La gran “testigo amenazado”: el modus operandi de Clarín
Cuando el testigo José Guillermo Capdevila, ex Director del departamento jurídico del Ministerio de Economía, ahora salido del país por propia voluntad, supuestamente amenazado, declaró en el expediente Ciccone, dijo que Boudou respondió a un requerimiento de la AFIP de acuerdo a lo que estaba “dentro de sus facultades”.
Se entiende: la consulta de la AFIP era sobre si el ministerio de Economía creía conveniente aceptar por parte de la sociedad controlante de la imprenta una determinada propuesta de pago de sus deudas impositivas.
El testigo “clave”, según conceptúa Clarín, también sostuvo ante la Justicia (y no, como ahora, ante los medios) que “a mi modo de ver, ningún Ministro contestaría que se cierre una empresa estratégica y que se pierdan fuentes de trabajo, tampoco contestaría que no se preocupe por el interés recaudatorio, porque la experiencia demuestra que la AFIP recauda mejor en un plan de pagos que en una quiebra. Y de hecho la consulta también se refiere a conservar este interés recaudatorio”.
Y agregó luego en sede judicial: “El Ministro no le está dando la instrucción o la orden de que se otorgue lo solicitado (la moratoria) sino que dice que lo sustancie, es decir, que le dé el trámite que corresponda según las facultades que tiene el organismo" tributario. Según la declaración testimonial, darle trámite “no se traduce en una respuesta positiva necesariamente” al requerimiento de que se otorgara un plan con beneficios excepcionales a la nueva sociedad dueña de la empresa.
En resumen: la feroz operación de desprestigio y desgaste contra Amado Boudou, que ya lleva exactamente el mismo tiempo que el segundo mandato de Cristina, también podría haber sido contra Sergio Echegaray. Pero claro: el jefe de la AFIP nunca fue un candidato a la jefatura del Estado, y además, no estaba en la línea de sucesión presidencial. No era un objetivo estratégico de Magnetto. Matar a Boudou a como dé lugar, y hacerlo ni bien estrenado en su cargo como número 2 del Poder Ejecutivo, significaba, al mismo tiempo, preservar la imagen del anterior vicepresidente, Julio Cobos, sobre el que la oposición destituyente había puesto toda sus expectativas, aunque con bajos resultados.
Desde luego, el manual de procedimientos de las operaciones de prensa de este tipo, prevé un testigo que hace declaraciones explosivas en los medios, y a posteriori su inmediata victimización. Naturalmente, el testimonio en la prensa hegemónica debe desmentir lo previamente declarado bajo juramento en la Justicia. Esa operatoria no es nueva. Y generalmente, paga bien. Cuanto más novelada esa caracterización culpógena, mejor. Produce picos altísimos de rating, a veces superiores a los de un programa de cocineros. Se parece mucho a otros casos célebres en el programa de ficción periodístico de los domingos por la noche. A Capdevila lo habrían amenazado en un parque, de atrás, por dos sujetos que no describe. Avenida Brasil a la porteña.
Esto de declarar ante un notario y hacer pública en los medios esa declaración una vez abandonado el país, recuerda el caso de Isidoro Graiver. Entonces, cuando las papas se le empezaron a quemar al Grupo Clarín, este señor desmintió desde Londres a su cuñada, Lidia Papaleo, y al hermano de ésta, Osvaldo, dándole la razón a Magnetto, a contramano de lo que le había declarado inicialmente a los medios que se animaron a investigar los negociados sucios de sangre de Clarín y La Nación en el caso Papel Prensa.
Mucho después de haberle contado a Tiempo Argentino detalles de la apropiación de la empresa productora del papel para hacer diarios (apropiación que incluyó secuestros y torturas), Isidoro se desdijo olímpicamente y le confió a un escribano que los directivos de los diarios más importantes del país, jamás habían amenazado a su familia para que vendieran las acciones de Papel Prensa.
Modus operandi, que se dice.
Por lo demás, Julio López, con quien se comparó imperdonablemente Capdevila en su raid radial de esta mañana, no tenía “amigos que hasta me han puesto a disposición sus aviones, tengo amigos que tienen aviones, que me dijeron: «Subite a mi avión y andá a donde quieras»", como declaró el testigo. Un insulto a la memoria histórica de un pueblo que hizo del juicio y castigo a los genocidas una verdad de época, ajena al barro de las manipulaciones mediáticas y las operetas de ocasión.