El periodismo que no pasó las primarias
A casi una semana de las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias hay conclusiones evidentes: el resultado de la contienda electoral expresa un conmovedor respaldo a la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner y al proyecto político que encabeza; ninguna de las fuerzas opositoras es hoy una alternativa real; los medios hegemónicos fueron puestos en su lugar.
La derrota de las corporaciones mediáticas se hizo más evidente porque apostaron fuerte contra el oficialismo. También por haberse constituido en articuladores de la oposición política al Gobierno, tanto por decisión propia como por las debilidades y carencias que evidencian los referentes antagonistas.
Enfrentados al kirchnerismo los medios hegemónicos buscaron incidir en el resultado del domingo pasado como nunca antes desde el retorno de la democracia. La política de derechos humanos, la democratización de la comunicación, el combate a los monopolios y la redistribución del ingreso, los pusieron en tensión y evidenciaron sus intereses.
Los ataques a Eugenio Zaffaroni, a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo; a la propia Cristina Fernández, a la que ahora llaman Señora Presidenta, y la publicación de información falaz combinada con editoriales furibundos, confluyeron en un cóctel que, lejos de debilitar al oficialismo, lo fortaleció.
El cachetazo popular a las corporaciones mediáticas terminó de ponerlas en evidencia. Rápidos de reflejos, los editorialistas de sus medios gráficos y televisivos cargaron contra los candidatos opositores como el padre obstinado que no logra que su hijo transite la senda que él le señala. Las reprimendas que recibió el fenecido Grupo A por sus fracasos en el Congreso resultan insignificantes frente a las plumas enardecidas de esta semana.
Alfonsín, Duhalde, Carrió, Binner y Rodríguez Saa, pasaron de ser la esperanza blanca a “…el tropel de opositores desarticulados que han preferido, en estas primarias, la exaltada pequeñez del fragmento a la sobria grandeza de la unidad”. Así les escupió en la cara, Santiago Kovadloff en La Nación del martes último (pag. 17).
En definitiva, pretenden que la lectura de la sociedad sea: no perdieron las corporaciones sino la oposición. Y, lo más jugoso de sus análisis, es que no ganó Cristina, perdió la oposición. Como ya es histórico en nuestras clases dominantes, reaparece la subestimación al Pueblo, a las mayorías, a los bárbaros que hay que civilizar para que aprendan a votar (contra sus intereses).
El resultado de las primarias también profundizará el debate sobre los medios de comunicación y el periodismo, en sintonía con lo que sucede en la Argentina desde que se comenzara a debatir la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
Cada día les resulta más difícil a los periodistas del establishment sostener el relato que los ubica como objetivos e independientes, al mismo tiempo que descalifican a todos aquellos que dicen lo que piensan sin eufemismos.
Si el buen periodismo es informar con veracidad, no tergiversar ni ordenar deliberadamente los hechos para forzar una interpretación, acudir a diversas fuentes y tener una mirada crítica de la realidad instituida por el poder (que en el mundo actual reside más en las corporaciones que en quienes administran el Estado), una parte importante de los medios concentrados no hace buen periodismo aunque en sus redacciones cuenten con buenos periodistas.
Los ciudadanos, leen entre líneas, confrontan el relato mediático con su vida cotidiana y resignifican con sentido crítico el bombardeo mediático de cada día. Esto no significa minimizar la importancia y el poder de los medios masivos de comunicación para fijar la agenda temática, disputar sentidos, construir el mundo. Supone poner las cosas en su lugar.
El domingo pasado, se puso de relieve una vez más, que los medios de comunicación, no son infalibles. También, que la mejor campaña electoral del gobierno fue, junto a la gestión del modelo que lleva adelante, haber puesto en marcha la democratización de los medios, que día a día garantiza más herramientas para que la ciudadanía decodifique los mensajes y el relato reduccionista y binario construido por diarios, canales y radios, sean comerciales o comunitarios, públicos o privados. Y, sobre todo, quedó claro que no hay imagen, texto o voz que pueda torcer la voluntad de un pueblo.
* Presidente de ULAN y Consejo Mundial de Agencias de Noticias. Vicepresidente de Télam