Espíritu de Cristina
Domingo y lunes fueron dos días para comprender de qué se trata lo que viene. Y lo que viene no es encontrar al candidato ideal para ganar en 2015. Lo que viene es lo que ocurrió en el Mercado Central y lo que la Presidenta dijo en los patios de la casa de gobierno. Lo que viene es la labor de militar la convicción de que un país mejor es posible. Lo que viene es definir, volver a definir, el camino que vamos a seguir transitando los que creemos en las ideas de estos gobiernos de Néstor y Cristina. Esas ideas que movieron sus brazos.
Ella fue clara. Habló de dejar atrás los viejos libritos para hablar con palabras propias, con esas palabras propias contar y aprender nuestra historia, con esas palabras sencillas –así lo dijo- contar los logros y explicar las ideas. Ella fue clara. Habló de dejar de pelear, les dijo a los jóvenes militantes que gritando o chiflando no se ganan las discusiones políticas. Fue clara y extraordinariamente sincera cuando pidió que se dejara de usar la frase “vamos por todo” que la oposición la utiliza tramposamente como si quisiéramos quedarnos con todo. Y dijo que ella prefería el “nunca menos”. Cristina habló de empoderar al pueblo, de darle las herramientas para que sea el pueblo el que luche –o trabaje, como se prefiera- por su destino. Porque está claro que debemos dejar de devanarnos los sesos tratando de adivinar cuál será el mejor candidato. De eso habló Cristina, de eso se trató el encuentro en el Mercado Central. De aprender que esto es un proceso histórico y político, y que no se trata de que aparezca la figurita difícil que nos permita llenar el álbum. Y hasta compartió una fórmula personal cuando contó que si a un gobierno peronista lo corren por derecha y por izquierda, significa que anda por la senda correcta. La Presidenta usó el ejemplo de Néstor que al bajar el cuadro de Videla permitió que ella colocara el del Che Guevara en la Casa Rosada. Fue clara Cristina: los hechos políticos no ocurren de manera aislada ni por la sola voluntad de una persona. Cristina nos habló a todos, y me habló a mí anoche. Para hacerme y hacernos entender que las elecciones son –ni más ni menos- que un mojón más en una ruta que es nuestra historia. Que no se trata de llegar a ninguna parte porque sin un pueblo con conciencia, de nada vale un gobierno o una elección. Porque todo está listo para que todos los días nos devoren los de afuera que son los de adentro también.
Cristina cuando saludaba para irse habló de retemplar los espíritus. Y fue clara en eso: retemplar que significa reavivar, reanimar y vivificar. Volver a animarnos, a darnos energías, a reunir fuerzas, a cambiar de respiración y ver que no hay un final en el final de su mandato presidencial. Y que no se trata de voluntarismo ni de un triunfalismo ingenuo, ni tampoco de una predestinación de gloria. Cristina nos dijo que debemos saber que somos una fuerza política, y que cada uno de nosotros somos esa fuerza. Y que somos los únicos que gracias a esa fuerza obtuvimos logros, uno detrás del otro durante más una década. Que pudimos sobreponernos a los peores momentos, que conseguimos sortear mil trampas y ataques, pero sobre todo que pudimos alcanzar hechos concretos, avances materiales y de los otros como ninguna otra fuerza lo hizo en los últimos cincuenta años. Retemplar el espíritu para calzarnos los zapatos y seguir caminando. Más allá de las dudas que son lógicas cuando tanto aparato de sembrar miedo y zozobra se nos infiltra día a día en nuestras vidas. Retemplar el espíritu cuando entre nosotros, algunos compañeros –en fin- en esta ruta, también se dedican a minar nuestro entendimiento con críticas que no están dedicadas a mejorar aciertos o evitar errores, sino que son sus calculados salvoconductos hacia horizontes menos pedregosos. Porque no es sencillo andar por este camino que la normalidad televisada y el sentido común –que no logramos cambiar- nos asegura que es la suma de lo errado, lo sucio y lo maligno. Retemplar el espíritu es la primera tarea que debemos asumir, y eso comenzó el domingo pasado. Que como decía mi primo Luis la última vez que lo ví -después de años de comerse decenas de libros para pensar la política- este es el proyecto de la gente que quiere a su vecino, de la gente que no es envidiosa, de la gente que quiere que al otro le vaya bien. Y esas cosas tienen que ver menos con estructuras partidarias que con lo que sentimos.
Este es el espíritu –y si me equivoco será que nunca entendí nada- del discurso de ayer de Cristina. Su espíritu. El de una mujer que por varias décadas disminuirá la figura de cualquier otro presidente o presidenta que tengamos en nuestra patria. Y no nos quejemos de cómo la atacan y vapulean los carroñeros del pueblo. Seamos felices y sintámonos satisfechos por saber reconocer quién es Cristina. Estemos felices por acompañarla en las buenas y en las malas también. Que sus buenas y sus malas indefectiblemente serán las nuestras porque acompañarla es acompañarnos. Que así, con muchas dificultades, se escribe la historia cuando alguien lúcido y valiente elige desandar la hipocresía en donde la mediocridad corporativa construyó su poderoso nido.
Y ahora a laburar.