Que ves cuando me ves
No conozco a Wanda Nara. Fui invitado a su primer casamiento, no a la fiesta pero sí a la iglesia, dada una cercanía más o menos amistosa con Maxi López; pero no la conozco personalmente.
En esta semana, y una vez más, es tapa de una de las revistas de celebridades donde posa con el torso desnudo, unas calzas negras y una carterita que se apoya sobre el final de su espalda, y su mano derecha tomando su pecho izquierdo. Muy sensual por cierto y con una alta dosis de photoshop. ¿Importa? Parece que sí.
En mi cuenta de la red social twitter, @Nachogoano, hice referencia a esa foto de tapa agregando la pregunta de si alguna de mis seguidoras había esperado así al marido algún día. Rápidamente me saltaron al cogote con el tema del retoque digital; que la imagen no es real, bla bla bla…
Es el momento de dejar de lado a la propia Wanda Nara; y posarnos, por lo menos a los fines de lo que quiero compartir con ustedes en este encuentro semanal, en lo que podemos llamar la actitud con respecto a la sensualidad.
¿Necesitamos un retoque de computadora para tener actitud para con nuestra pareja? Volviendo a la misma Wanda; hace unos días circularon unas fotos que le tomaron unos paparazzis en Ibiza donde, intentando subir a la lacha donde descansaba junto a su actual marido Mauro Icardi y el resto de la familia, la mayor de las Nara dejaba ver el físico de una mujer con pancita; con algunos pocitos en las piernas y con la cola algo más caída que la de las sugestivas fotos que se publican esta semana o cualquier otra publicación que conozcamos. ¿Por qué suponer que una producción fotográfica borra la ilusión que entrega la imagen misma?
Si la Gioconda estaba con un grano de pus y Da Vinci tuvo la gentileza de pasarla por alto ¿El encanto de su famosísima media sonrisa pierde su efecto? Los turgentes y casi perfectos senos de “La Maja desnuda” pintada por Francisco de Goya entre los años 1795 y 1800 ¿Eran así? Cuentan que el artista español pintó a la decimotercera duquesa de Alba que era su íntima amiga. ¿Imaginan a cualquier cortesano que, al correr los breteles del vestido de la duquesa se sienta decepcionado al no ver los pechos que pintara el bueno de Francisco?
Volviendo a nuestros días; miles de veces, tanto varones como mujeres, al momento de tomarnos una fotografía, metemos panza, bajamos el mentón o directamente nos metemos detrás de alguien. Ese artilugio no borra nuestras actitudes, aunque estemos entregando una imagen que no sea del toda real.
En el amor las curvas siempre son perfectas, y eso es lo importante.
Ojalá tengamos todos una buena semana.