El graffiti global
En tiempos de recuperación de lo perdido a través de décadas de gerentes haciendo de funcionarios políticos, en tiempos de recuperar el Estado robado y vendido en cachos y por monedas, como hacen los desarmaderos con los autos que corren esa suerte, ahora nos pintan los trenes nuevos.
“La pintada que se vio en los nuevos vagones del Sarmiento, son un tipo de graffiti que nace con el hip-hop. Se caracteriza por el dibujo de letras grandes, deformadas que más que la escritura de una palabra, parecen ser un conjunto de letras dibujadas. En general es el nombre de quien las pinta o de la Crew o pandilla que realiza la intervención.”
Este tipo de explicaciones se pudo leer en INFOnews y en otros medios periodísticos. Siga leyendo por favor.
“Para Luxor, un reconocido muralista platense, los graffitis “no son ni arte, ni vandalismo”. Se trata, en realidad, de “un movimiento” que sucede “en la calle, en los barrios. Hay gente que viaja por el mundo graffiteando. Es una manera de vivir”. El graffiti, explica Luxor es además un elemento de la cultura hip hop, como lo son el rap, los Dj's o los Be boys (jóvenes que bailan brake dance).”
Hay mucho más para decir y conocer sobre el colorido espíritu graffitero. Pero con lo anterior es suficiente. Estamos hablando de un espíritu alejado del que nos mueve a muchos de nosotros por estos días. Artistas o vándalos de baja intensidad que se mueven entre conceptos como hip-hop, crew, rap o Be-boys parecen andar más preocupados por su arte global que por las cuestiones estatales. Un elección totalmente válida y es el derecho de quienes viven enfrascado en los más diversos frascos.
Con el aerosol en la mano hay otros que pueden ser calificados también como graffiteros, pero que en lugar de dejarnos un Manhattan Design prefieren plasmar mensajes sencillos y comprometidos que pueden ir desde los stencil con la cara de Cristina, un “Fuera Mafia Sindical”, un “Juventud Pro”, hasta el más papal “Aguante el Ciclón”. Estos últimos que no son amantes de los trenes, a la hora de dejar sus graffitis –que se ven más utilitarios- prefieren las paredes y otras cosas quietas.
Se me ocurre que no es este el momento ni hay urgencia para discutir ahora qué se hace con tanto monumento, frente de casa, edificio público, y transportes pintados por unos y otros. Que si es vandalismo o no lo es ya estará definido en las normas existentes, y es de suponer que habrá jueces que con razonabilidad las apliquen. Pero hay que decir que el ministro Randazzo exageró con su reacción de enojo frente al artista hip-hop. Artista que no busca parecerse al mítico Bansky (un graffitero impresionante que además baja una línea) sino a firmar trenes con la identificación de su crew con el único objetivo de anotarse el poroto. Y Randazzo exageró como ya había exagerado al poner todos los trenes nuevos, agregar más formaciones, renovar todas las vías, y colocar sistemas de seguridad de última generación cuando todo eso se dejó pudrir durante 60 años. Está a la vista que Randazzo no saber ser medido y tiende al desborde.
Lo que me parece interesante es poder utilizar esta anécdota de los graffitis para seguir elaborando esta idea del Estado que quiere revivir de sus cenizas, un Estado de todos los ciudadanos, un Estado fuerte y contenedor. Pensar si queremos cuidarlo, o dejarlo pudrir, o venderlo, o pintarlo. Pensar y repensar junto con la juventud cuál será el Estado que ellos integren y configuren. Pero probablemente no es con toda la juventud con quien podremos pensarlo, será con los jóvenes que se interesen nomás, y no con los Be-boys que parecen más ocupados en los diseños de vanguardia graffitera global y en competir con sus pares. A ellos tendremos que mantenerlos a raya de los trenes para que no vuelvan a pintarlos, mejorando la seguridad que fue el único problema serio en todo este desmedido debate. (Porque en el rato que usaron esos chicos apenas armados con aerosoles en su mochilas, otros chicos más grandes con otras mochilas podrían haberlos incendiado. No sé si eso le recuerda a algo.)
Y será así hasta que quizá con el tiempo los dueños de los trenes decidamos que nos gustaría que nuestros artistas los pinten. Cosa que me encantaría y desde ya mi voto es positivo. Pero espero que cuando llegue ese día nos encontremos con artistas callejeros más representativos. Y que su arte en aerosol tenga más que ver con las superficies que pintan y menos con su vanidad artística.