Volverse loco
¿Cuándo se dice de alguien que se volvió loco? El dicho popular se refiere a quienes de pronto, de un día para otro asumen conductas y actitudes opuestas a las que les eran o son conocidas y habituales. A esos a los que les agarra un raye de pajaritos sueltos en la azotea. De patitos que se salieron de la fila. Por ejemplo, Hugo Moyano se volvió loco. Y de un tipo de locura voluntaria e imperdonable. Piumato también, pero es más previsible: porque ya a través de sus twitters venía anticipando su diagnóstico. Nadie va a decir que Elisa Carrió se volvió loca. Sería redundante. Volverse loco en política es aún más frecuente que en periodismo. Y eso que ambos ramos son la mar de fértiles. Por eso cuando en uno u otro se dice que alguien se volvió loco es que el caso es serio, sorprendente y extremo.
En periodismo nadie diría que Lanata se volvió loco. Ya que igual que Carrió es fiel a su estilo. Y es ése, el estilo, la única y excluyente ideología del que no se vuelve loco porque no puede volverse quien está loco. Tampoco en política se volvieron locos Patricia Bullrich ni Mario Amadeo. Más no se puede: hay un límite. Por eso ninguno de los de la Mesa rural puede volverse más loco. Son estables. Definitivos. Para volverse loco hay que cruzar el paralelo, no de la cordura sino de la lealtad. La lealtad hacia si mismo. Cuando alguien cruza ese portal ya entra en un cosmos sin paredes ni piso ni techo. Y en esa vastedad puede ir y venir, bajar y subir ilimitadamente sin encontrar ni la entrada ni la salida. Los del llamado Peronismo federal son expertos en este rubro de extravío.
Lo cierto es que “Volverse loco” es un dicho que a veces alcanza la perfección. Hugo Moyano es la síntesis. No tiene por ahora competencia. Ni individual ni corporativa. Porque nadie va a decir de los que titulan las tapas de Clarín, La Nación y Perfil que se volvieron locos. Tampoco lo dirían de los que tipean los títulos de los zócalos de la pantalla de la tevé. Lo asombroso sería que se volvieran cuerdos.
Otra cosa es volverse loco por amor. Pero ese es un estado de ánimo que desconocen. Es feliz y no de desaliento.