Larga vida a los medios públicos
El inolvidable Horacio Ferrer confesó que miraba a Buenos Aires del nido de un gorrión y con eso inauguró una forma poética de contemplar esta ciudad y a sus habitantes. Lamentablemente en estos tiempos, algunos ven el país desde el nido del pajarito virtual, de twitter, y nunca inauguran algo con su mirada, más bien tienden a romper lo construido. Como es el caso del ex funcionario de cultura, que días atrás, desde el mencionado nido virtual confesó estar arrepentido de no haber hecho más para cerrar Télam y la TV Pública. Una frase tan olvidable como su pobrísima gestión.
La carta orgánica de la BBC, el servicio público de radio y televisión del Reino Unido, que el "culto" tuitero que arremete contra los medios públicos nacionales no se atrevería a desdeñar, indica que una de sus misiones es promover el talento británico. ¿Para qué necesita Gran Bretaña tener un sistema de radios y canales de televisión estatales que fomenten las obras de sus creadores? ¿Será acaso que los creadores son los que le recuerdan a un país de qué está hecho?
Nuestros medios públicos son los que te pueden contar las historias de acá, sin tener que corresponder a los mandatos comerciales, de contenidos y estéticos de los “jefes de allá”. Es decir, podemos contar historias en las que un colombiano no sea narcotraficante, ni una persona del conurbano un pibe chorro. Podemos superar el cliché estigmatizador de turno, y enriquecer nuestra vidas, con las biografías de hombres y mujeres (y disidencias sexuales) , como lo hizo hace años Historias de la Argentina Secreta, presentándonos al Doctor Maradona, médico que dejó todo para asistir a los indígenas de la selva Formoseña. O como hoy lo hacen los documentales de Canal Encuentro en los que podemos hallar los otros rostros, los que no corresponden a la “belleza oficial”, pero que sin lugar a dudas representan el alma de la Argentina. No podemos dejar de referirnos a Paka Paka que consiguió que nuestros pibes y pibas, volvieran a tratarnos de vos, y se quitaran la tonada y la mirada neutras con las que los canales infantiles internacionales habían construido su niñez. Nuestra Radio Nacional que custodia canciones que no entran en ningún ranking confeccionado por algún influencer que está más pendiente de la cantidad de “like” que del compromiso por lo que difunde. Hay canciones que sólo pasa la radio de bandera, y no es sólo por el valor de recordar a esos artistas, es también por comprender que las canciones son documentos, muchas veces manuales de historia que duran tres minutos. Lo escucho a Héctor Larrea hablar de los tangos creados por Homero Manzi o a Marcelo Simón explicar las huellas indias en las canciones argentinas y siento que un libro sonoro se apodera del aire.
La agencia de noticias oficial, Télam, ha difundido obras de artistas argentinos como nadie y también los pensamientos de científicos, políticos, intelectuales que muy pocas veces son tenidos en cuenta por otros medios.
Los medios públicos son una oportunidad para la otra ficción, la otra investigación, la otra música, la otra palabra, la otra historia. Esas otras cosas, que paradójicamente nos hacen ser más nosotros y nosotras, y que retratan a las diversas argentinas latentes.
Larga vida a los medios públicos que tanto enojo despiertan en los señores que desde el nido virtual no consiguen comprender la naturaleza de su propio país.