Los que hablan de gasto público, nunca dejaron de participar en un Gobierno que genero déficit. Las dos únicas formas que existen para financiar el déficit fiscal son emisión monetaria o endeudamiento. La única diferencia entre los economistas neoliberales y los heterodoxos es que estos últimos no pagaban tasas extravagantes para esterilizar el dinero que ambos emitían y no se endeudaban en moneda extranjera. Casi nada. Aun el sensacional crecimiento de 65,7% del PIB entre 1990 y 1998, se produjo en forma consistente con un espectacular aumento en el gasto público, financiado por lamentables privatizaciones que acompañaron el endeudamiento público y privado de mayor progresión de la historia, hasta ese momento. Ese endeudamiento, comenzó con bajas tasas de interés en forma coincidente con un histórico aumento del flujo de capitales hacia las economías emergentes más un festival internacional de bonos, hasta la crisis del Sudeste Asiático. En aquel punto se produce una contracción del flujo a los mercados emergentes que desciende desde u$s 225 mil millones a u$s 80 mil millones en solo un año, elevando en forma simultánea a casi el doble las tasas de interés. Durante los “años alegres de la Convertibilidad”, se produjo un atractivo apalancamiento o leverage positivo de la deuda (pública y privada) que se expresó a pleno en las tasas de crecimiento de la absorción doméstica (consumo e inversión) en Argentina. Al revertirse la tendencia que caracterizó un ciclo de abundancia de capitales con tasas bajas de interés, la velocidad de reacción para contraer el gasto y disminuir la deuda, fue extemporáneamente más lenta que la dinámica de la huida de capitales desde las economías emergentes hacia las plazas de mayor seguridad (flight to the quality).

Tres antecedentes a tener en cuenta a la hora de contextualizar: la caída del Muro de Berlín, la Globalización de los mercados y la irrupción expansiva de Internet. Todo esto en medio de un proceso incipiente de afianzamiento de las democracias en Latino América, que venían de Gobiernos autoritarios. Desde 1997 la movilidad de los capitales hacia distintos rumbos fue mucho más veloz y por lo tanto menos razonada y consecuentemente más riesgosa que anteriormente, aunque parecencia que no lo registraban. Los mecanismos constitucionales, la voluntad política y los economistas de la fundación y la universidad a cargo que debieron decidir una reversión en la política económica (gasto y endeudamiento), no estuvieron en armonía con las exigencias de ritmo que provocaron los cambios explicados.

Es por todo eso que, un esquema como el que finalizó en 2001, al igual que el que finalizo en 2019, solo pueden funcionar con mucho poder acumulado (como tuvieron Menem y Macri), para actuar sin debates previos ni dar explicaciones. La alternativa De la Rúa - Cavallo para profundizar la política económica sin el poder que tenía Menem. A punto estuvo Macri de terminar de la misma manera que De la Rúa si no hubiese sido salvado por el FMI. Recordemos que Menem provenía y presidía el partido más grande de la Argentina, contaba con el apoyo de los sindicatos y los tres poderes del Estado, gobernó casi de manera omnímoda durante la mayor parte del período analizado (1990-98). Lamentablemente nunca se menciona que existe una proporción del elogiado crecimiento del PIB de la década del 90, que está explicado por el fuerte aumento del gasto público y su financiamiento que luego se convirtió en un bumerán. Es obvio que tampoco hubiera llegado la inversión, si no fuera consecuencia del efecto palanca de las tasas de un dígito, que permitían crecer por encima del costo financiero al cual accedía el gobierno y los grandes grupos económicos. El formidable consumo postergado por dos años de contracción acumulando un descenso de 13,6 por ciento del PIB per cápita (1988-90), en una década llamada “la década perdida”; más la reaparición del crédito a elevadas tasas de crecimiento, fueron fuertes detonantes de los alicaídos niveles de actividad, piso de las mediciones. En un país donde, hasta 1992 no se aceptaba la tarjeta de crédito en los restaurantes, un contexto de estabilidad cambiaria y monetaria inédito en cincuenta años, posibilitó el espectacular crecimiento del “crédito de consumo” otorgado generosamente por las entidades. Las mismas se fondeaban con obligaciones en el exterior, a tasas convenientes y aplicaban los fondos a financiar la compra de bienes durables y semi durables que reemplazaron velozmente a los hasta entonces, círculos de planes de ahorro previo. No olvidemos que escaso tiempo atrás, un consumidor esperaba hasta un año después de haber completado el pago de todas sus cuotas para que Sevel, con casi el cincuenta por ciento del mercado, le entregara uno de cada dos autos de los que se vendían en el país. La dinámica de funcionamiento de nuestra democracia y la inmadurez política de nuestros tres Poderes, teniendo en cuenta los escasos dieciocho años de ejercicio, no fueron consistentes con la aplicación de políticas de absoluta e irrestricta autonomía económica y movilidad de capitales. La inmadurez de la clase política, seducida y convencida por el discurso del primer mundo, no pudo manejar el grado de “generosidad económica” establecido por las entidades financieras internacionales, las empresas que llegaron con las privatizaciones y los economistas que dieron soporte, influidos acaso sinceramente por fascinantes teorías y honorarios del primer mundo.

Llega dinero del FMI Y OPINAN LOS AMIGOS DE CAVALLO

En este momento, otra vez proponen fortalecer reservas con el nuevo crédito del FMI. La acumulación de reservas en las bóvedas del BCRA de los conservadores nunca proporcionaron mejores niveles de vida y, el mismo error de concepción prevalece hoy entre quienes argumentan que hay que liberar la exportación de carne y quitar las retenciones para estimular la entrada de dólares.

La verdadera riqueza de un país se refleja en la calidad de vida de sus ciudadanos, no tiene que ver con fortalecer reservas, el concepto es contraproducente y ralentizador de la recuperación económica. De hecho el peronismo en 1945 vino a cuestionar la potestad de la SRA, la UIA y el BCRA para incitar a la sociedad a hacerse preguntas acerca de cómo quería organizarse. Surgió así un ejercicio ciudadano que administró todos los aspectos de los progresos sociales que aprovecharía el conjunto de la población: universidades y escuelas, hospitales, carreteras, fabricación de aviones, automóviles con marca y fabricas propias, aguinaldo, vacaciones, voto femenino. Emplazar ciertos límites al poder establecido fue lo que permitió que la sociedad decidiera por sí misma como quería organizarse.

No puede ser que los medios hegemónicos, las entidades financieras y las corporaciones asuman el monopolio de la organización social. Tenemos que volver al imperio de la Ley y los sistemas de pesos y contra pesos apoyados en la justicia social que no es otra cosa que el pleno ejercicio de la democracia. Necesitamos decisiones firmes y justas, que corrijan excesos como los cometidos entre 2015-2019. Porque vivimos cuatro años de locura total. Hoy el anti peronismo desde la UCR podría articular una alianza cuerda, pero parece que lo que se está formando es una congregación de granjeros, conservadores, neo fascistas y nuevos chiflados.

Si vamos a tener bipardismo, necesitamos que el partido opositor no esté desquiciado. A dos de las presidentas de los partidos que integran Juntos por el Cambio les falta el chaleco de fuerza. Si se suman los excéntricos libertarios, estamos perdidos. Y, el problema de Cambiemos es que el convocante frente Juntos por el Cambio, no representa ningún cambio, son los mismos que incendiaron el país.