La piel del dolor
“Lo mejor de nuestra piel es que no nos deja huir” (Los Redondos)
Hay cosas que unen. Pequeños hilos que son sensaciones, saberes, experiencias y dolores. Hay dolores que son tan fuertes que conectan. Esos hilos a veces invisibles crecen y llegan y vinculan, relacionan. Hay dolores que atraviesan y a la vez estallan. Como un grito al que se le suman otros, todos los gritos, y ese aullido, como el dolor, es uno solo, hecho de todas las voces. Un dolor de todos.
Y nos unimos. El dolor nos une, nos acerca, nos hermana. Tenemos una misma piel, la reconocemos en los demás, a través de esta nueva piel podemos sentir lo que siente el otro. Sufrimos en nuestro cuerpo las heridas que no hacen en nuestros cuerpos. Buscamos con una misma angustia al hermano que no nos han desaparecido a nosotros. Nos despedaza la vida la muerte de ese hermano que no nos mataron a nosotros.
Y es como si al despedazarnos el mismo dolor, termináramos juntando nuestros pedazos y los de otros y otras, que despedazados como nosotros, también intentan reunir sus partes. Para seguir, así, llevando esta misma piel, sintiendo igual, buscando lo mismo. Pisando las calles con los mismos pies, levantando una sola bandera con todas nuestras manos. Gritando todas y todos con una misma voz: QUEREMOS SABER QUÉ HICIERON CON SANTIAGO MALDONADO.
Hay cosas que unen. Los recuerdos unen, la memoria. Porque nunca vamos a olvidar que Santiago no se metió al río para darse un baño, sino porque lo perseguía Gendarmería, una fuerza represiva del Estado. Y esa fue la última vez que supimos de él con vida. Porque es desaparición forzada, porque queremos la verdad.
Porque esa familia maltratada por los grandes medios, mortificada con inventos y patrañas, y atacada por el gobierno, es mi familia. Tenemos la misma piel. A fuerza de sentir, de pensar, de entender, ese hijo y hermano es nuestro, para siempre.
Estamos unidos, de la forma en que los malos de siempre no nos quieren, porque así somos fuertes. La piel del dolor nos cubre, nos conecta, nos hace uno. Somos peligrosos para los que reprimen todo, porque tenemos la conciencia alerta y la memoria viva, acá, latiendo bajo esta nueva piel.
Porque ese cuerpo aparecido nos sacude, nos mezcla, nos interpela. Es la Historia golpeando nuestra puerta, otra vez. Nosotros no nos tapamos las orejas, ni cerramos los ojos. Tenemos una boca que nadie va a callar jamás. Y esta boca, que es una, está gritando, escuchá: exige Justicia.