Uno de los rasgos característicos de la Administración Milei es la extraña manera de encarar las relaciones exteriores de nuestro país con otras naciones, organizaciones y dignatarios del mundo. Su postura y posicionamientos resultan una extraña combinación de impronta estudiantil combinada con una sesgada y enceguecida ideología de folletín, asentada en la época de la Guerra Fría. En tal sentido, las posturas binarias de esta temeraria diplomacia parecen nacidas de un juego de TEG, sobre las cuales la Ministro de Relaciones Exteriores, Diana Mondino, es una cabal y digna acompañante. En pocos meses esta bizarra política exterior ha causado problemas con países con los cuales la República Argentina sostenía sólidas, permanentes y muy buenas relaciones, como por ejemplo Brasil, China, España, Rusia, Palestina (estado, éste, reconocido y con representación diplomática en nuestro país desde 1999).   

Por otra parte, el actual Presidente jamás ha tenido tantos viajes en su vida como en este breve período; es más, posee más viajes que meses de gestión, destacándose que ninguno de ellos tuvo como destino países limítrofes o vinculados con los estrechos lazos comerciales y culturales como los estados que conforman el MERCOSUR. A su vez, muchos periplos y encuentros satisfacen más al ego presidencial tanto en lo religioso, en lo referido a su relación con personajes famosos, en lo atinente a la aceptación de premios entregados por organizaciones de dudosa reputación en el mundo de las ideas, todas actividades que no parecen generar buenos réditos a los intereses del país. 

Asimismo, la política de alineamiento hacia Estados Unidos de América e Israel parece anacrónica, sin beneficio alguno (salvo para seguir insertándonos al mundo del endeudamiento permanente) y hasta riesgosa para la seguridad nacional, habida cuenta que coloca a Argentina en una posición enfrentada con los enemigos directos o indirectos de esos países y dentro del teatro de operaciones de los conflictos militares actuales. De la misma manera se ha roto la tradicional neutralidad de nuestro país ante enfrentamientos de larga data como el Palestino – Israelí, o como en la actual guerra Ruso – Ucraniana, donde esta Administración se ha volcado a favor de Ucrania tanto en el discurso como en la promesa material de envío de aviones, armamentos y municiones, lo cual ha generado que el embajador ruso en nuestro país, Dmitri Feoktistov haya manifestado que esta postura resulta decepcionante y hostil.

En efecto, si nos atenemos tan sólo a las relaciones entre Rusia y Argentina comprobaremos que las mismas han atravesado tres siglos, se han desenvuelto en un clima de recíproca amistad y respeto a través de gobiernos de distintos signos políticos. En este sentido, las relaciones entre Argentina y Rusia se iniciaron en 1885 en épocas del Presidente Julio Argentino Roca y durante el reinado del Zar Alejandro III, las cuales fueron interrumpidas durante la presidencia del presidente radical Hipólito Yrigoyen tras la Revolución Rusa de 1917.

Concluida la Segunda Guerra Mundial, durante la primera presidencia del presidente Juan Domingo Perón se reinician las relaciones diplomáticas con la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), designándose en 1947 como primer embajador al médico argentino Federico Cantoni, inaugurando una suerte de “vínculo casi permanente” de la familia Cantoni – Bravo con la embajada argentina en la URSS. Con relación a este singular vínculo, el Dr. Federico Cantoni no sólo se había destacado por ser el primer embajador ante la URSS, también había fundado en su San Juan natal la Unión Cívica Radical Bloquista (partido llamado popularmente Bloquismo, fuerza política que se había desprendido de la UCR en 1919) y fue gobernador de esa provincia en 1923 y en 1931. Además, por su iniciativa y por primera vez en la historia argentina se estableció el voto femenino en dicha provincia en 1928, hecho poco conocido en nuestra historia.

El abogado Leopoldo Bravo, quien tomara el apellido materno por ser hijo ilegítimo, pero reconocido, del Dr. Cantoni, sucedió a su padre en dicha embajada desde 1953 y la audiencia del 7 de febrero de ese año marcó el hito para Don Leopoldo de haber sido el último extranjero en ver a Iósif Stalin antes de su muerte, acaecida el 5 de marzo. Asimismo, fue embajador ante ese país en 1976 nombrado por el gobierno del Proceso de Reorganización Nacional. A su vez, el hermano de Leopoldo, el médico Federico Saturnino Bravo fue nombrado en 1985 por el presidente Alfonsín como embajador en dicha sede en 1983 y su sobrino Leopoldo Alfredo Bravo ocupó ese puesto desde 2006, designado por el presidente Kirchner, hasta su muerte en 2010.

Las relaciones se fueron haciendo más intensas en los años ´70 durante el tercer gobierno peronista y el Proceso de Reorganización Nacional. En este sentido, el entonces Ministro de Economía de la tercera presidencia de Juan D. Perón, José Ber Gerlbard visitó la URSS y suscribió con Leonid Brezhnev acuerdos comerciales y financieros que se ratificaron, proyectaron y usufructuaron durante el Proceso.

En 1978 la URSS invade Afganistán y como represalia por este hecho, el presidente demócrata de EEUU, James Carter, convocó a los países occidentales a un embargo cerealero al país soviético. En tales circunstancias, el gobierno del Proceso del Gral. Jorge Rafael Videla, con su Ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz deciden violar el embargo y vender productos argentinos a la URSS, pasando este país a ser el primer comprador de granos y llegando a participar en 1980 del 60% del volumen total de las exportaciones argentinas de cereales. La contrapartida de este intercambio eran maquinarias pesadas, equipos de transporte y tecnología y hacia fines de 1982 se llegaron a proyectar obras hidroeléctricas conjuntas como Salto Grande y Paraná Medio.

En octubre de 1986 el Dr. Raúl Alfonsín se constituyó en el primer presidente argentino en visitar a la URSS, quien mantuvo reuniones y firmó acuerdos con Mijaíl Gorbachov en materia de alimentos y tecnología. El presidente Menem (el mejor presidente de la historia, según Milei) visitó dos veces a la flamante Federación de Rusia en los años 1990 y 1998, manteniendo reuniones con Gorbachov y Boris Yeltsin, respectivamente. La presidente argentina Cristina Fernández de Kirchner hizo lo propio en 2008 y 2015. 

Las primeras visitas de Jefes de Estado a nuestro país, ya en épocas de la constituida Federación de Rusia, fueron, en abril de 2010, la de Dmitri Medvédev (en ocasión de la celebración de los 125 años de relaciones entre ambos países) y la de Vladimir Putin en 2014, quien profundizó la relación entre los estados a través de la celebración de acuerdos en materia de energía y de cultura.

Podríamos continuar describiendo los prolegómenos relativos a las buenas relaciones con otros países como Brasil y España, hoy deterioradas por comentarios inapropiados del Presidente, entre los cuales no se escatimó esfuerzo alguno en inmiscuirse en asuntos internos y en las disputas partidarias de dichos países o, en el caso de la Canciller, de violentar la tradicional postura argentina de considerar a Taiwán como provincia de China, lo cual ha generado un tradicional apoyo chino hacia la Causa de Malvinas y su archipiélago adyacente, tal como también acontece con la Federación de Rusia.

En síntesis, como decía el Cardenal Richelieu, los países no tienen principios, tienen intereses y en consecuencia, la materia de relaciones exteriores no es campo para aficionados ni para ser confiados a la enjundia de adolescentes tardíos.