Derecha y marketing
Lo confieso para compartirlo y también a modo de exorcismo: a mí lo que más me sorprende es que no se les mueve un músculo. Dicen “salvataje” y “rescate” con una soltura que pareciese que todos compartimos sin grietas ni fisuras el significado de eso de lo que estamos hablando.
Salvar. Nada más generoso que tender una mano y más aún cuando alguien está en las últimas. Rescatar. ¿Qué puede ser más solidario que brindar una ayuda a alguien que no puede más?
Pero no es eso de lo que estamos hablando. No es eso de lo que yo, al menos, estoy hablando. No sé de qué hablan ellos. O, mejor dicho, sí que sé de lo que están hablando. Pero todo se confunde.
Y propios y ajenos le dan al tema. Que sí, que está bien. Que no, que está mal. Que así no se hace. Que si lo otorgan a España. O si lo solicita Grecia.Y yo miro. Y siento como si una multitud discutiera sobre lo harapiento o lo elegante que es el traje del monarca, cuando en realidad, lo que yo veo, es a un rey que está completamente desnudo.
Porque aunque a ellos no les mueva un músculo, a mí, la furia y la razón me indican que no se trata ni de vociferar las bondades del rescate o de escudriñar hasta encontrar el máximo de los perjuicios del salvataje. De lo que se trata es de decir con todas las letras que la claridad permita -porque primero se comprendió- que lo último que en este momento se está haciendo es salvar a un país o rescatar a un pueblo.
Es inevitable que la vocecita de la historia reciente de Argentina me hable. Es como el blindaje, suena a sólido, pero pareciera que justamente por eso, se desvanece en el aire. Decía Raúl Scalabrini Ortiz que “cuando alguien no entiende algo de economía, no es que le falte inteligencia, sino que lo quieren embromar”. Es decir, antes, los tecnicismos reemplazaban a las explicaciones para que nosotros, los destinatarios y pagadores de esas medidas económicas, no pudiéramos descubrir ni el más mínimo detalle de cómo iba a ser nuestro camino al matadero.
Por el mismo rumbo argumentativo tomó Don Arturo Jauretche. Con lo que no contó el primer gran deconstructor del discurso dominante, es con que un día, la derecha económica le iba a agregar a su economía de derecha, el marketing.
Así fue que llegamos a estos tiempos en que sí entendemos lo que nos dicen. Eso que enuncian es diáfano, límpido, transparente y palmario. El problema –la catástrofe, bah- es que eso que nombran no tiene ni un milímetro de conexión con la acción que llevarán adelante.
Porque ahora, cuando al procedimiento lo bautizan, se ocupan de que a la maniobra no se le vea la costura y que el nombre del asunto sepa a noble, a sólido, a esclarecido, a superior. Pero así como cuando dijeron blindar supe que de protección, de defensa, lo que se venía no tenía nada, sé que tampoco hay ni un poquito de redención a esto que le dicen rescate.
Por eso, a diferencia de sólo enfrentarla, por estos tiempos, a la derecha económica y argumental, primero hay que traducirla. Desarmarla, descuartizarla, desajustarla y desacoplarla. Exprimirla hasta sacarle toda la ideología posible. Desmenuzar la palabrita, descomponer la operación, desarticular las excusas hasta desbaratarles por completo el razonamiento con que nos quieren convencer que lo de ellos no es político. Es sólo técnico. Porque el poder tiene ese gesto, ¿vieron?. Se mueve displicente y con la expresión superada de quien se sabe imitado y admirado.
Ellos no gesticulan. Son medidos, prudentes. No gritan. Se esfuman. Siempre lo suyo es en positivo e inocente o inocuo. Porque el poder tienen ese porte. De instalar su porque sí, como verdad absoluta. El poder tiene ese don: de que nadie los señale porque nadie los conoce. El mote de poderoso se lo colocan a otro, mientras ellos ejercen, sin mirar y sin ser vistos.Pero por estas pampas algo aprendimos. A fuerza de volar por los aires, de explotar como Nación; de estallar como pueblo, un día una rueda distinta empezó a rodar. Y alguien habló más fuerte.
Y se cayó una venda. Y el de al lado vio lo mismo. Y dijeron adelante. Y de chucearlos, saltaron. Y de saltar, se nombraron. Y de nombrarlos, los vimos. Y de verlos, los conocimos. Y de conocerlos, los enfrentamos. Y el rey estaba desnudo y nos animamos, aún más. Palmo a palmo es la contienda. Por la interpretación y por los modos. Por la lógica y por las formas.
Para resignificar, para repatriar nuestras palabras. Para quitarles el disfraz a los que siempre estuvieron y entender las ropas nuevas de los que ahora se fueron. Militar hasta la semántica, la coma y el adjetivo. Disputarles el sentido, el común y el exclusivo.
Editorial de Sintonía Fina del 14 de julio