desde que tengo memoria, la menstruación es tan únicamente de nosotras, tan propia de las mujeres, que jamás nadie osó en pedirle una toallita a su amiga sin hablar bajo, sin usar algún tipo de código. De hecho, ya que hablamos de publicidades, recuerdo una que se refería a las toallitas higiéncias como "las entradas", para que el chico que con ellas estaba no se diera cuenta. Porque nadie debía enterarse lo que en realidad pasaba, pasa y pasará: sangramos.
Mancharse el uniforme era nuestro terror y es entendible, a nadie le gusta andar con una aureola de sangre en la entrepierna, pero ahí pasa algo más. Algo que tiene que ver con lo social. Una presión que ejerce el qué dirán, con el qué pasará si todo el mundo ve que estoy "en esos días", "con el asunto", "con la regla".
Recuerdo una partecita de El segundo sexo de Simone de Beauvoir sobre nuestro ciclo y las distintas fantasías que se crearon al rededor de algo que hace muchos años era inexplicable y mágico.
"Entre los nómadas, la procreación apenas parece otra cosa que un accidente y las riquezas del suelo permanecen desconocidas; el agricultor, en cambio, admira el misterio de la fecundidad que grana en los surcos y en el vientre materno; sabe que él mismo ha sido engendrado como el ganado y las cosechas, y quiere que su clan engendre otros hombres que le perpetuarán al perpetuar la fertilidad de los campos; la Naturaleza entera se le representa como una madre; la tierra es mujer; y la mujer está habitada por las mismas oscuras potencias que la tierra (...) Así, pues, a través de ellas la vida del clan se conserva y propaga; de su trabajo y de sus mágicas virtudes dependen niños, rebaños, cosechas, utensilios y toda la prosperidad del grupo del cual son alma. Tanto poder inspira a los hombres un respeto mezclado de terror, que se refleja en su culto. En ellas se resumirá toda la Naturaleza extraña y misteriosa (...) Se han descrito con frecuencia los severos tabúes que en las sociedades primitivas rodean a la muchacha en el día de su primera menstruación; incluso en Egipto, donde se trataba a la mujer con singulares miramientos, permanecía confinada durante todo el tiempo que duraban sus reglas. A menudo la exponen sobre el tejado de una casa, se la relega a una cabaña situada fuera de los límites de la aldea, no debe vérsela, ni tocarla: más aún, ni siquiera ella debe tocarse con la mano; en los pueblos donde despiojarse es una práctica cotidiana, le envían un bastoncillo con el cual puede rascarse; no debe tocar los alimentos con las manos; en ocasiones, se le prohíbe tajantemente comer; en otros casos, la madre y la hermana son autorizadas para alimentarla por medio de un instrumento; pero todos los objetos que han entrado en contacto con ella durante ese período deben ser quemados. Pasada esa primera prueba, los tabúes menstruales son un poco menos severos, pero siguen siendo rigurosos".
Pongámonos a pensar cuántas veces esa mística nos persigue hoy en día. No sólo la sangre es tabú, sino que además, somos seres inentendibles, lejanos. Somos el "Otro". Si bien las cosas cambiaron mucho, los derechos de las mujeres avanzaron y se hicieron más claras las injusticias de género, algunas cosas se encuentran tan arraigadas a argumentos vetustos y viejos que parece increíble que todo suceda en la misma época.
Y todo esta perorata para mostrarles una publicidad que me recomendaron y me pareció excelente. Durante muchos años, desde que existe la televisión, nosotras menstruamos agua con colorante azul. Sangre de lastimaduras sí, eso se muestra, pero la sangre vaginal que tiene la misma consistencia (no así olor pero mejor de eso no hablemos), nunca jamás figura como algo real. Todo es ficción.
Y si bien en este video tampoco aparece -fue una de las críticas de algunos sectores feministas al verlo- la realidad es que el planteo y el desarrollo del mismo son excelentes. Por primera vez en los medios de comunicación las mujeres no somos taradas que no saben cómo disimular que son mujeres. Por primera vez en los medios de comunicación menstruamos lo que tenemos que menstruar: sangre. Sangre y nada más.