"Los medios", principal cómplice civil de la dictadura
Hace años que afortunadamente se instaló en la opinión pública la discusión acerca del rol de las corporaciones y empresas privadas durante la última dictadura militar. En este sentido es fundamental profundizar el análisis de los múltiples aspectos constitutivos de la corporación mediática y cómo a través de mecanismos de domesticación, la sociedad fue manipulada de forma sistemática para la construcción de un discurso de verdad oficial. Claro está que la persecución fundaba las bases de una "guerra ideológica" que se proponía eliminar lo que los militares y sus aliados civiles denominaban "la subversión". Y en este sentido el poder simbólico de los medios y el terror generaron un consenso social de silencio e indiferencia.
¿Pero cómo funcionaba el terror? Actuaba sobre el conjunto social en su totalidad, buscando quebrar aquellas relaciones sociales que generaban conflictos. La "reorganización" no era más que el reemplazo de antiguas relaciones por una relación unidireccional con el poder, por medio de procedimientos de delación y la desconfianza con el otro. Aun hoy percibimos el éxito de aquella medida cuando los hombres pierden el contacto con la realidad misma y no se "meten en algunas cosas".
Pero la estrategia de domesticación comenzó antes del 76 con mecanismos de censura y represión que ayudaron a que el golpe se concrete. Un ejemplo lo demuestra la estatización de los canales de televisión en 1973 de la mano del gobierno constitucional, pero que respondía a ciertas pautas legales establecidas previamente durante el gobierno de Lanusse. Además en los tres principales diarios, La Nación, Clarín y a La Razón, se difundió una solicitada de la organización "Pro-Vida", que clamaba en forma directa por el golpe militar con el slogan "Blanca y celeste, aunque nos cueste".
En la mañana del lunes 22 todos los diarios coincidían en señalar la inminencia del golpe. "Alternativa inconducente", era el título del editorial de Clarín. Sin ir más lejos el Diario La Razón durante marzo del 76 anunciaba diariamente los hechos que prontamente ocurrirían: 2/3: "Hay nuevas incógnitas"; 6/3: "Grave situación económica"; 13/3: "Preocupa la tensión sindical"; 1/3: "Culmina el proceso"; y 23/3: "Es inminente el final. Todo está dicho".
El mismo 24 de marzo la Junta Militar dio a conocer una serie de comunicados que recortaban las libertades y las garantías constitucionales a ciudadanos y medios. El Comunicado Nº 19 era el que trataba La libertad de prensa de la siguiente forma: "Que sea reprimido con la pena de reclusión por tiempo indeterminado el que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare comunicados o imágenes provenientes o atribuidas a asociaciones ilícitas o a personas o a grupos notoriamente dedicados a actividades subversivas o de terrorismo. Será reprimido con reclusión de hasta 10 años el que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare noticias, comunicados o imágenes con el propósito de perturbar, perjudicar o desprestigiar la actividad de las fuerzas armadas, de seguridad o policiales".
Al mismo tiempo las propagandas hacían lo suyo: "Achicar el Estado es agrandar la Nación" y "Los argentinos somos derechos y humanos". Una muy recordada por quienes vivieron el período era la del tanquecito de la DGI, que mostraban a la Argentina como un bife de chorizo a punto de ser devorado por el terrorismo y decía al final: "unámonos, y no seremos bocado de la subversión".
Otro aspecto central es el tema del control del lenguaje. Al día siguiente al golpe, por ejemplo, ningún medio utilizó la figura del "golpe de Estado". Para La Razón, las FFAA habían "asumido el ejercicio del poder", La Prensa hablaba de "control operacional", La Nación se refería a una "asunción de poder" y Clarín informaba que se trataba simplemente de "un nuevo gobierno" y que María Estela Martínez de Perón había sufrido un "alejamiento del poder". En este mismo sentido cada día se hacían circular listas con las palabras que podían o no decirse.
La oficina llamada "Servicio Gratuito de Lectura Previa" se creo para controlar y autorizar las publicaciones. Desde la Secretaría de Prensa y Difusión se dieron a conocer novedosas formas de procedimiento entre las cuales se destacaba la obligación a "inducir a la restitución de los valores fundamentales que hacen a la integridad de la sociedad, como por ejemplo: orden, laboriosidad, jerarquía, responsabilidad, idoneidad, honestidad, dentro del contexto de la moral cristiana". Una novedad fue la creación de la figura del "Asesor Literario" que controlaba en cada canal los guiones de los programas antes de su grabación.
