La democracia por definición es el gobierno del pueblo. Pero hay muchas formas de entenderla. Cuando éramos chicos, en el secundario y hasta en la universidad, nos enseñaban la historia de los héroes, aquellos que realizan gestas patrióticas. Pensar la política y la historia desde esa mirada implica pensar en un “poder” centralizado y conducido por unos pocos. Paralelamente, nos posiciona como una sociedad pasiva que en el mejor de los casos tan solo acompaña a ese acontecer.

Esta mirada de ciudadanos "espectadores" y desorganizados es funcional a una determinada mirada política. Es claro que desde este imaginario social será difícil cuestionar los pensamientos dominantes que reproducen esquemas, estereotipos y comportamientos a favor de los grupos de poder. Si las transformaciones de la historia la desarrollaron los líderes, los presidentes o las vanguardias, ¿qué lugar le queda al pueblo? Ninguno. Está ausente. Según el filósofo Cornelius Castoriadis, la mayoría de las sociedades humanas son instituidas dentro de la heteronomía, lo que es decir “dentro de la ausencia de autonomía”. Esto significa que a pesar de que las instituciones, las normas y la moral son construcciones de los hombres; muchas sociedades tienden a darle un fundamento externo, lo cual vuelve al pensamiento dominante incuestionable.

Otra mirada podría ser la de pensar nuestra historia desde el llano; desde el pueblo, donde los dirigentes son sus emergentes, donde los cambios son conquistas colectivas. En ese sentido, no hubiéramos tenido la independencia sin las Montoneras, el voto secreto sin la presión popular de las revoluciones de 1893 y 1905, y no habría justicia social sin el 17 de octubre.

El kirchnerismo puede ser interpretado desde este punto de vista como la expresión de conquistas colectivas. La reapertura de los juicios a los genocidas hubiera sido imposible sin la lucha de los organismos de Derechos Humanos y de un pueblo que mantuvo viva la memoria con marchas, recitales, actos y miles de expresiones sociales. El FRENAPO fue el antecedente que construyó la masa crítica necesaria para desarrollar la Asignación Universal por Hijo. Sin la lucha sostenida de organizaciones sociales, sindicales, comunitarias, de derechos humanos y de pequeñas empresas, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual no hubiese sido posible. Sin miles de personas valientes que militaron por el respeto a la diversidad sexual no tendríamos la Ley de Matrimonio Igualitario, ni la Ley de Identidad de Género.

Pensarnos como un pueblo creativo, creador, activo, autónomo, protagonista de nuestra historia, nos coloca en un lugar clave para avanzar en nuestra auto definición de la "democracia". Con esa conciencia de existencia, podemos ser parte de la historia ya no como sujetos individuales sino como un colectivo. Frente a una multitud, la Presidenta de la Nación planteó la necesidad de “empoderar al pueblo”. Sostuvo “tenemos los argentinos el deber de no depender de una persona; tenemos el deber, pero sobre todo la necesidad, de empoderarnos nosotros mismos de esas conquistas y de esos derechos y de organizarnos para defenderlas.”

Quizás la mejor forma de comenzar a defender esas conquistas es entenderlas como propias. Es decir, pensarnos como actores de nuestra historia. Como sostiene Castoriadis, podemos ser una sociedad autónoma “que se da a sí misma su ley”, tomando conciencia que la reglas de nuestra sociedad la construimos nosotros”. Si nos animamos a pensarnos autónomamente, podemos pensar nuevas categorías, defender lo logrado y seguir construyendo juntos el futuro.