El rol del Estado
Mauricio Macri adelantó las catastróficas medidas que tomará su espacio político en caso de llegar al poder. Claro que serían catastróficas para el conjunto de la sociedad pero no para un pequeño grupo de privilegiados entre los que se encuentra él y sus amigos y sus socios.
Últimamente hizo hincapié en un caso que denominó emblemático: el de Aerolíneas Argentinas a la que juzga por un déficit de alrededor de 600 millones de dólares que es solventado por el Estado. ¡Qué estrecha mirada para analizar el tema! ¡Qué poco vuelo (ya que hablamos de Aerolíneas) y qué corto el alcance de su pensamiento! Por supuesto es incapaz de identificar las externalidades positivas y negativas relacionadas con un hecho. Aún si quisiéramos medirlo en términos exclusivamente monetarios tendríamos que computar los beneficios económicos que se generan por conectar muchas localidades que, de no existir Aerolíneas quedarían aisladas (ya que las compañías privadas solo vuelan las rutas con tránsito que aseguren su rentabilidad).
Lo mismo puede decirse de los vuelos internacionales que generan alternativas para el comercio exterior. Todo ello sin olvidar el gran aporte de Aerolíneas Argentinas durante la pandemia. Precisamente la pandemia hizo que prácticamente todas las aerolíneas del mundo sufrieran fuertes pérdidas que fueron subvencionadas por los Estados. Por otra parte cabe recordar la pésima experiencia argentina cuando se privatizó nuestra línea de bandera. La idea de tratar a las instituciones públicas como si fueran empresas privadas nunca fue beneficiosa para la sociedad, cuando se trata de instituciones de salud, de la educación o del transporte los pacientes, los estudiantes y los pasajeros pasaron a ser considerados clientes y tratados según su poder adquisitivo con fuerte deterioro para los menos adinerados.
Pero el tema central no es Aerolíneas Argentinas sino el rol que les cabe al Estado y a los mercados. Para Macri el único que crea valor es el mercado y el Estado es un impedimento para el desarrollo pleno de las empresas, por lo tanto propugna un Estado lo más chico posible, idea que desafortunadamente es ampliamente aceptada en gran parte del mundo occidental desde hace 40 años con el auge del neoliberalismo. En realidad el tema a discutir no es el tamaño del Estado sino la función que debe cumplir.
En el neoliberalismo el Estado es limitado a actuar solo en caso de fallos de mercado como prestamista de última instancia para salvar las catástrofes que dejan los mercados. Así cuando estalla una burbuja producida por el accionar de empresas privadas tiene que ir en auxilio de esas mismas empresas (recordar la crisis del 2008). Lo cierto es que el mercado ha creado una sistema global basado en la especulación financiera que solo enriqueció el 1% y que está en vías de destruir el planeta.
Durante la pandemia el Estado argentino ayudó económicamente a las empresas a cambio de nada. ¿No hubiera sido lógico que como condición para recibir la ayuda les impusiera la obligación de no refugiarse en paraísos fiscales y/o no contribuyeran a aumentar la inflación incrementando los precios para resarcirse lo más posible de las pérdidas ocasionadas por la pandemia, pérdidas que de una u otra forma tuvo toda la sociedad?
El resultado de machacar desde el inicio de los 80 con la ideología neoliberal es que tenemos Estados ineficientes y bobos. Esto no es innato de los Estados sino la consecuencia de un accionar que por distintos medíos lo fueron haciendo incapaz cercenando funciones mediante privatizaciones que en muchos casos constituyeron rotundos fracasos y lo más paradójico es que en algunas oportunidades se privatizaron empresas adjudicándolas a empresas propiedad de Estados extranjeros. Otra forma de debilitar al Estado fue a través de la tercerización de funciones, muchas de ellas claves para el cumplimiento de fines sociales. Los bajos sueldos que paga la Administración Pública en comparación con los de la actividad privada también contribuye a debilitar el accionar público pero aún peor es el nivel de desprecio y maltrato que los altos funcionarios de los gobiernos neoliberales tienen con los agentes de la educación y la salud pública y con quienes ejercen tareas llamadas despectivamente burocráticas.
A pesar de ello los Estados han producido muchas de las innovaciones que después fueron aprovechadas por empresas privadas como internet, la nanotecnología, el desarrollo informático en su etapa inicial o los avances en el campo espacial. Las inversiones públicas se hicieron en sus respectivos comienzos cuando el riesgo y la incertidumbre eran mayores, pero los beneficiarios principales de los logros fueron apropiados por empresas privadas en muchos casos con prácticas monopólicas y no la sociedad en su conjunto.
El cambio fundamental que debe operarse es que el Estado deje de ser un reaseguro cuando el mercado falla, es decir deje de actuar reactivamente en forma pasiva para hacerlo activamente dirigiendo el proceso económico, creando y organizando los mercados y participando no solo en los déficits sino también en los beneficios de los emprendimientos que desarrolle en conjunto con las empresas que acompañen el proyecto.
Me pregunto ¿alguien puede creer que las empresas, que se preocupan mucho más por los resultados del día a día que por su proyección en el largo plazo, van a poder hacer frente a los grandes desafíos actuales como el calentamiento global, la contaminación de los océanos, el hambre de una parte no desdeñable de la humanidad o la amenaza a la biodiversidad? Solo los Estados, dirigiendo a todo el proceso económico y acompañado por la sociedad serán capaces de hacerlo si asumen su verdadero rol.