La reciente información sobre que la revista  femenina "Ya" del diario chileno El Mercurio dejará de retocar digitalmente las imágenes de las fotografías de las mujeres que ilustren sus artículos, abrió todo un debate sobre qué consecuencias psicológicas en la sociedad está trayendo la alteración constante del cuerpo en las publicaciones. Una causa que desde este espacio queremos empezar a dar rienda.
Esta información particularmente me llamó la atención y creo además que captó el interés del lector porque este lunes fue una de las noticias más vistas en Diario Registrado. ¿Qué sucedería si de ahora en más las modelos no son modificadas digitalmente en los carteles publicitarios?¿Qué pasaría si de ahora en más los medios de comunicación solo mostraran cuerpos "normales" y no ya los actuales cánones de belleza muy cercanos a la perfección?
Bastantes años antes de querer ser periodista comencé a estudiar fotografía. Era adolescente y la imagen digital recién comenzaba a tener difusión. Recuerdo que en un curso de dos años tuve una sola clase de Photoshop pero eso me bastó para darme cuenta que era una herramienta inacabable. Sus opciones son casi ilimitadas y el resultado abruma: genera algo muy parecido a la realidad.
Si ya la fotografía es una suerte de "espejo" de lo que está siendo captado, retocar una imagen sería como elevar la apuesta al cuadrado. Cualquiera que haya navegado en la web se pudo haber topado con un tutorial sobre el retoque digital y allí ver las monstruosidades que esto genera: se modifican el tamaño de ojos, piernas, largo de cuello, se alisa la piel, etc. El resultado: cuerpos absolutamente irreales con atrocidades tales como mostrar partes del cuerpo de una forma tal que jamás, ni la mujer con mejores medidas, tendría.
En un mundo donde todas las publicaciones y publicidades tienen mujeres retocadas digitalmente, la frustración de la sociedad común está a la orden del día. Un ideal de belleza que jamás podrá ser alcanzado porque en verdad no existe. Tener 70 años sin una sola arruga, una piel a los 40 de una chica de 20, los ojos mas azules del mundo y cristalinos del mundo, o las caderas mas perfectamente redondeadas.
Centrémonos por ejemplo en el grupo más vulnerable etario: los adolescentes. La capacidad de discernir entre "lo real" y "lo virtual" es ínfima. Se criaron en un mundo donde la imagen es todo. A la presión de verte bien y vestirte bien hay que sumarle la que querés mostrar en las redes sociales y allí la imagen marca un ítem muy importante. La consecuencia: desde problemas alimenticios y cirugías a corta edad a retocarse a sí mismos fotografías caseras.
Volver a lo tangible, a lo real, es un camino que algunos quieren comenzar a andar pero no basta con una pequeña iniciativa. No basta con que una sola publicación no retoque las imágenes de quienes entrevista si al costado va a estar una publicidad que no cumple esos cánones. Debe ser una causa de muchos contra los pocos que controlan estos sectores empresariales y mediáticos y que crean tantas distorsiones psicológicas en nuestra sociedad.

La reciente información sobre que la revista  femenina "Ya" del diario chileno El Mercurio dejará de retocar digitalmente las fotografías de las mujeres que ilustren sus artículos, abrió todo un debate sobre qué consecuencias psicológicas en la sociedad está trayendo la alteración constante del cuerpo en las publicaciones. Una causa que desde este espacio queremos empezar a dar rienda.

Esta información particularmente me llamó la atención y creo además que captó el interés del lector porque este lunes fue una de las noticias más vistas en Diario Registrado. ¿Qué sucedería si de ahora en más las modelos no son modificadas digitalmente en los carteles publicitarios?¿Qué pasaría si de ahora en más los medios de comunicación solo mostraran cuerpos "normales" y no ya los actuales cánones de belleza muy cercanos a la perfección?

Bastantes años antes de querer ser periodista comencé a estudiar fotografía. Era adolescente y la imagen digital recién comenzaba a tener difusión. Recuerdo que en un curso de dos años tuve una sola clase de Photoshop pero eso me bastó para darme cuenta que era una herramienta inacabable. Sus opciones son casi ilimitadas y el resultado abruma: genera algo muy parecido a la realidad.

Si ya la fotografía es una suerte de "espejo" de lo que está siendo captado, retocar una imagen sería como elevar la apuesta al cuadrado. Cualquiera que haya navegado en la web se pudo haber topado con un tutorial sobre el retoque digital y allí ver las monstruosidades que esto genera: se modifican el tamaño de ojos, piernas, largo de cuello, se alisa la piel, etc. El resultado: cuerpos absolutamente irreales con atrocidades tales como mostrar partes del cuerpo de una forma tal que jamás, ni la mujer con mejores medidas, tendría.

En un mundo donde todas las publicaciones y publicidades tienen mujeres retocadas digitalmente, la frustración de la sociedad común está a la orden del día. Un ideal de belleza que jamás podrá ser alcanzado porque en verdad no existe. Tener 70 años sin una sola arruga, una piel a los 40 de una chica de 20, los ojos mas azules y cristalinos del mundo, o las caderas mas perfectamente redondeadas.

Centrémonos por ejemplo en el grupo más vulnerable etario: los adolescentes. La capacidad de discernir entre "lo real" y "lo virtual" es ínfima. Se criaron en un mundo donde la imagen es todo. A la presión de verte bien y vestirte bien hay que sumarle la que querés mostrar en las redes sociales y allí la imagen marca un ítem muy importante. La consecuencia: desde problemas alimenticios y cirugías a corta edad a retocarse a sí mismos fotografías caseras.

Volver a lo tangible, a lo real, es un camino que algunos quieren comenzar a andar pero no basta con una pequeña iniciativa. No basta con que una sola publicación no retoque las imágenes de quienes entrevista si al costado va a estar una publicidad que no cumple esos cánones. Debe ser una causa de muchos contra los pocos que controlan estos sectores empresariales y mediáticos y que crean tantas distorsiones psicológicas en nuestra sociedad.