Los noventa nunca se fueron
La movida antidemocrática de una parte de la oposición al pedirle a un juez que paralice las actividades del Congreso Nacional. (Estrategia que se decidió en las oficinas del bloque radical.) La embajada norteamericana que primero acusa al país de estar en default, y después publica un documento que alerta sobre la tremenda inseguridad para los ciudadanos yanquis en este país. El desacato que Griesa hizo caer justo el día en que la Argentina depositaba el pago de la deuda en la nueva cuenta. Las task force de los buitres que publican en sus medios amigos una foto de la presidenta con el título “un ejemplo de falta de solidez” mientras Cristina los denunciaba en la ONU. La amenaza a la presidenta de unos supuestos “Isis” un poco antes de viajar a Nueva York. Isis que ella misma después descartó como posibles autores de la amenaza y recomendó “mirar hacia el norte”. El buen ministro alemán que sin pertenecer a la task force buitre –se supone- declaró igualito, que el país es un ejemplo de falta de solidez. (Alemania es el país serio que en la lista de países que son cuevas fiscales está noveno.) Los bancos y otras entidades que convierten los pesos en dólares y se los llevan de a decenas de millones a cuevas fiscales. Con ayuda –ahora nos venimos a enterar- de algunos secuaces en el Banco Central. Y las automotrices y los sojeros que no quieren vender mientras hacen todo lo posible para provocar una devaluación que licue los salarios y les asegure una super rentabilidad que se llevarán a cuevas fiscales. Los supermercados que no respetan los precios cuidados –ni los otros- mientras tienen ganacias hasta 50 veces más altas que en otros países y que se la llevan. No sé si a cuevas fiscales. El Foro de Convergencia Empresarial que ya preparó su programa de negocios con el cual busca socio/empleado entre los candidatos a presidente. (Para hacer mucha platita sin invertir un mango y llevársela a cuevas fiscales.) El gobierno de los EEUU que dice que “monitorea” la situación entre nuestro país y el juez que nos declara en desacato. Monitorea sabiendo que por sus propias leyes ningún juez puede hacer lo que hizo el viejito. Los sindicalistas opositores y los troscos alucinados que prometen caos y descalabros por nuestras calles para que el fin de año sea como debe ser. Los economistas ninci (no hace falta explicar el adjetivo) que aúllan que se viene un dólar a veinte dólares, y que prometen que si no pagamos a los buitres van a incendiar el país. Perdón, que el país se incendia. Los medios que además de colaborar, fogonear, financiar y asustar con su plan económico y político, le agregan cuotas extra de sangre, muerte y horror. Sus periodistas que se volvieron locos de tanto odiar y mentir, y que son capaces de decir que el desacato de Griesa va a significar menos sueldos y menos empleos. (Dicho por Bonelli, el defensor y vocero privilegiado del megacanje.) La inyección permanente de que este no es un gobierno democrático sino una tiránica cleptocracia kakistocracia plutocracia manejada por nepotistas. Ahora dejamos el griego y vamos al castellano: el gobierno de una familia de ladrones, tiranos, los peores criminales enriquecidos gracias a su autoritarismo. Y más allá del absurdo, la deslegitimación que así realizan todos los días prepara –si su dios quiere- el ámbito necesario para un final trágico y ejemplificador.
Me quedan cosas afuera de esta desordenada y revoleada lista de acciones políticas, económicas y psicológicas. Todas ellas orientadas a forzar el final de este ciclo político con la esperanza puesta en un nuevo gobierno que no confronte con el poder económico transnacional, ni con su pata local, ni con las políticas imperiales. Sino que colabore con ellos. Pero a este plan opositor no le alcanza con las presiones económicas –para lo cual demuestran tener energías de sobra, con la fea paradoja de que es esta misma gestión la que les permite seguir ganando mucho dinero- sino que además necesita de cierto consenso social que haga suya la lógica del sometimiento al poder real. Y para eso los medios y quienes construyen ahí su discurso necesitan salirse de la historia. El contexto histórico es lo que más amenaza su relato que sólo puede tener validez si se considera que la historia empecé antes de ayer. Y también nuestra colaboración involuntaria si negamos que el kirchnerismo es parte del proceso neoliberal. Porque el kirchnerismo desarrolla sus políticas en un contexto de neoliberalismo que nunca resignó ninguna de sus banderas o privilegios. El kirchnerismo en el mejor de los casos será el comienzo del final de esa fuerza globalizada a la que viene ganándole algunos terrenos que a veces se vuelven a perder. Y así lo podemos ver cuando sanciona leyes que después son frenadas en los tribunales, escamoteadas por jueces, negadas por la oposición, desprestigiadas por los medios y desobedecidas por el poder establecido. Lo vemos cuando después de once años de gobierno debe volver a pulsear con los ladri-financieros que sin mucha discreción funcionan prácticamente dentro del Banco Central. A pulsear con los bancos, los empresarios, la embajada, los medios, los políticos opositores, todos ellos jugadores que nunca arriaron sus banderines neoliberales.
Creo que deberíamos dejar de pensar que los noventa quedaron atrás y que estos actores quieren volver a aquellos tiempos. Porque no son tiempos pretéritos los del neoliberalismo, sino que están en disputa en el presente. Nada del aparato liberal cambió con la llegada del kirchnerismo, (por eso hablamos de “establishment” que literalmente es “lo que está establecido”). Lo que cambió fue que llegó una administración que lo confronta desde el primer día, y desde el primer día no puede con él sino que le va arrebatando pequeños espacios por los que paga altísimos costos en una pelea que es desigual, como todas las peleas que a uno le gusta pelear. Contra las finanzas mundiales, contra las corporaciones transnacionalizadas, contra los privilegiados de la tierra, contra la banca global, contra los intereses armamentísticos y contra los medios que son socios y propagandistas implacables de aquellas fuerzas instaladas con la eficacia formidable del capitalismo. El kirchnerismo llegó como una fuerza que no lucha contra ese capitalismo sino que pretende limarle sus aristas más filosas, agresivas, e irracionales. Pero esa pretensión que puede parecer insuficiente es demasiado para dejarlo sobrevivir como expresión ideológica y como patente política.
Por eso para quienes lo apoyamos debe estar presente la historia en toda su dimensión, sin escondernos a nosotros mismos que no dejamos nada atrás sino que todavía sobrevivimos en las aguas de los noventa. La historia, para quienes no soportan a este gobierno debe ser un elemento ajeno a cualquier análisis. Debe ser olvidada y considerada un estorbo y una falacia. Para nosotros, los que tenemos ganas de vivir en un país y un mundo mejor, la historia debe ser parte de nuestra cotidianeidad. Sin voluntarismos que confunden, sin exitismos que adormecen, y sin perder de vista que los procesos políticos y sociales no ocurren en diez años por más lindos años que estos sean. Porque si perdemos esta pulseada no hará falta volver a los noventa, los noventa están acá nomás a un paso de nosotros, esperando que nos tropecemos para pasarnos por encima. Y porque estas renovadas fuerzas de los poderes que saquean al país expresan su desesperación y su miedo cuando ven que su soñado “fin de ciclo K” está cada vez más cerca de ser un ciclo nuevo y renovado que le aleje las manitos de esa bolsa de donde quieren llevarse lo que es nuestro.