Con respecto a la televisión ya se sabe que las Fuerzas Armadas se hicieron cargo de los diferentes canales: Canal 7 (ATC) para Presidencia de la Nación; Canal 13 para la Armada; Canal 11, para la Fuerza Aérea y Canal 9 para del Ejército. Lo mismo ocurrió con las radios estatales: Radio El Mundo, Mitre y Antártida eran de la Marina; Belgrano, Radio Argentina y Radio del Pueblo, del Ejército, y la Aeronáutica tuvo a Splendid y Excelsior. Habitualmente circulaban comunicados con los nombres de los individuos "prohibidos" y de los sospechosos. En la lista negra figuraban Cuchi Leguizamón, Charly García, Gardel, Les Luthiers, Maria Elena Walsh, Víctor Heredia, Luis Brandoni, Marilina Ross, Osvaldo Dragún, Ricardo Halac y Hamlet Lima Quintana entro muchos otros.
En lo que concierne al Cine El Instituto Nacional de Cinematografía dictó en 1976, las normas para la reproducción de un "cine optimista": "Respecto a películas a filmar en el futuro, el INC apoyaría económicamente todas aquellas que exaltaran valores espirituales, morales, cristianos e históricos o actuales de la nacionalidad o que afirmasen los conceptos de familia, orden, respeto, trabajo, de esfuerzo fecundo y responsabilidad social, buscando crear una actitud popular de optimista enfrentamiento del futuro. En todos los casos se evitarán escenas y diálogos procaces." El discurso se orientaba hacia la reafirmación de los valores Familiares y la alusión de la Guerra Antisubversiva.
Los momentos paradigmáticos del uso dictatorial de los medios masivos fueron el Mundial de ´78 y La guerra de Malvinas. En la apertura del mundial el discurso inaugural de Videla solicitaba por "la paz entre todos los hombres". Asimismo poco antes del partido debut de la selección Argentina, Videla citó al técnico y a los jugadores para "reiterarles la importancia" que tenía para la imagen del país en el exterior ganar el Mundial y mostrar al mundo un clima "real" de alegría popular. Mientras tanto organismos de derechos humanos y medios extranjeros denunciaban las desapariciones. Le Monde publicó una carta abierta a Videla "en la que 2.337 periodistas franceses piden respuesta sobre sus 31 colegas argentinos asesinados, 40 desaparecidos y 68 detenidos". Los militares denunciaban que se trataba de "campañas de desprestigio"".
Luego durante la guerra de Malvinas en 1982 el locutor José María Muñoz, director de radio Rivadavia, llamaba al pueblo a concurrir a la Plaza de Mayo para respaldar al gobierno. Los noticieros y programas televisivos se disfrazaban de triunfalismo y nacionalismo, mientras se ocultaba lo que efectivamente estaba sucediendo. El noticiero de ATC, 60 minutos, muy famosos entonces, contaba con un corresponsal que transmitía en directo desde las islas, convirtiéndose en el canal que más importancia tuvo durante el conflicto. Las FFAA habían ordenado a los canales televisivos emitir mensajes que "no den pánico ni atenten contra la unidad nacional".
Quienes vivieron el conflicto seguro recuerdan el programa especial conducido por Pinky y Cacho Fontana para recaudar fondos, víveres y ropas de abrigo para los soldados. Los famosos y figuras del espectáculo se mostraban felices donando cheques y objetos para rematar, mientras que los televidentes donaban sus pertenencias frente a una cámara ubicada en el centro de Buenos Aires. Al día siguiente todos los elencos se reunieron para cantar juntos el Himno Nacional, y la audiencia de la emisión fue de 52,2 puntos. El papel del periodismo durante la guerra de Malvinas fue nefasto, y se demuestra con las tapas inolvidables de la revista Gente:"Vamos ganando", "Seguimos ganando". Luego de 73 días de engaños y mensajes falsos que ocultaban una victoria inalcanzable, los medios tuvieron que admitir la derrota con un saldo de 635 muertos y un pueblo sumido en la represión.
En fin, lo que se propuso el gobierno militar excedía el mero aniquilamiento y no finalizaba sino que se iniciaba con las muertes y desapariciones, y para ello necesitó de la colaboración de los medios, principales agentes de realización simbólica. Este proceso implicó la censura y represión con el fin de transformar y refundar relaciones sociales, como así también vínculos, lenguaje, palabras, el concepto de la política, y el régimen económico, es decir, el ejercicio concreto y abstracto del poder.