FMI: De malo a malísimo
En el año 2006 tuve a mi cargo una muestra en el Museo de la Deuda de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA dedicada a la relación del país con el Fondo Monetario Internacional.
Ese era un año con características particulares.
Poco antes se canceló totalmente la deuda y además se cumplían 50 años de la relación con el Fondo ya que el 30 de agosto de 1956, mediante el Decreto 15970 se firmaron los acuerdos de Bretton Woods incorporándose a los organismos internacionales de crédito (Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial)
Por ese motivo se me ocurrió la idea de las bodas de oro con el Fondo. En los matrimonios el cumplimiento de las bodas de oro puede ser objeto de celebración o de amargo recuerdo de años de infortunio. En este caso se daba la segunda alternativa. Siguiendo con la metáfora puede decirse que se trató de un matrimonio forzado ya que la incorporación al Fondo la hizo un gobierno de facto (Perón, con gran intuición, siempre desconfió de esos organismos).
Durante ese lapso se firmaron 28 acuerdos de los cuales 19 fueron Stand By, 8 de Facilidades extendidas y uno atípico relacionado con el aumento del precio del petróleo. A cambio de los créditos concedidos el Fondo exigió condiciones macroeconómicas que dictaminó como verdades dogmáticas pero que siempre resultaron perjudiciales para el interés nacional. A partir de la década de 1980 impuso las llamadas reformas estructurales que responden al Consenso de Washington y que provocaron consecuencias desastrosas en el país y en todos los casos en que se llevaron a cabo.
El daño no se circunscribió a lo económico, en el plano social fue aun peor. Se desentendió totalmente de las consecuencias sociales de sus políticas, las condicionalidades nunca apuntaron a mejorar la situación de las mayorías, se mostró celoso en la defensa de las garantías jurídicas de los inversores pero se despreocupó cuando se violaron las mismas para los trabajadores mediante la disminución de sus ingresos, la eliminación de derechos y beneficios, el despojo de ahorros, etc.
Lo típico de los acuerdos que se firmaron con el Fondo es la imposibilidad de su cumplimiento, Dado que las condiciones las impone el Fondo es claro que es consciente del necesario incumplimiento. Ello genera inexorablemente la renegociación que permite al Fondo acrecentar sus exigencias.
Podemos tomar como ejemplo el primero de los convenios, que permite ver la pertinacia del Organismo en sus políticas y en sus prácticas.
Es un Convenio Stand by por 12 meses de hasta U$S 75.000.000, para apoyar un programa de "estabilización".
El gobierno se compromete a (en realidad el Fondo exige):
Introducir un mercado único de cambios, libre de restricciones.
Orientar toda su política monetaria a poner término a la inflación
Restringir los compromisos del presupuesto presentado al Congreso al 80 % de los salarios y otros gastos corrientes y al 60 % de los gastos de capital..
Aumentar las tarifas ferroviarias y de transporte del 150 % y de los precios de los productos derivados del petróleo en 200 %.
Eliminan todos los controles de precios salvo para 10 rubros básicos
Llegar a un acuerdo con los gremios para mantener sin cambios los sueldos y salarios hasta la finalización de los convenios laborales (aproximadamente 2 años)
El primer punto implicaba una drática devaluación. Tanto este como los siguientes provocaron, como era obvio, una fuerte escalada de precios. Por lo tanto era imposible cumplir el último punto de acuerdo con los gremios Eso es lo que pretendía el Fondo y las condiciones para acusar posteriormente al país de no cumplir con lo pactado.
Durante 50 años desde 1956 hasta 2006 hemos sufrido el accionar del FMI que incluso distorsionaba los fines definidos en su Convenio Constitutivo que eran:
Fomentar la cooperación monetaria internacional
Facilitar la expansión y el crecimiento equilibrado del comercio internacional, contribuyendo así a alcanzar y mantener altos niveles de ocupación y de ingresos reales y a desarrollar los recursos productivos de todos los países miembros como objetivos primordiales de política económica.
Fomentar la estabilidad cambiaria,
Coadyuvar a establecer un sistema multilateral de pagos
Infundir confianza a los países miembros poniendo a su disposición temporalmente y con las garantías adecuadas los recursos generales del Fondo
Acortar la duración y aminorar el grado de desequilibrio de la balanza de pagos de los países
¿Con cuáles de estos fines encajan las reformas estructurales exigidas por el Fondo? ¿Cuáles de sus condicionalidades contribuyen a alcanzar altos niveles de ocupación y de ingresos reales y a desarrollar los recursos productivos? Todo lo contrario.
Por ello es imperdonable que, con toda la experiencia acumulada durante medio siglo, se haya recurrido nuevamente al FMI.
Se argumentó que el Fondo era distinto, lo que era cierto, pero es cada vez más perverso.
Inicialmente impuso políticas macroeconómicas perjudiciales para el país y la inmensa mayoría de la población.
Luego exigió reformas estructurales que significaban eliminación de derechos laborales obtenidos por luchas de muchos años, disminución de recursos para los jubilados, desfinanciación de la educación y la salud pública, Apoyó el accionar de los fondos buitres y funcionó como abogado de los capitales extranjeros. Como bien lo definió Rapoport pasó de ser prestamista de última instancia a ser cobrador de primera instancia.
Por último, como frutilla del postre, se metió de lleno en la política del país y se dedicó a financiar la continuación del gobierno por otro período y a permitir la cuantiosa fuga de capitales.
Es clara la visión que sobre la economía tienen el Fondo y el gobierno. El acuerdo Stand By aprobado por el gobierno exigía llevar el déficit fiscal a cero dentro de un programa macroeconómico que lograra reducir la deuda pública y la inflación, recuperando el crecimiento y la generación de empleo para combatir la pobreza.
Sin embargo el gobierno redujo esos objetivos a la sola reducción del déficit fiscal y el Fondo solamente prestó atención a ese punto. El equilibrio de las cuentas fiscales es un aspecto importante de la gestión económica pero tiene el valor de un requisito para lograr mejorar la vida de la población, especialmente eliminar la penuria de los sectores más desprotegidos. Considerar la reducción déficit fiscal como un logro en sí mismo sin tener en cuenta sus efectos sobre la economía real es un despropósito, es tomar una herramienta como un objetivo y no ver la economía como un sistema complejo ya que incluso tomado en sí mismo termina conspirando para el mantenimiento del equilibrio en el mediano y largo plazo.