El rebaño sólo educa para el rebaño
El rebaño sólo educa para el rebaño, jamás educa para que se aprenda a salir del rebaño; los del rebaño aman como aman los que integran una manada, aman para reproducirse, para mantener la especie; odian, como odian los del rebaño. Es decir, odian a los pastores, aunque cotidianamente se someten a ellos, porque fueron educados para eso. Por eso el rebaño urde la teoría del rebaño, hace manjares para el rebaño, canciones para el rebaño, Literatura para el rebaño, turismo para el rebaño, amistades para el rebaño, sueños para el rebaño, candados y llaves para el rebaño, sexo, drogas y religiones para el rebaño. Porque una de las condiciones fundamentales para que el rebaño no se extinga, es evitar que a uno de sus integrantes le entren ganas de ser pastor, y cuando esto sucede, es rápidamente acusado de lobo, de bestia que quiere devorarse al rebaño.
Un distinguido integrante del rebaño, tiene un sólo objetivo: morir, para ascender al cielo del gran rebaño, resignando esta vida a la penuria propia de pertenecer al común rebaño. Por supuesto que antes de morir ha de aportar nuevos integrantes a la manada (integrantes que tendrán como gran finalidad dar otros integrantes al rebaño, que luego serán educados para dar otros integrantes que darán otros...)
La sed del rebaño es sencillamente apagada por los breves charcos, y como no pueden contar ovejas para dormir (pues la redundancia no da sueño) cuentan estiércol; aunque los que sueñan ser pastores, para dormir, cuentan lobos.
La condición de integrante de rebaño se hereda, y desde que se nace se le va enseñando a ver el mundo como sólo desde la manada puede verse: la vida comienza y termina ahí, donde se pueda pastar.
Suele suceder que en unas de las tardes iguales (tardes donde las horas están eximidas de milagros) algún integrante distraído se aleje un poco más de lo acostumbrado y descubra, los hermosos pastos de la lejanía, pastos verdes, apetecibles, diferentes, entonces la curiosidad lo invite a alejarse aún más (o a acercarse a su otro hambre) A partir de ese momento comienza la Revolución en el rebaño, cuando el pastor va en busca del díscolo integrante y éste regresa a comentarle a la manada, que más allá hay pastos exquisitos, y que no es necesario morir para probar semejantes manjares. ¿Cuántos países de pastos y cerros, cuántos ríos y árboles habrá más allá de este lugar donde hemos nacido y pastado desde siempre y donde han muerto todos nuestros antepasados?
Entonces la manada se alborota, consideran lo que el díscolo integrante declarara, y deciden expulsarlo del rebaño. A veces al expulsado lo llaman Jesucristo, otras Galileo, Lennon, Ghandi, Marthin Luther king o Guevara.
Luego de echar al desobediente (pero sumamente obediente con el Misterio) vuelven a la normalidad, y hasta fundan organizaciones que promulgan la igualdad, la libertad y la fraternidad.
Texto extraído del libro Aguafuertes Provincianas de Pedro Patzer (Ediciones Corregidor)