Ella era Sylvia, la niña genio que se dio cuenta que en realidad quería ser Zeph
A los ocho años, Sylvia Todd era una niña ingeniosa y ávida por los robots, por ello decidió realizar una especie de programa a través de internet. y con un soldador en sus manos, tenía miles de espectadores y toneladas de robots.
Uno de sus descubrimientos más exitosos fue Awesome Sylvia's Watercolor Bot que pintaba cualquier imagen que se le pidiera.
En 2013, Sylvia recibió una invitación de la Feria de Ciencias de la Casa Blanca. Barack Obama, después de testearlo, invitó a su inventora de once años porque el expresidente consideraba que era genial tener mujeres dedicadas a la tecnología.
Luego vinieron reporteros, revistas e, incluso, ofertas para escribir libros. Un artículo en el New York Times describió a Sylvia como "medio boba, medio seria y casi segura de que su futuro estaba en la ciencia".
Mientras estaba en la escuela, Sylvia daba discursos en todo el mundo: desde las Naciones Unidas hasta las escuelas de niñas de élite en Australia. Esta situación supuso un gran problema para una niña de un pequeño pueblo del norte de California, cuyos padres, a menudo, se preocupaban por pagar la próxima factura.
Al pasar los años, Sylvia más allá de cómo la podían describir los medios, en realidad por dentro sucedía todo lo contrario y volvió a nacer, esta vez como Zephyrus Todd, tiene 16 años que prefiere el arte a la ciencia y sabe más de él mismo que lo que la gente hablaba de Sylvia.
"Cuando era pequeño. Era eso: solo una niña. Y quería hacer cosas divertidas", comenta Zeph.
Él siempre había querido saber cómo funcionaban las cosas y le gustaba desarmar computadoras portátiles viejas y armar kits electrónicos con su padre, James, que era programador.
Un día de 2010, Zeph decidió crear un canal de YouTube para explicar cómo hacer cosas. Su madre, Christina, cosió una bata de laboratorio adecuada para una niña de 8 años. Su padre le ayudaba a escribir los guiones y a aguantar la cámara. Y Zeph hacía la puesta en escena.
Los niños miraban ese canal. Zeph vio, asombrado, cómo cientos de espectadores se convertían en miles. Make Magazine comenzó a pasar el programa en su canal de YouTube, y más de un millón de personas hicieron clic en los vídeos de Sylvia.
Zeph se metió en el personaje. Llevaba la bata de laboratorio a las ferias, vendía modelos de Sylvia en los booths o posaba con sus ídolos, como Adam Savage, de MythBusters. Sylvia era un ídolo. Ella lo era.
Un día del verano pasado, cuando todo había terminado y Zeph solo era Zeph, el padre se sentó en el patio con un plato de guacamole mientras miraba a su hijo chapotear en una piscina. Se preguntaba si tanta diversión había valido la pena por todos los problemas que había causado.
"Antes de que sucediera esto, le solía decir a Zeph que la fama no era algo sano. Como niño, la fama era una trampa", recuerda.